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FRATERTEMPLI - ORDEN DEL TEMPLE, el blog: abril 2020
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LA RELIQUIA

LA RELIQUIA
LA CASA FOX, EN PODER DE LA RELIQUIA DESDE EL 191 AL 902 AÑO DEL TEMPLE

“AÑO 191 DEL TEMPLE, (1309), UNOS 40 CABALLEROS TEMPLARIOS PROCEDENTES DE LOS CASTILLOS DE MONZÓN Y CHALAMERA DIRIGIDOS POR SU COMENDADOR FR.++BERENGUER DE BELVIS RESISTEN A DURAS PENAS EN EL CASTILLO DE MONZÓN EL ASEDIO DE LAS TROPAS DE JAIME II DIRIGIDAS POR EL PROCURADOR GENERAL ARTAL DE LUNA. RENDIDO EL CASTILLO, EL COMENDADOR TEMPLARIO HACE ENTREGA DE SU CRUZ PECTORAL AL CONQUISTADOR DE LA FORTALEZA ARTAL DE LUNA, CON LA ÚNICA CONDICIÓN DE QUE NO LA DEJARA CAER EN MALAS MANOS, MANOS SACRÍLEGAS, ES DECIR, EN LAS MANOS DE LA IGLESIA, PARA QUE NO DESAPARECIERA. ARTAL DE LUNA CUMPLE SU PALABRA Y ENTREGA LA CRUZ A LA MADRE DE UN TEMPLARIO, DEFENSOR DEL CASTILLO. LA RELIQUIA LLEGA POR ESTA VÍA A LA TEMPLARIA CASA FOX, QUE LA CUSTODIA HASTA NUESTROS DÍAS. DONDE ESTÉ LA CRUZ ESTÁ LA ORDEN. ASI HA SIDO Y ASI SERÁ, PESE A LOS INTENTOS DE APROPIACIÓN POR PARTE DE ELEMENTOS AJENOS A LA MISMA AUNQUE EN ALGUNOS CASOS VISTIERAN NUESTRO BLANCO MANTO. ROGUEMOS A LA CRUZ PARA QUE CON LOS DELINCUENTES QUE PROTAGONIZARON LOS DESHONROSOS Y DELICTIVOS HECHOS OCURRIDOS EN EL SIGLO XX EN BELVER DE CINCA CON LOS RESTOS DE LOS DEFENSORES DE LOS CASTILLOS DE MONZÓN Y CHALAMERA Y VECINOS TAMBIÉN ALLÍ ABANDONADOS SE HAGA JUSTICIA Y LOS RESTOS DE LOS CABALLEROS TEMPLARIOS Y DE LOS VECINOS PROFANADOS Y EXPOLIADOS JUNTO A ELLOS ABANDONEN EL VERTEDERO Y EL OSARIO PARA QUE, UNA VEZ ENTREGADOS A QUIEN DESDE EL PRIMER MOMENTO DEL EXPOLIO Y LA PROFANACIÓN NO CESA EN ESTA LUCHA DE DAVID CONTRA GOLIATH, RETORNEN DE SU MANO A LA SEPULTURA DIGNA DE LA QUE NO DEBIERON SER PRIVADOS EN DONDE DISPONGA EL HEREDERO DE LA CASA FOX, TEMPLARIO INCANSABLE Y LUCHADOR INAGOTABLE AL QUE TODAS LAS RAMAS DE LA ORDEN Y DEMÁS GENTE DE BIEN DEBIERAMOS AYUDAR EN SU BÚSQUEDA DE JUSTICIA Y REPARACIÓN DE LOS DAÑOS CAUSADOS. ES NUESTRA OBLIGACIÓN."

¿CONTINUAREMOS MIRANDO PARA OTRO LADO MIENTRAS LOS RESTOS DE LOS +HERMANOS SIGUEN EN EL VERTEDERO?

SI QUIERE CONOCER LOS HECHOS, EL LUGAR DONDE SE PROFANARON LAS TUMBAS DE ANTIGUOS CABALLEROS TEMPLARIOS. SABER QUIENES SON LOS PROTAGONISTAS Y CULPABLES DE LA SACRÍLEGA PROFANACIÓN Y POSTERIOR ABANDONO DE LOS RESTOS HUMANOS EN EL VERTEDERO DE BELVER, ENTRE EN EL BLOG DE BELVER DE LOS HORRORES

Burofax enviado por D. Miguel Fox a Fernando Elboj Broto

Burofax enviado por D. Miguel Fox a Fernando Elboj Broto
Belver de los Horrores

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DESDE HOY, 1 DE MARZO DE 2012, EL BLOG DE BELVER DE LOS HORRORES SE UNE AL BLOG DE FRATERTEMPLI, PASANDO A SER PARTE DEL GRUPO FRATERTEMPLI, ORDEN DEL TEMPLE.

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NO DESCANSAREMOS HASTA QUE SE HAYA HECHO JUSTICIA CON "LOS MUERTOS DEL VERTEDERO Y LA CASA FOX"


NNDNNSNTDG

POR SI HAY ALGÚN DESPISTADO.

Para que si alguien, despistado o intencionado, cree o dice que nos ha escrito no siendo verdad, y aunque desde la creación del blog está en la parte inferior del mismo nuestra dirección de correo electrónico, nuestro email es fratertempli@yahoo.es , siendo el máximo responsable de lo que aquí se dice, Fr.+++ Anselmo de Crespi.


SI TARDA UNOS MOMENTOS EN CARGAR LA SIDEBAR, (PARTE DERECHA), LES PEDIMOS DISCULPAS, PERO SERÁN SOLO UNOS BREVES MOMENTOS LO QUE TARDE.




NADA DE LO QUE APARECE EN FRATERTEMPLI ES MENTIRA

JURO QUE TODOS LOS COMUNICADOS QUE APARECEN EN EL BLOG DE FRATERTEMPLI SON CIERTOS, QUE EN ESTE BLOG NADA ES MENTIRA SALVO LAS BROMAS E INOCENTADAS DEL DÍA DE LOS INOCENTES.

TODO AQUEL QUE POR LOS MOTIVOS QUE FUERAN, SOBRE TODO POR INTERESES ECONÓMICOS PERSONALES, DIGA O PUBLIQUE QUE ALGUNO ES MENTIRA, QUE LO DEMUESTRE Y VAYA A LOS TRIBUNALES DE JUSTICIA. MIENTRAS NO HAGAN ESO, EL RESTO DE DESMENTIDOS POR PARTE DE LOS QUE SE ALIMENTAN DE ESTAFAS Y DE SACAR DINERO A COSTA DE LA ORDEN DEL TEMPLE, NOS DAN IGUAL, PUES POR SUS HECHOS LOS CONOCEREIS, Y FRATERTEMPLI NUNCA HA MENTIDO SABIÉNDOLO QUIEN NOS SIGUE, Y ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A AMENAZAS DE DENUNCIAS QUE NUNCA LLEGAN POR SER SIEMPRE CIERTO LO QUE PUBLICAMOS.

FTAT, NND. Fr. +++Anselmo de Crespi,

que por cierto, y para algún ignorante, es mi nombre iniciático, no es un alias, ni un nick tras el que esconderme, ni por supuesto mi nombre de pila. Y no soy conde, ni marqués, ni tengo ningún título de esos que como en Illescas, (Toledo), compran algunos y que son más falsos que ellos mismos.

jueves, 30 de abril de 2020

¿Estuvo Jesús en la India?


