Por HORACIO O. PRACILIO (*)
La insólita tradición con la que la cultura popular del mundo occidental celebra el "Día de los Santos Inocentes" hace olvidar su verdadero origen: la matanza de los niños menores de dos años ordenada por Herodes ante el anunciado nacimiento del Mesías. A las madres de aquellas "inocentes" víctimas les resultaría incomprensible cómo los cristianos del tercer milenio recuerdan cada año esta tragedia. Y también que dos mil años después, en una civilización que se dice fundada en los principios que predicó aquel niño de Belén que logró escapar a la matanza, millones de víctimas "inocentes" continúan muriendo todos los años como producto de la violencia o la negligencia de otros seres humanos. Sólo en Argentina, cerca de 3 mil menores de 14 años mueren anualmente por causas violentas y por lo tanto evitables.
¿Cómo surge la tradición de gastar bromas el 28 de diciembre, fecha en que la Iglesia Católica conmemora esa tragedia como el Día de los Santos Inocentes? Hay al menos dos versiones. La primera dice que la Edad Media combinó el día de duelo de los creyentes con otro rito pagano conocido como la "fiesta de los locos" celebrado entre Navidad y Año Nuevo. Como estas fiestas eran tan escandalosas, la Iglesia dispuso celebrar ese día en homenaje a los Santos Inocentes. La otra versión dice que Herodes Agripa II, nieto del rey Herodes, aficionado a las bromas satíricas y mordaces, celebró su cumpleaños en el reino, un 28 de diciembre, con una gran fiesta a la que invitó a dignatarios de todos los países y a todo el pueblo. La fiesta fue pantagruélica pero al final ordenó condenas y castigos, dictando penas de muerte, torturas, multas inmensas, destierros. Los convidados intentaron huir pero fueron obligados por Herodes a asistir a los actos y agasajarlo con los regalos que habían traído. En misivas encontradas de asistentes a aquel banquete, con el sello imperial de Herodes Agripa, había una única palabra escrita: "inocens".
Cualquiera sea el origen de esta ridícula costumbre, es hora de que los adultos del siglo XXI recuperemos la seriedad que merece el recuerdo del histórico genocidio y dejemos las bromas para otro día, porque el genocidio continúa, todos los días, en todas partes, a toda hora.
SIEMPRE, EN TODAS PARTES
Millones de niños en el mundo son víctimas de la violencia y una gran parte muere por esa causa. Son víctimas de las guerras, la violencia familiar, accidentes en la calle y en el hogar por negligencia de los adultos, de abusos sexuales y de discriminación. Sufre violencia el niño golpeado, la niña o adolescente obligada a ejercer la prostitución, el pequeño combatiente forzado a pelear una guerra que no comprende y los niños que deambulan por las calles buscando comida en los basurales. Son víctimas los niños testigos de ataques armados por sus propios compañeros en las escuelas, pero también aquellos que portan las armas, porque han crecido en un entorno social donde la violencia es un modo de vida. Sin embargo, la mayoría de los casos de violencia contra la infancia permanecen ocultos. Son los médicos, los trabajadores sociales, los policías y los jueces quienes tienen el triste privilegio de observar el rostro humano de cada una de estas tragedias.
Para las Naciones Unidas, la violencia contra los niños es un tema de derechos humanos, y para la OMS y OPS, un grave problema de salud pública. Las conclusiones de un informe presentado ante la ONU por el experto brasileño Paulo Sérgio Pinheiro realizado en diferentes países, son escalofriantes: 275 millones de niños son testigos de actos violentos en sus familias, 126 millones trabajan en actividades riesgosas y 140 millones de niñas y adolescentes han sufrido mutilación genital. Señala también que entre el 80 y 98% de los niños en todos los países del mundo sufren castigos corporales en el hogar, un tercio de ellos con utensilios, y entre el 20 y 65% de los niños de edad escolar dicen haber sufrido acoso físico o verbal. El estudio concluye que la violencia contra la infancia ocurre en todos los lugares, países y sociedades y afecta a todos los grupos sociales.
PROPUESTA
La mayoría de los actos violentos contra niños y niñas los provocan personas que ellos conocen y en las que deberían poder confiar: progenitores, consortes y parejas, compañeros de escuela, maestros y patronos. ¿Podemos sorprendernos, hipócritamente, porque algunos de estos niños luego se droguen y maten a algún inocente? ¿Qué hicimos antes y qué estamos haciendo para evitarlo? ¿Cómo podemos pensar, sin intervenir en sus determinantes, que la única solución a la inseguridad es más violencia?
Así como las mujeres han logrado su día para la justificada lucha contra la violencia de género, es necesario que otras voces se eleven en nombre de quienes no pueden hacerlo por sí mismos, para denunciar la violencia por vulnerabilidad biológica, que también deberá alcanzar a los ancianos, otras víctimas silenciosas de este gravísimo fenómeno social. Sugiero a las organizaciones sociales e instituciones que se ocupan de la promoción o defensa de los derechos de los niños, que nos manifestemos para que se declare al 28 de diciembre de cada año como el "Día de la no violencia contra los niños", como verdadero homenaje a los niños de Belén pero también a los millones de víctimas inocentes ya no de un Rey enloquecido sino de una sociedad que sigue sin respetar seriamente la vida humana.
En el Día de los Santos Inocentes, en lugar de imaginar qué broma pesada podemos hacer, dediquemos el mismo tiempo a pensar qué podemos hacer el año que se inicia para evitar una sola víctima infantil de la violencia. Mientras tanto, digamos humildemente: ¡Que la inocencia... nos perdone!!!
(*) Profesor de la Cátedra de Salud, Medicina y Sociedad de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata
@Menos de la fotografía, eldia.com.ar/Horacio O. Pracilio