(Por el interés de un +Hermano en conocer el nombre oculto de Dios, subimos este artículo que si bién no le solucionará sus dudas si le ayudará en su pregunta, aparte del interés de la exposición, que es innegable. Un saludo, Fratertempli)
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En cada nombre reside un poder implícito y un sonido energético que puede crear, curar o incluso matar
Rumplestiltskin, Anne Anderson
Les voy a contar un secreto: saber el nombre de una persona sirve para algo más que llamarla. Además confiere un cierto poder sobre ella. Bajo esta premisa, algunas culturas han tenido especial cuidado de no revelar el verdadero nombre a extraños pues, de lo contrario, podrían estar a merced de aquél que lo poseyera. Saber el nombre verdadero de alguien, sea animal, cosa, persona o dios, es tener el "poder del nombre". En las culturas de tradición, sus miembros tenían un nombre público, conocido por todos, y también otro oculto, íntimo, esotérico, el que revelaba su auténtica personalidad. Creían que ese nombre representaba alguna peculiaridad espiritual.
El poder del nombre está relacionado con la fuerza creativa del sonido: aquello que se invoca en voz alta, utilizando las palabras y los vocablos correctos, acaba por materializarse y cumplirse. Es la base de los grimorios y de los libros de encantamientos, de magia y maldiciones. Las palabras de poder pueden ser útiles para invocar a las fuerzas de la naturaleza y a los seres elementales. Esto mismo lo manifiesta el reverendo Kirk de Aberfoyle en su obra La Comunidad Secreta cuando escribe que los “subterráneos” desaparecen apenas han oído invocar el nombre sagrado de Dios o el de Jesús. Así ocurre en varias leyendas asturianas sobre las xanas.
La creencia en este poder ha hecho que en las supersticiones de raíz cristiana fuera costumbre, hasta hace poco, no revelar el nombre de un niño antes de que fuera bautizado, pues en ese lapso de tiempo está desprotegido contra las asechanzas del demonio, las brujas o los malos espíritus. En el País Vasco existe una arraigada creencia de que aquello que no tiene nombre no existe (lo mismo que ocurría en la antigua Babilonia y otras civilizaciones). Normalmente, los niños vikingos recibían el nombre de un familiar fallecido recientemente porque así recibiría algunas de las características suyas. Y en los casamientos de los mormones (o “sellamientos”, como ellos los llaman) se le otorga un nombre tanto a la mujer como al marido que resultan secretos y que sólo ellos conocen.
En un grado superior, saber el verdadero nombre de Dios es conocer la totalidad de su Creación y eso es algo que otorga fuerza para modificar la naturaleza. Ni más ni menos. Los cabalistas creen que Dios posee 72 nombres que son las 72 combinaciones de las letras hebreas del capítulo 14 del libro del Éxodo. Y todo ello se puede resumir en una palabra: el Shem Shemaforash, el Nombre Secreto e impronunciable.
El rey Salomón era uno de los depositarios del mismo y para evitar que algún día pudiera perderse, creó un criptograma geométrico a partir del cual puede deducirse la Palabra Secreta. Salomón lo hizo inscribir en una plancha metálica, una especie de talismán de oro engastado con piedras preciosas que los autores latinos denominan la Mesa de Salomón y los autores árabes el Espejo de Suliman. Y esa Mesa y ese Nombre Secreto, según las crónicas medievales, se encontraría en alguna parte de España.
En el Islam hablan de los 99 nombres de Alá, que son las formas de referirse al Creador. Algunos piensan que el número 100 sería su auténtico e impronunciable nombre, ya que todos los demás son adjetivos que lo describen. Los seguidores de la Fe Baha’i, una religión sincrética que nació en Persia hace un par de siglos, piensan que el centésimo nombre sería Bahá, una palabra que significa «esplendor».
La creencia en el poder del nombre aparece con frecuencia en los cuentos de hadas, jugando un importante papel. Los nombres tabú y los nombres secretos son la base de muchos de los relatos que proliferan por todo el mundo. Los protagonistas suelen ser diablos o duendes, celosos de su nombre que retan a que sea adivinado y que al final es desvelado. ¿Qué nombres secretos son esos? En Inglaterra el nombre oculto del duende es "Tom Tit Tot" y en Cornualles el nombre del diablo, con quien la niña hace el pacto, es "Terry-Top".
En la versión escocesa es "Whuppity Stoorie". En Suecia se llama "Tiheliture". En un cuento húngaro es un enano cuyo nombre revelado es "Winterkoble". En Austria se llama "Kruzimugeli", en Islandia "Gilitruh" y en Alemania está el que posiblemente sea el más famoso de todos los nombres ocultos, y lo sabemos gracias a los Hermanos Grimm, cual es el del enano "Rumplestilskin". En España también tenemos nuestra variante de este tabú que es el de María Quiriquitón.
El poder de la palabra también se utiliza para abrir puertas de entrada y salida a mundos dimensionales. Invocando la frase certera, una puerta se abre (caso del "Ábrete Sésamo" de Alibabá) o se desencanta a un hada o a un tesoro. "Hocus Pocus", “Abracadabra” y "Sim sala bim" son algunos conjuros antiguos que fueron considerados mágicos. Los ensalmadores utilizaban este poder para curar a las personas a través de sus ensalmos, igual que ocurría en Galicia con los pastiqueiros.
Es increíble el efecto que producen las cosas que nombramos. La mayoría de las veces no somos conscientes de sus consecuencias. Las palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y sentimientos porque la palabra es sonido. El sonido es vibración y la vibración es energía. Por eso, en cada palabra y en cada nombre reside un poder implícito y un sonido energético que puede crear, puede curar o incluso puede matar. Algunas palabras solo deberían usarse una vez en la vida y otras no habría que cansarse de repetirlas. Una de ellas es “amor”, el término elegido por los internautas hispanohablantes como el vocablo más bello de la lengua castellana en una encuesta organizada por la Escuela de Escritores en el 2006.
@Jesús Callejo Cabo/el reservado.es