La verdad histórica detrás de los mitos sobre Jesús

¿Conoces el polémico libro del revolucionario indio Ganesh Savarkar, Introducción a Cristo (1946), donde Jesucristo sería en realidad hindú y no habría muerto en la cruz, sino en la India, habiendo sido un sacerdote hindú y cuyo verdadero nombre habría sido Keshao Krishna?

Se afirma que cuando Jesús se retiró al desierto de Judá, en realidad se fue a la India a practicar yoga. La historia cuenta que Jesús fue rescatado de la cruz por los esenios y lo resucitaron con hierbas milagrosas del Himalaya, para morir en la Cachemira india.

Entiendo que esta historia le parezca a muchos un disparate para una película de ficción, y estoy de acuerdo. Pero lamentablemente muchos autores lo repiten como historia cierta.

Aunque se trata de “un cúmulo de absurdos” como expresó el portavoz de la Conferencia Episcopal de la India, P. Prakash Topno, este tipo de historias sobre Jesús también ha sido alimentada en occidente, cuyos orígenes son puras invenciones y novelas pseudohistóricas que muchos esoteristas citan como fuentes.

La fascinación con “la vida oculta” de Jesús, su adolescencia y su paso por el desierto, han generado mitos sobre una juventud de Jesucristo llena de fantasías sin ninguna base histórica. Estas ideas fueron fomentadas por la literatura apócrifa temprana, tanto judeocristiana como gnóstica, y por novelas modernas desde el siglo XIX hasta la actualidad. Pero la invención de un Jesucristo budista o hinduista es más reciente, especialmente dentro de círculos teosóficos.

Historias fantásticas sobre Jesús aparecen en muchos movimientos esotéricos modernos y sectas. Se ha dicho de Jesús desde que es un extraterrestre, hasta que fue iniciado dentro de una pirámide egipcia. La ideología que se difunde detrás del Jesús hindú tiene como finalidad caracterizar a Jesús como un hombre cuya sabiduría “superior” viene de la India o de otras culturas, pero no del mundo judío. ¿De dónde salieron todas estas ideas?

El origen de los mitos sobre Jesús

En el año 1910, Ernst Elder von der Planitz, dio a conocer el hallazgo de una supuesta traducción de un papiro copto que contenía una carta en griego del año 83 d.C. El texto se atribuye a un médico egipcio, Benan, quien además habría sido amigo de Jesús en su juventud.

La historia que relata parte de la huida de la Jesús, María y José a Egipto, cuando Herodes lo buscaba para matarlo, continúa con una leyenda de iniciación de Jesús en la magia egipcia, instruido por astrónomos. En Egipto Jesús habría aprendido técnicas sanadoras y regresaría a los treinta años a Palestina, donde comienza su ministerio público.

Aunque se aclaró la falsedad de la historia y se demostró que era una invención moderna, los círculos de antropósofos, ocultistas y algunas logias masónicas lo recibieron con fe y entusiasmo. El texto busca mostrar a Jesús como un librepensador e intelectual cosmopolita, como una mezcla entre sabio egipcio e iluminado budista.

Sin embargo, en el siglo XX, en círculos esotéricos, fueron más populares las versiones fantasiosas de Jesús viviendo en la India. Todas las ideas que luego se multiplicaron en obras posteriores tienen como fundamento “El vacío en la vida de Jesús”, publicado en París en 1894 por el aventurero Nicolás Notovitch, según el cual, Jesús siendo joven se fue a la India e hizo su aprendizaje con brahamanes y monjes budistas. Los supuestos documentos que nunca encontró para demostrar sus teorías, en realidad no existieron.

En 1901 el clérigo inglés Gideon J.R. Ouseley cuenta una versión similar en el “Evangelio de la vida perfecta”, que también resultó ser una falsificación. En dicha obra Jesús es un predicador de doctrinas budistas, defensor de los animales y vegetariano.

Según Ouseley, dicho Evangelio le ha sido revelado por inspiración sobrenatural, aunque en otra ocasión afirmó que lo había traducido de un texto en arameo. Una obra de 96 capítulos que mezcla textos del evangelio con doctrinas esotéricas, muy leída en círculos teosóficos. Muchas revistas de divulgación científica citan la obra como histórica, mencionando la popular leyenda del profeta Issa (Jesús) en la India y las ideas vegetarianas del Evangelio de Ouseley.

Otras falsificaciones modernas como el Evangelio de Wassermann o el “Evangelio esenio de la paz”, muestran a un Jesús inspirado en el budismo con facetas esotéricas. Usan los mismos versículos de los evangelios canónicos ampliados y explicados con doctrinas ocultistas modernas.

Jesús en la India y las fantasías de Kersten

Apoyados en este tipo de fantasías se escribieron, el conocido libro de Holger Kersten, “Jesús vivió en la India” y la obra de S. Obermeier, “¿Murió Jesús en Cachemira? de 1983.

Un libro en el que se apoya Kersten para sus teorías sobre Jesús viviendo décadas en Cachemira y su iniciación en la orden de los esenios, es el libro de Mirza Ghulam Ahmad, “Jesús en la India”, del año 1899, el cual basa sus ideas en una supuesta revelación sobrenatural que recibió de Dios.

Según Kersten, luego de la recuperación de Jesús con los esenios, éste se encuentra con Saulo de Tarso en el camino a Damasco y luego se dirige a Siria, para finalente huir de los romanos hacia la Cachemira, pasando por Persia. La última morada de Jesús según esta fantástica historia es la tumba de Yuz Asaf, quien sería en realidad Jesús de Nazareth.

La tesis de que Jesús habría simulado su muerte y que fue cuidado por los esenios hasta que sanó, tuvo gran difusión en el siglo XVIII, a raíz de una supuesta “carta de los Esenios” que sería de un testigo ocular de la crucifixión. Dicha carta fue desenmascarada como una falsificación moderna, pero alimentó una serie de leyendas y rumores que se difunden como históricos hasta el día de hoy.

Muchos esoteristas europeos antisemitas vieron en estas historias una hipótesis de un Jesús de origen ario y no semita. Las teorías de este tipo se pierden en un mundo de fantasía, pero nos llegan a nosotros a través de muchos medios de divulgación científica y de novelas pseudohistóricas, confundiendo a no pocos incautos en la materia.

El Jesús histórico

Las fuentes sobre Jesús de Nazareth, tanto las bíblicas como las fuentes históricas de judíos y romanos de su tiempo, así como de los primeros autores cristianos, nos proporcionan un enorme caudal de información fidedigna que nos permite acceder a aspectos innegables de la historia de Jesús, más allá de las creencias religiosas.

Historias fantásticas sobre Jesús que quieran justificar la ideología de turno, han existido siempre, pero sin ninguna base histórica. En una época se hablaba de Jesús como revolucionario social, hace pocos años era un comandante extraterrestre y ahora le tocó el turno de ser un gurú de la sabiduría new age que fue entrenado en la India. Obviamente en todas las versiones Jesús es contrario a la Iglesia que él mismo fundó. Los cuentos son los de siempre y no son muy originales, pero desafían a los cristianos a conocer en profundidad las fuentes históricas del cristianismo para dar razón de su fe a quien sea que lo demande.

El primer tomo de Jesús de Nazareth, escrito por Benedicto XVI, es una obra accesible para todo público y recomiendo leer los tres tomos. En ellos encontramos una poderosa síntesis histórica y teológica donde profundizar en la identidad y el mensaje de Jesús.



Para profundizar:

Benedicto XVI. (2007). Jesús de Nazareth. (Tomo I). Madrid: Planeta.

