Ruina y miseria. La Universidad de Ferrara ha diagnosticado el lamentable estado de la basílica erigida sobre el lugar del Nacimiento
Al vicealcalde de la ciudad, George Saade, le gusta decir que Dios «les dio el gran regalo de que su hijo naciera en Belén hace dos mil años». La Biblia narra que lo hizo en un pesebre (Lucas 2:7), sobre el que Constantino erigió una iglesia en el siglo IV que fue aniquilada por los samaritanos y después el Emperador Justiniano (527-565) construyó una basílica, que ha llegado hasta nuestros días en un estado lamentable. La lluvia se cuela por las cubiertas del siglo XV, como ha documentado la Unesco, hasta hacer charcos en el interior. La humedad se come la madera, los frescos medievales pintados en las columnas de la nave central se borran y los mosaicos se deshacen.
Conmueven los estragos que en el edificio han causado el tiempo y la pobreza. Pero también el egoísta control, -luego solidificado por el 'Status Quo' de los Santos lugares de 1852-, que desde las Cruzadas han ejercido sus 'copropietarios': las Iglesias Ortodoxa Griega, Ortodoxa Armenia y Latina, que, enfrentadas entre sí, han impedido reparar un templo que creen suyo.
«Esta basílica, muy antigua y necesitada de restauración, se había convertido en un símbolo de nuestra incapacidad de hablar», admitía el pasado septiembre el franciscano Pierre Battista Pizzaballa, jefe de la Custodia de Tierra Santa, coincidiendo con el anuncio de que, por fin, las tres Iglesias se han puesto de acuerdo y La Natividad va a ser renovada en profundidad.
Una intervención rápida
Su deterioro es inexplicable. Lo dice el profesor de la Universidad de Ferrara Claudio Alessandro, que coordina el equipo científico que ha realizado el diagnóstico previo. «El edificio entero no está en riesgo de colapso, pero su tejado, sin duda, requiere una intervención rápida para evitar derrumbes», ha explicado el experto a V.
El 'estado de salud' de la Natividad pasa también por la «desintegración, caída o daño severo» de los yesos interiores, los mosaicos se están desprendiendo víctimas «de siglos de negligencia y abandono», aunque la buena noticia es que la estructura de mampostería «se ha conservado bastante bien, sin grietas significativas o deformaciones visibles». El mérito es del «buen suelo de roca sobre el que descansa y la precisa técnica constructiva utilizada».
Todavía no está claro de dónde se va a sacar el dinero de la restauración. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha aportado un millón de dólares para pagar los estudios. Su ministra de Turismo, Khulud Daibes, dijo que no descartan pedir «apoyo internacional. No se ha hecho nada en siglos.», se lamenta. Informes como el de Qustandi Shomali, de la Universidad de Belén, recuerdan los arreglos de 1842, posteriores al terremoto que sacudió la basílica en 1834, -en 1869 también hubo un incendio en la gruta del Nacimiento-, y las reparaciones de 1939, que nunca fueron integrales. Guerras y olvido han sumido en la miseria la cuna del Cristianismo
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