Evans, Craig. (2007). El Jesús deformado. Cómo algunos estudiosos modernos tergiversan los evangelios.Santander: Sal Terrae.

Kollmann, Bernd. (2010). Los mitos sobre Jesús. Sensacionalismo y leyenda. Bogotá: San Pablo.

Pastorino, M. (2006). ¿Qué hay de cierto tras el Código Da Vinci? Una lectura desde la historia de las religiones y la teología. Montevideo: LEA.


@Miguel Pastorino/es.aleteia.org

miércoles, 29 de abril de 2020

MYRIAM - LA VIRGEN MADRE. (Páginas árabes)


En el planeta Tierra, existían cuatro agrupaciones de seres humanos, que veían en el cielo terso de sus místicas contemplaciones, el acercamiento del Gran Misionero: Los Esenios, congregados en número de setenta en las grandes grutas de las montañas de Moab, al oriente del Mar Muerto, otras porciones en la cordillera del Líbano, y los montes de Samaria y de Judea, mientras los que tenían familia y hogar, se hallaban diseminados en toda la Palestina, y éstos formaban como una segunda cadena espiritual dependiente de los que vivían solitarios y en celibato.

La segunda agrupación se hallaba en Arabia, en el Monte Horeb, donde un sabio, astrólogo de tez morena, había construido un templo-escuela a sus expensas, y con ochenta y cuatro compañeros de estudios y de meditación, buscaban de ponerse en la misma onda de vibración que las inteligencias invisibles, cortesanos del Divino Ungido, que entraba en el sueño preparatorio para, la unión, con la materia física.

Era Melchor el príncipe moreno, que habiendo tenido en su primera juventud un amor pasional profundo como un abismo, y fuerte como un huracán, le había llevado a la inconsciencia del delito; le había arrancado o un joven pastor, la tierna zagala que debía ser su compañera, con lo cual causó la desesperación y la muerte de ambos.

Melchor, buscando curar el dolor de su culpa, derramó la mitad de su cuantiosa fortuna a los pies de todas las zagalas de su tierra para cooperar a sus bodas y a la formación de sus hogares. Y con la otra mitad construyó un Templo Escuela, y llamó a los hombres desengañados por parecido dolor que el suyo, que quisieran buscar en la serenidad de lo Infinito, la esperanza, la paz y la sabiduría.

Estaba como incrustado en el monte Horeb, entre los cerros fragorosos de la Arabia Pétrea, a pocas millas de Dizahabad, por lo cual los de esta ciudad portuaria les llamaban los ermitaños Horeanos, que fueron respetados y considerados como augures, como astrólogos y terapeutas.

La tercera agrupación se encontraba en Persia, entre las montañas de la cadena de los Montes Sagros, a pocas millas al sur de Persépolis, la fastuosa ciudad de Darío.

El templo se hallaba a la vera de un riachuelo que naciendo en las alturas de los Montes Sagros, desembocaba en el Golfo Pérsico. Comúnmente les llamaron en la región «Ruditas» debido a Rudián, célebre médico que vivió entre los solitarios, cuyos cultos eran como resonancia suave del Zend-Avesta, y origen a la vez, de los dulces y místicos Chutas, que repartían su tiempo entre la meditación, la música y él trabajo manual.

Era Baltasar, el Consejero en esta Escuela de meditación y de sabiduría, y a ella había consagrado la mayor parte de su vida que ya llegaba al ocaso.

Y por fin la cuarta agrupación, radicada en los Montes Suleiman, vecinos al gran río Indo, cuya torrentosa corriente era casi el único sonido que rompía la calma de aquella soledad. Y allí Gaspar, Señor de Sri naghar y Príncipe de Bombay, había huido con un sepulcro de amor en su corazón, para buscar en el estudio del mundo sideral y de los poderes internos concedidos por Dios a los hombres, la fuerza necesaria para ser útil a la humanidad, acallando sus propios dolores en el estudio y la contemplación de los misterios divinos.

He aquí las cuatro porciones de humanidad a las cuales fuera revelado desde el mundo espiritual, el secreto del descenso del Cristo en un cuerpo físico, formado en el seno de una doncella del país en que corre como en el fondo de un abismo, el río Jordán.

Y en la lucidez serena de sus largas contemplaciones, vislumbraron un hogar como un nido de tórtolas entre rosales y arrayanes, donde tres seres, tres esenios, cantaban salmos al amanecer y a la caída de la tarde, para alabar a Dios al son de la cítara, y entrar en la onda vibratoria de todos los justos que esperaban la llegada del Ungido anunciado por los Profetas. Eran Joachin, Ana, y la tierna azucena, brotada en la edad madura de los esposos que habían pedido con lágrimas al Altísimo, una prolongación de sus vidas que cerrara sus ojos a la hora de morir.

Y era Myriam, un rayo de luna sobre la serenidad de un lago dormido.

Y era Myriam, un celaje de aurora sobre un jardín de lirios en flor.

Y era Myriam, una mística alondra, cuando al son de su cítara cantaba a media voz salmos de alabanza a Alláh.

Y las manos de Myriam corriendo sobre el telar, eran como blancas tortolitas sacudiéndose entre arenillas doradas por el sol.

Y eran los ojos de Myriam…  ojos de Siria, que espera al amor… del color de las avellanas maduras mojadas por el rocío… y miraban con la mansedumbre de las gacelas, y sus párpados se cerraban con la suavidad de pétalos al anochecer. ..

Y el sol al levantarse como un fanal de oro en el horizonte, diseñaba en sombra en su silueta gentil y su paso ligero y breve, sobre las praderas en flor, cuando iba con el cántaro al hombro a buscar agua de la fuente inmediata.

Y la fuente gozosa, le devolvía su propia imagen … imagen de virgen núbil, con su frente tocada de blanco al uso de las mujeres de su país.

¡Qué bella era Myriam, en su casta virginidad!…

Tal fue el vaso elegido por la Suprema Ley de esa hora solemne, para depositar la materia que usaría el Verbo Divino en su gloriosa jornada Mesiánica.

Y cuando Myriam contaba sólo quince años, Joachin y Ana con sólo diferencia de meses, durmieron en el seno de Dios, ese sueño que no se despierta en la materia, y la dulce virgen núbil de los ojos de gacela, fue llevada por sus parientes a proteger su orfandad entre las vírgenes , bajo los claustros y pórticos dorados del Templo de Jerusalén, donde los sacerdotes Simeón y Eleazar, esenios y parientes cercanos de su padre, la acogieron con tierna solicitud.

Y la dulce Myriam de las manos de tórtolas, corriendo sobre el telar, tejía el blanco lino para las túnicas de las vírgenes, y los mantos sacerdotales; y corrían sobre las cuerdas de la cítara, acompañando el canto sereno de los salmos con que glorificaban las grandezas de Alláh.

Veintinueve meses más tarde, José de Nazaret, joven viudo de la misma parentela era recibido en el Pórtico de las mujeres por la anciana viuda Ana de Jericó, prima de Joachin, y escuchaban las santas viudas del Templo, la petición de la mano de Myriam para una segunda nupcias, de José, cuya joven esposa dejara por la muerte su lugar vacío en el hogar, donde cinco niños pequeños llamaban madre … madre! sin encontrarla sobre la tierra.

Y Myriam, la virgen núbil de cabello bronceado y ojos de avellanas mojadas de roció, vestida de alba túnica de lino y coronada de rosas blancas, enlazaba su diestra con la de José de Nazaret, ante el sacerdote Simeón de Bethel, rodeada por los coros de viudas y de vírgenes que cantaban versículos del Cantar de los Cantares, sublime poema de amor entre almas hermanas que se encuentran en el Infinito.

Y a todos esos versículos, Myriam respondía con su voz de alondra: «Bajad Señor a bendecir las nupcias de la virgen de Jerusalén».

Terminado el solemne ritual, la dulce virgen recibió en su frente coronada de rosas, el beso de sus compañeras y de sus maestras, besó después el umbral de la Casa de Jehová que cobijó su orfandad, y siguió a José a su tranquila morada de Nazaret.

Los excelsos arcángeles de Dios, guardianes del dulce Jahsua que esperaba arrullado por una legión resplandeciente de Amadores, envolvieron a Myriam en los velos nupciales que tejen, en torno a las desposadas castas y puras, las Inteligencias Superiores denominadas Esposos Eternos o Creadores de las Formas, y mientras caminaba a lado de su esposo hacia Nazaret, iba levantándose este interrogatorio en lo más hondo de suyo íntimo: ¿Qué quieres de mí, Señor, que me mandas salir de tu Templo, para seguir a un siervo tuyo que me ofrece su amor, su techo y su pan?»

Y después de un breve silencio creía escuchar esta voz que no podía precisar si bajaba de lo alto, o era el rumor de las praderas, o la resonancia del viento entre las palmeras y los sicómoros;

«¡Myriam!… Porque has sido fiel en guardar tu castidad virginal en el hogar paterno y el Templo de Alláh; porgue tus manos no se movieron más que para tejer el lino y arrancar melodías de tu atara acompañando las alabanzas de Dios, veras surgir de ti misma la más excelsa Luz que puede bajar a la Tierra».

Y con sus pasitos breves y ligeros, seguía a su esposo camino a Nazaret, absorta en sus pensamientos tan hondos, que la obligaban a un obstinado silencio. .

¿Qué piensas Myriam que no me hablas? —le preguntaba José mirándola tiernamente.

Pienso que me veo en seguimiento tuyo, sin saber porque te voy siguiendo le respondía ella haciendo un esfuerzo para modular palabras.

Porque los velos nupciales de los radiantes arcángeles Creadores de las Formas se envolvían más y más en torno de su ser físico, que iba quedando como un óvalo de luz en el centro de una esplendorosa nube de color rosado con reflejos de oro.

¡Y el silencio se hacía, más hondo, a medida que se acercaban a la casita de Nazaret; silencio de voces humanas pero lleno de armonías, de resonancias, de vibraciones dulces, suaves, infinitas!

Cantaban en torno a Myriam, las Legiones de los Amadores, mientras la belleza ideal de una forma humana flotaba ya en la ola, formidable que es Luz y Energía, por medio de la cual van y vienen, suben y bajan las Inteligencias excelsas forjadoras de toda forma plástica en el vasto Universo!

Y apenas entró Myriam bajo el techo de José, fue a postrarse en el pavimento de su alcoba, y desde el fondo de su yo elevó a la Divinidad esta sencilla plegaria.

«¡Señor … Señor!… Desde tu Templo de oro me has conducido a esta humilde morada, donde continuaré cantando tus alabanzas, tejiendo el lino y  elaborando el pan de los que rodean mi mesa. ¡Señor… Señor!… ¡Myriam será tu rendida esclava, en cualquier condición de vida en que quieras colocarla!

— ¿Qué haces Myriam y por qué tienes lágrimas en los ojos? —le dijo José al verla, de rodillas en medio de la alcoba y con dos líquidas perlas en sus blancas mejillas.

—Oro a Alláh, para que sea yo portadora de la paz en tu hogar —respondió ella.

Y llevada por José de Nazaret, fue a encontrar junto al hogar que ardió, en vivas llamaradas, a los cinco hijitos de José, que vestidos con sus mejores ropas esperaban ansiosos a la dulce madre, que les prometiera traer su padre. Los niños de 10, 8, 6, 4 y 2 años se prendieron de la túnica blanca de Myriam, mientras se alzaban en la punta de los pies para besarla en la boca.

Y una Legión de Amadores cantaban invisibles en torno a la Virgen, madre de cinco niños que otra madre trajera a la vida, y la cual, sin duda lloraba de felicidad., viendo a sus tiernos retoños acariciados por la hermosa Virgen rubia que les amaría como una madre.

El humilde hogar del artesano se vio con la llegada de Myriam inundado de interrumpidas ondas de luz, de paz y de amor.

Los niños reían siempre, las golondrinas alegres y bulliciosas anidaban en el tejado; las tórtolas aleteaban arrullándose entre el verdor brillante del huerto, las alondras y los mirlos cantaban al amanecer haciendo coro a los salmos de Myriam que les acompañaba con las melodías de su cítara.

— ¡Qué «hermosa es la vida a tu lado Myriam! —le decía José cuando terminada su labor de artesano, se sentaba junto al telar donde su esposa tejía o junto a la lumbre donde ella cocía el pan y condimentaba los manjares.

Me parece que estás siempre envuelta en la luz de Alláh y que le tengo a Él bajo mi techo, desde que estás a mi lado. Si la ley no dijera «No adorarás imagen ni figura alguna, sino sólo a Mí que soy tu Creador» estaría por adorarte Myriam como a un retazo de Dios.

Y cuando así empezaba José a diseñar en palabras sus pensamientos de admiración, Myriam ruborizada entornaba los ojos mientras ponía, sus deditos de rosa sobre la, boca de José para indicarle callar.

Su estado habitual era un dulce y suave silencio, porque la poderosa irradiación de la forma astral que flotaba acercándose y del radiante Espíritu Divino que vibraba en lo infinito, la tenía de tal modo embargada y absorta en su propio pensamiento, que con dificultad bajaba al mundo exterior, cuyas vibraciones eran pesadas y duras comparadas con la intensa y suavísima armonía de su mundo interior.

¡Myriam!… ¡Dulce y tiernísima Myriam! ¿Cómo habían de comprenderte en tu silencio las mujeres nazarenas que hablaban y reían siempre en alegres corrillos cuando hilaban o tejían, cuando recogían, leña y heno en el prado, cuando cosechaban sus viñedos y sus higueras, cuando caminaban presurosas a buscar con sus cántaros el agua de la, fuente?

¡Myriam! ¿Por qué estás triste?… ¡Myriam!… ¿Cuándo vas a reír? ¡Myriam!… ¿No tienes nada para contarnos?… ¿No eres feliz Myriam?

A todos estos interrogantes hechos espontáneamente y sin premeditación por las mujeres nazarenas, Myriam contestaba con una suave sonrisa o con estas palabras:

— ¡Soy tan feliz, que si hablara, paréceme que mis propias palabras interrumpirían la melodía interna que me arrulla siempre!

¿Cómo podían comprender a Myriam las mujeres nazarenas, si ella sola era el vaso de nácar elegido para recibir al amor que es canto universal, inefable y eterno?

¡Y el amor cantaba en ella, oculto como una lira bajo su blanco tocado!

¡Y él amor cantaba para ella, cuando de rodillas en la penumbra de su alcoba solitaria, oraba a Dios para que enviara  el Salvador prometido a los Profetas!

¡Él amor cantaba junto a ella, cuando su meditación era profunda, y hermosas visiones iban surgiendo del claro espejo de su mente no ensombrecido por hálito alguno, que no fuera el aliento soberano del amor que buscaba nido en su seno!

El amor cantaba en sus ojos, que acariciaban al mirar, que el pudor o él éxtasis entornaban como pétalos mojados por la lluvia y besados luego por el sol!

El amor, cantaba en sus manos cruzadas por la oración honda, profunda, íntima, conque su alma de elegida le respondía en salmos idílicos, durante todas las horas que iban desgranándose de sus días como perlas blancas, azules, doradas!…

En su purísima inocencia, Myriam pensaba:

«Ni aún en mis días luminosos del Templo santo de Alláh, me sentí tan absorta en la Divinidad como hoy, que me hallo sumida entre las monótonas labores de ama de hogar.

Diríase que la casa de José es también un templo pequeño y humilde, pero donde baja en raudales el aliento de Alláh para purificar a las criaturas por la Fe, la Esperanza y el Amor».

Las Iglesias Cristianas, como inspiradas de oculto conocimiento de la Verdad profunda, encerrada en estos extraordinarios acontecimientos, rinden culto sin definir por qué, a los días solemnes de ansiedad y únicos, en la vida de una mujer, a los cuales han llamado «días de expectación de la Virgen Madre.».

Días de gloria, de paz y de amor incomprensibles para el vulgo, pero de una sublimidad clara y manifiesta para Myriam, que veía deslizarse en torno de ella visiones de oro magníficas y radiantes, que le hablaban con voces sin sonido, de cielos ultraestelares, de donde momento a momento bajaba la Luz sobre ella, y el Amor tomaba plena posesión de ella; y las arpas eternas cantaban en ella misma, como si todo su ser fuera una vibración con vida propia, un himno divino, que tomaba formas tangibles a intervalos, o se esfumaba en el éter con rumor de besos suavísimos después de haberla inundado de tan divina felicidad, como jamás lo soñara, ni aún en sus más gloriosos días entre las Vírgenes de Jerusalén.

Y este estado semi extático de Myriam, entristecía a veces a José, que en su inconciencia de los excelsos designios divinos sobre su compañera, se juzgaba a sí mismo duramente como un indigno poseedor de ese templo vivo de Dios, como un audaz gusano que había osado acercarse a la virgen núbil, bajada a su hogar de artesano, como un rayo de luna en las noches serenas; como un copo de nieve resbalado de cumbres lejanas vecinas de los cielos; como una ave del paraíso asentada en su tejado…

¡Pobre y triste José, en su inconsciencia de los excelsos destinos de Myriam traída a su lado por la Ley Divina, porque su honrada probidad de hombre justo, le hacía digno protector y amparo en esa hora extraordinaria y única, en la vida de Myriam!..

La mayoría de los primeros biógrafos de tales acontecimientos, tampoco interpretaron debidamente la tristeza de José, atribuyendo a que habían pasado por su mente alucinada, obscuros y equivocados pensamientos respecto a la santidad de su esposa. ¡Nada de éso!

José no pensó nunca mal de su santa compañera, sino que por el contrario, se vio a sí mismo demasiado imperfecto junto a ella; demasiado hombre junto a ella que era un ángel con formas de mujer, y hasta pensó en huir por juzgarse indigno de permanecer ni un día más junto a aquella criatura celestial, que él mismo solicitó por esposa en los Atrios del Templo de Alláh.

Mas, el amor que cantaba Myriam, cantó también una noche en sueños para el entristecido José que cayendo del lecho bañado en llanto se prosternó sobre el frío pavimento de la alcoba, adorando los designios de Alláh que  le había tomado como medio de realizar en el plano físico terrestre, lo que la Eterna Voluntad había decretado desde las alturas de su Reino Inmortal!

Y la infinita dulzura de una paternidad que le asemejaba a Dios, cantó divinas melodías en el alma de José, para quien se había descorrido el velo místico que ocultaba la encarnación del Verbo de Dios en el casto seno de Myriam.

 ¡Ya está todo comprendido y sentido!… Ya la gris nebulosa de cavilaciones se ha esparcido en polvo de oro y azul, y los esposos de Nazaret esperan felices que desborde la Luz Divina bajo el, techo humilde que les cobija.

… paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!

Texto del Tomo I  A.E de Mamina.
@paginasarabes®

EGIPTO . La ruta de La Sagrada Familia



“El Ángel del Señor se apareció en sueños a José, y le dijo: Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarle”, evangelio de Mateo 2, 13-14. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.” (Mateo 2,14-16). Aquí se inicia el éxodo de la Sagrada Familia

La Huida

Y así partieron de Belén en su camino predestinado, lleno de peligros a cada paso. En aquellos lejanos días, había tres rutas que podrían ser seguidas por los viajeros que atraviesan el Sinaí de Palestina a Egipto, un paso que por lo general se lleva a cabo en grupos. Pero, en su huida de la furia infanticida del rey Herodes, la Sagrada Familia comprensiblemente tenía que evitar los caminos trillados por completo, y seguir caminos desconocidos, guiados por Dios y su ángel. Se abrían paso, día a día, a través de valles escondidos y en mesetas desconocidas en los páramos escarpados de Sinaí soportando el calor abrasador del sol durante el día y el frío de las noches del desierto. Y así llegaron, por fin a Egipto en la que inician su periplo según la crónica llamada Minar escrita por el Papa Teófilo, Patriarca de Alejandría 23 (384-412 dC), quien recibió una revelación de la propia Virgen María, que le relató los acontecimientos del viaje y los lugares que visitaron.

El Viaje

La Sagrada Familia llego desde Belén hasta El-Zaraniq a unos 37 km al oeste de Al-Arish y entró en Egipto por el norte del Sinaí, por Farma (Pelusium) donde debieron detenerse en algunos de sus oasis, cerca de Port Said. Ya en el delta del Nilo llegaron a la ciudad de Tel Basta cerca de la ciudad de Zaqaziq. Se dirigieron hacia el sur hasta la ciudad de Mostorod, a unos 10 Km de El Cairo, esta ciudad se llamaba antiguamente Al-Mahamma que significa “lugar de baño”, en conmemoración a que la Virgen María bañó al niño Jesús y lavó sus ropas. En este lugar Jesús a su regreso creó una fuente que sigue existiendo hoy día. Siguieron su viaje hacia el noroeste a Belbeis, allí La Sagrada Familia se protegió del sol a la sombra de un árbol, que hoy recibe el nombre de “el árbol de la Virgen María”. Siguieron hasta la ciudad de Meniet Samannoud (Meniet Genah) situada en el noroeste y allí cruzar el Nilo hacia Samannúd (Jamanuti-Zebet Nether), donde fueron bien recibidos, continuaron hacia el noroeste hasta Sakha (Khaset-Lysous-Pija Ysous). La huella de Jesús apareció en una roca, y ahí tomo la ciudad su nombre copto (Lysous), esta roca fue ocultada durante siglos por temor a que fuese robada y desde hace algunos años está expuesta al público. La Sagrada Familia cruzó el Nilo hacia el oeste y se dirigió hacia el sur hasta Wadi El-Natrun lugar que fue bendecido por Jesucristo y la Virgen María.

Viajaron hacia el sur y volvieron a cruzar el Nilo hacia el este, hasta la zona de Matariah, cerca de Ain Shams (Heliópolis) a 10 Km de El Cairo. En Matariah, La Sagrada Familia se protegió del sol debajo de un árbol conocido hoy como “El Árbol de María”.

Y por fin llegaron a El Viejo Cairo.

En el área que llamamos “El Antiguo Cairo” es donde con mayor fuerza se recuerda el viaje de la Sagrada Familia, allí se desarrolló posteriormente el incipiente cristianismo, en épocas donde se conjugaban alternativamente el conocimiento de la Palabra con las persecuciones. Se cobijó en una cueva durante tres meses, sobre la cual, años después, se construyó la Iglesia de San Sergio (Abu Serga). En esta zona, se produjo el encuentro de las religiones, ya que aquí, a pocos metros, se establecieron los primeros cristianos, los primeros musulmanes y los judíos más antiguos, que construyeron la primera sinagoga de África.

La iglesia de San Sergio tiene forma de Arca de Noé, en sus paredes interiores se suceden iconos realizados sobre madera y planta de papiro, en donde aparecen numerosos dibujos con forma de paneles de abeja, «porque la Palabra de Dios es más dulce que la miel». Saliendo de esta iglesia, recorriendo la misma callecilla, se llega a la sinagoga, aunque antiguamente fue iglesia cristiana. Tras el edificio se encuentra un pozo que recuerda el mismo lugar donde fue encontrada la canasta de Moisés por la hija del faraón, ya que el sitio se encuentra cerca de un antiguo palacio de Ramsés. La tradición asegura asimismo que Jeremías está enterrado en este mismo lugar.

Parece ser, con cierta lógica, que todos los lugares visitados por la Sagrada Familia se convirtieron en una iglesia. Esta proliferación de edificaciones cristianas puede apreciarse en el barrio del viejo Cairo. Algunos de los sitios para visitar en el área son: La Iglesia Colgante (Al-Muallaqa), la iglesia de Santa Bárbara, la iglesia y convento de San Jorge, la Iglesia de la Virgen (qasriet Al-Rihan), el Museo Copto y la Sinagoga de Ben Ezra, también en la zona llamada Fustat (cercana al Cairo Copto) se encuentra la Iglesia de San Mercurio y el convento de Abu Sefein.

La Sagrada Familia deambuló por El Cairo para quedarse algún tiempo en el barrio de Maadi, donde actualmente se eleva una preciosa iglesia dedicada a la Virgen. Luego, desde allí, tomaron un barco para dirigirse hacia el sur de Egipto, hasta la ciudad de Assiut, donde está el Monasterio de Al-Moharrak. Es una de las paradas más importantes de La Sagrada Familia, hasta tal punto, que ha sido denominada el segundo Belén. Aqui permanecieron seis meses y diez días en la cueva que luego se convertiría en el altar de la iglesia antigua de la Virgen. El Altar de esta iglesia es una gran roca en la que se sentaba Jesús.

En este monasterio se le apareció el Ángel del Señor a José en sueños y le dijo: “Levántate, y toma al niño y a su madre, y ponte en camino a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño” (Mt 2, 19-21).

El Retorno

Se pusieron rápidamente en marcha y tomaron un camino distinto hacia el sur hasta la Montaña de Dronka que fue bendecida por la La Sagrada Familia y donde se levantó un monasterio en una cueva en nombre de la Virgen.

Llegaron a El Cairo y a través del Sinaí a Palestina, donde vivieron San José y La sagrada Familia en el pueblo de Nazaret en Galilea.

Así terminó el viaje que duró más de tres años, en el que recorrieron más de dos mil kilómetros. Hicieron a pie la mayoría del viaje, soportando calor, frio, hambre, sed y la persecución por todo Egipto


@Pedro De Lucas/fepet.info


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LA HUIDA A EGIPTO

"Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: 'Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle'. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: 'De Egipto llamé a mi hijo'". San Mateo 2, 1315.


Puede parecer extraño que pasado el tiempo de Navidad aparezca en febrero una conmemoración de un misterio de la infancia de Cristo. Y sin embargo, es una memoria antiquísima en la Iglesia, ya celebrada por los cristianos egipcios a finales del siglo II. La Iglesia copta, heredera directa de los primeros cristianos la conserva a día de hoy y además la retoma el día 24 de Bashens, que por su particular calendario movible, suele caer a principios de junio. En la Iglesia romana la tuvimos durante mucho tiempo, aunque enmarcada en el ciclo navideño, a 17 de enero, pero su día original es este, 17 de febrero, a partir del cálculo de 40 días posteriores a la Navidad (Epifanía para nosotros), cuando la Sagrada Familia habría partido hacia Egipto. Es todo un símbolo que recuerda el paso del pueblo de Dios durante 40 años por el Desierto y los 40 días de la Cuaresma. El viaje normalmente duraba 20 días, así, el 17 de febrero aquellos cristianos antiguos comenzaron a celebrar la llegada, la estancia y la vuelta de Cristo de Egipto. Aunque la memoria se centre en la Huida, el trasfondo teológico va mucho más allá: Es un misterio que se contiene en las palabras "de Egipto llamé a mi hijo".

La Escritura y el Magisterio.

El texto del que parte todo es el citado anteriormente, San Mateo 2, 1315. En la exégesis bíblica moderna no se le da mucha importancia e incluso hay quienes se han atrevido a negarlo, catalogándolo simplemente como un símbolo o una condescendencia del evangelista para con los judíos, recordándoles su historia y enlazando la venida del Mesías liberador con la libertad que habrían obtenido en Egipto con Moisés. Pero la Escritura no es eso, los evangelistas no se inventan hechos para simbolizar nada, si hubieran querido inventar se habrían inventado otra cosa y no a un Mesías frágil y en peligro de muerte que tiene que huir de un tirano. Y mucho menos para atraer a los judíos, cuya idea del Mesías era muy distinta a esta.

San León Magno dirá: "Pensó [Herodes] que ningún niño había escapado de la muerte en ese lugar, y, por lo mismo, que Cristo también había muerto. Pero Él, que reservaba para otro tiempo la efusión de su sangre para la redención del mundo, había huido a Egipto, llevado allí por el cuidado de sus padres. Recobraba así la antigua cuna del pueblo hebreo y ejercía el principado del verdadero José, usando de un poder y de una providencia mucho más grande que la suya, pues venía a libertar los corazones de los egipcios de un hambre más terrible que toda indigencia, que ellos sufrían por la ausencia de la verdad, ya que Él vino del cielo como verdadero pan de vida. De modo que este país no sería ya extraño a la preparación del misterio de la única víctima, donde, por la inmolación del cordero, habían sido prefigurados por primera vez el signo salutífero de la cruz y la Pascua del Señor". (3ra Homilía de Epifanía).

Leyendas.

El recorrido de la Sagrada Familia en su Huida a Egipto puede ser trazado casi con total certeza, pues las caravanas de peregrinos y emigrantes judíos eran constantes y a lo largo del tiempo han permanecido al menos dos rutas que, han sido usadas hasta el mismo siglo XX, antes que las comunicaciones fueran más rápidas y los medios de transporte más accesibles. La ruta más común era siguiendo la costa, hasta llegar al Waddi el-Arish, pasando por Ascalón, Gaza y continuando por Raphía hasta Casium y Pelusio. Sin embargo, las leyendas, que suelen pasar por alto tanto el sentido común como la historia o lo "normal", ha situado a la Sagrada Familia en diversos sitios de Egipto, algunos de los cuales con testimonios arquitectónicos y devocionales antiquísimos, de los que dudar casi parece una temeridad. Estas leyendas forman parte de nuestro acervo y cultura cristianas, y pasarlas por alto solo nos haría más ignorantes de nuestra riquísima tradición católica.

Una de estas leyendas cuenta que apenas salieron de Belén la Virgen, San José y el Niño, pasaron por un campo donde se sembraba maíz en ese momento. En una noche el maíz creció, salieron las mazorcas y maduraron, por lo que al otro día, al pasar por allí los soldados de Herodes y preguntar si se había visto a una familia huir, el dueño del campo no pudo sino decir "sí, justo cuando sembrábamos el maíz". Al ver tan crecido el maíz los soldados pensaron que ya llevaban mucho tiempo de viaje los fugitivos y desistieron de perseguirles, volviéndose a Herodes.

Se nos cuenta que hallaron nuestros personajes refugio en una cueva en la que había un dragón, el cual en lugar de atacarles, cayó de rodillas y adoró al Niño Jesús en medio del terror de los demás. Entonces vieron acudir al homenaje otros animales salvajes y recordaron como había predicho Isaías "El lobo y el cordero vivirán juntos, el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el león comerán juntos. Un niño pequeño los pastoreará". La leyenda de la palmera, una de las más conocidas, cuenta que al refugiarse bajo una, esta se inclinó para alimentar a la Santísima Virgen y luego se secó. Es que era una palmera milenaria que ya había alimentado a San Moisés (4 de septiembre), el cual le había asegurado que no moriría hasta alimentar al Salvador del mundo.

En Egipto, como antes decía, los sitios donde se recuerda el paso o la estancia de la Sagrada Familia son varios. Veamos solo unos pocos:

En Basatah San José arregló milagrosamente una noria para poder beber agua. Además convirtieron a unos ladrones. En Belbeis el Niño resucitó a un muerto, que despertó diciendo "este es el verdadero Dios, el Salvador del mundo. Él nació de una Virgen", y la población creyó en Jesús. En Samanûd hay una iglesia del siglo IV construida donde la Familia habría descansado. En Sakha hay un sitio llamado Bhika Isous, que significa "huella de Jesús", donde se venera una piedra con la supuesta huella del piececito del Niño Jesús. En el desierto Shihet, donde se ejercitaron tantos ascetas, mientras cruzaban el Rosetta, el Niño habló milagrosamente y profetizó a la Virgen como en aquellos desiertos vivirían santos monjes, combatiendo en ardua batalla espiritual contra el demonio.

En Heliópolis, además de que los ídolos cayeron destrozados al entrar la Sagrada Familia, el Niño tomó la vara de San José, la partió en dos y plantó ambos trozos, naciendo de ellos la planta aromática de donde se saca un aceite balsámico aún hoy. También en Heliópolis se dice les alcanzaron los soldados, pero un árbol gigante escondió en su interior a la Virgen y al Niño y se libraron. En Zuwaila, Cairo, en su iglesia del patriarca se venera un árbol que habría sido bendecido por Cristo.

En Ma'adi, al sur de El Cairo, la Sagrada Familia tomó un barco para subir por el Nilo, teniendo que pagar San José el viaje con el oro, el incienso y la mirra que los Reyes habrían donado al Niño. Una iglesia de tres cúpulas (una por cada miembro de la familia) se levanta en el sitio y venera las reliquias de estos tres dones. En Baysus una fuente y una iglesia recuerdan el sitio donde la Virgen bañó al Niño, siendo desde entonces esas aguas fuente de milagros. En Hermópolis, según un documento atribuido a San Teófilo de Alejandría (15 de mayo, Iglesia Copta), al entrar la Sagrada Familia a la ciudad, cuatro caballos de piedra que adornaban las puertas de esta, doblaron las patas en homenaje. Otras dos estatuas hablaron diciendo: "¡Un gran rey ha llegado a Egipto!". En Nikyas, Jesús libró de un demonio al hijo de un carpintero.

En Licópolis se sitúa la deliciosa leyenda de San Dimas (24 y 25 de marzo), que cuenta que San José y la Virgen María hallaron una cueva donde fácilmente se podrían esconder. La cueva estaba habitada por unos ladrones, que les dejan entrar. San José les agradece, diciéndoles que su acto no quedará sin recompensa, y le anuncia que será su propio hijo (Cristo) quien ayudará al suyo (Dimas) en un futuro. Pero hay más, estaba el niño Dimas enfermo de lepra, y al preparar la Santísima Virgen el baño del Niño Jesús, pidió a la madre de Dimas que metiera a su niño en la artesa. Esta se negó, diciendo que Jesús se contagiaría, pero la Virgen le dijo que confiara. Accedió la mujer y los niños se bañaron juntos, y al salir, Dimas estaba limpio y sano de su enfermedad.

Y, para terminar, sobre la vuelta a Israel de la Santa Familia, quiere la leyenda que Qusquam fue el sitio donde el ángel dijo a San José "Levántate, toma al niño y a su madre, y vuelve a la tierra de Israel, porque los que trataban de matar al niño han muerto".

Fuentes:

-http://multimedia.opusdei.org/pdf/es/egipto.pdf

-http://autorescatolicos.org/misc11/pedrosergiolah.html

-"El nacimiento del Mesías: comentario a los relatos de la infancia." RAYMOND E. BROWN. Ediciones Cristiandad. Madrid, 1982.

-"Los misterios de la vida de Cristo en Justino Mártir." JOSÉ GRANADOS. Roma, 2005.

-"Léxico de los símbolos." OLIVIER BEIGBEDER. Ediciones Encuentro. Madrid, 1995.


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martes, 28 de abril de 2020

DIOSAS BORRADAS Y DIOS PATRIARCAL EN LA BIBLIA JUDÍA. (Parte 3, notas y final)


DIOSAS BORRADAS...(Parte 3, notas y final)

CONCLUSIÓN. EL TRIUNFO DEL PATRIARCALISMO

Superando un posible matriarcado anterior, los varones han terminado por imponerse, expandiendo su derecho (ley de fuerza, no maternidad) y manteniendo a las mujeres sometidas, muy subordinadas. Ciertamente, la madre sigue al fondo y cumple funciones simbólicas valiosas; pero (casi) todas las grandes religiones conocidas han terminado adorando de alguna forma al padre. Lo divino no aparece ya como potencia femenina ni a manera de unidad o conjunción polar de sexos (hierogamia); tampoco es la expresión eterna, (idea) de los valores temporales de los hombres de este mundo (como parece suponer el mito griego). Lo divino se escinde en dos mitades jerárquicamente diferenciadas, de tal forma que aparecen unos dioses superiores (masculinos) y otros inferiores (femeninos).

El orden o nivel masculino acaba siendo dominante. Los dioses varones son ahora creadores y guías, son los jefes primeros de los hombres (varones y mujeres). De esa forma se proyecta en lo sagrado la misma jerarquía social que hallamos en el mundo: los varones son la inteligencia creadora, el signo del poder del cielo; por el contrario las diosas (femeninas) son expresión de la materia, seres sometidos dentro del mismo círculo divino.

Ha nacido así el patriarcalismo como forma de realización violenta en lucha fratricida (entre varones) Hasta ahora, los humanos se hallaban protegidos (como dominados) por la potencia reproductora, vital (natural) de "las madres". Desde ahora ellos quieren realizar su propio ideal de existencia y para ello deben controlar a las mujeres (poner a las madres bajo su ley, tanto en plano sexual como social). Así empieza el período del patriarcalismo violento cuyas leyes estudian S. Freud y R. Girard, cada uno en su propia perspectiva. Más allá de la madre, más vinculada al ritmo cósmico, centrada en el poder de la vida, emerge el individuo humano en forma de varón violento, como aquel que debe descubrir y forjar su identidad en una acción arriesgada, en caminos sacrificiales de ofrenda y pérdida de la propia vida.

En este camino de realización violenta han avanzado de una forma propia y dominante los varones, descubriendo así lo que pudiéramos llamar su "peculiaridad" como seres personales. Ese dominio social y religioso de los varones puede explicarse de diversas formas:

 -La mayor fuerza muscular del varón. En el estadio anterior (matriarcado) resultaba decisivo el poder de generación. La mujer gozaba de mayor importancia simbólica por aparecer como dadora (guardadora) de la vida. Pues bien, en un momento determinado, los varones han aprovechado su mayor envergadura corporal para luchar entre sí y dominar juntos a las mujeres.

- La misma condición fisiológica de la mujer, más vinculada a los ritmos de la maternidad (gestación, cuidado de los niños). El varón, libre de esos ritmos, aprovecha su propia independencia poniéndola al servicio de su propio poder, dominando así a las mujeres.

- La envidia del varón, empeñado en buscar con violencia su propia individualidad. El varón no sabe bien quién es, desconoce su función y su sentido sobre el mundo; por eso tiene que buscarlo y lo hace del único modo que conoce: trabajando con violencia, imponiéndose por fuerza a los demás y en especial a las mujeres.

Patriarcal ha sido, por un lado, la filosofía triunfadora, representada en occidente por Aristóteles. También resulta patriarcal el camino de la mística, tal como está expresado por las grandes religiones de la interioridad (hinduismo y budismo). Finalmente, las religiones de occidente (judaísmo, islam y cristianismo) parecen también más adecuadas a una mente masculina: ellas ratifican la supremacía del varón sobre la mujer en el plano de la creatividad religiosa y si hacen más piadosa a la mujer es para mantenerla más sometida a los maridos. Sin embargo, junto a esos posibles valores, la polaridad sexual divide a los humanos

 - Dios se encuentra vinculado con el cielo (el principio superior y masculino): de esa forma se resalta su poder y transcendencia; así aparece casi exclusivamente como varón, ratificando con su simbolismo sexual y paterno el poder y superioridad de los varones.

- Por otra parte, el ser humano tiende a vincularse con la tierra (el principio inferior y femenino). En esa línea, la humanidad aparece como mujer, confirmando así la inferioridad de las mujeres (que ya no son directamente signo de Dios sino ex­presión directa de la tierra).

Este es el esquema que está al fondo de gran parte de las reflexiones de este libro, centradas en los mitos de las religiones patriarcaliastas antiguas (de America, Cercano Oriente y Grecia). Esos mitos expresan en forma simbólica aquello que acontece en la existencia profunda de los hombres, tanto a nivel individual como social. Son como arquetipos, pero no en el sentido de que broten del principio original de la conciencia humana sino en sentido mucho más concreto: surgen de nuestra propia conciencia histórica y marcan un tipo de pensamiento y realidad social que ha ido triunfando en los últimos milenios de nuestra historia. Ellos implican una doble proyección.

Las "razones" y formas del patriarcalismo

El patriarcalismo resulta un fenómeno complejo donde pueden distinguirse diversas perspectivas. Desde un punto de vista teórico quiero señalar tres que son fundamentales y que siguen influyendo poderosamente en nuestro tiempo. En todas ellas se asume la superioridad sagrada del varón como un hecho evidente de la naturaleza y como algo que refleja el orden de Dios y de la historia. Pero hay más: no sólo se asume el patriarcalismo sino que se quiere justificar con razones de tipo ideológico, que intentan fundar el orden existente desde el plano de la filosofía (Aristóteles), de la interioridad (religiones místicas) o de la creatividad histórica (religiones proféticas):

- En clave filosófica, Aristóteles ha popularizado en occidente un esquema mítico-religioso que hallamos repetido en casi todas las culturas patriarcales de la tierra: el varón representa los aspectos positivos de la vida (luz, actividad, inteligencia); la mujer, por el contrario, encarna los aspectos negativos (oscuridad, pasividad, sentimiento). De esta forma, la polaridad sexual se entiende ya en clave jerár­quica: hay un elemento superior y positivo, que está represento en el varón (es como forma que define el sentido de lo humano); y hay un polo inferior y negativo, que está representado en la mujer (que es la materia).De este modo se legitima en occidente, con ropaje de ciencia (de filosofía) una visión desigual de los dos sexos, que legitima el sometimiento de las mujeres al varón.

- En clave de religiosidad mística (o de interioridad) viene a justificarse la misma actitud de (pretendida) superioridad del varón a partir de su (¿aparente? ¿real?) mayor capacidad en el campo de la introspección. La mujer parece más ligada a los ritmos de la vida sobre el mundo, a las tareas "materiales" de la casa, al nivel de los afectos, sentimientos o deseos inmediatos. El varón, por el contrario, estando más abierto a las acciones exteriores (en creatividad mundana), se halla también mejor capaci­tado para entrar en la verdad objetiva y superar con su mente los deseos inmediatos de la vida. De esta forma se vinculan (al menos de manera general) una situación de ventaja sociológica y una pretendida superioridad religiosa, en clave de experiencia interior. El tema resulta complejo y debemos matizarlo más tarde, sobre todo en relación con el budismo

- Las religiones que llamamos de la historia (judaísmo, isla­mismo y cristianismo) son típicamente patriarcales. Para defender mejor su transcendencia y personalidad, ellas han reprimi­do el aspecto que pudiera parecer materno y femenino dentro de la manifestación de Dios. De esa forma han proyectado sobre el Dios transcendente (al que conciben como suprasexual) rasgos que son típicamente masculinos

 - Proyección teológica: los hombres configuran y expresan en fondo sacral y figura de dioses aquello que descubren y valoran en la tierra. De esa forma aplican a "dios" o a los dioses los principios que conforman su forma de vivir sobre la tierra.

- Proyección social. Una vez que la religión se estabiliza en formas culturales (creando figuras de dioses), ella influye en la vida de los hombres, ratificando y sacralizando de alguna forma aquellas condiciones sociales que responden al esquema transmitido por el mito.

Estos mitos patriarcalistas, que rápidamente presentamos en las páginas que siguen, definen de manera poderosa nuestra historia. Los antiguos indoeuropeos y semitas han venido a reflejar en ellos su propia concepción de la realidad. Es cierto que después han irrumpido y triunfado nuevas visiones religiosas, tanto en oriente (hinduismo, budismo), como en occidente (judaísmo, cristianismo, islam), superando de algún modo las antiguas concepciones machistas y violentas de la divinidad. Pienso, sin embargo, que el sustrato de tipo patriarcal ha pervivido de algún modo en las nuevas estructuras religiosas.

Teniendo esto en cuanto podemos desarrollar algunos rasgos convergentes de la visión patriarcalista de Dios en las grandes cultura paganas de los pueblos triunfadores dentro de eso que pudiéramos llamar la historia común asiático/ europea. Mitos de este tipo aparecen en el fondo de la historia de persas e hindúes, griegos y romanos, celtas y germanos (todos indoeuropeos), lo mismo que en la historia de los babilonios, sirios, cananeos (semitas), en una impresionante convergencia significativa. En la mayoría de los casos, la figura de la diosa madre ha pasado a segundo lugar; también pierde importancia el equilibrio precedente de lo masculino y femenin, en sus diversas formas sacrales o sexuales. Ha triunfado un Dios de fuerza que se expresa en símbolos de padre, cielo, trueno, rey, poder engendrador, etc. Aquí resumimos algunos de sus rasgos principales.

Los “poderes” del Dios patriarcal

a) Dios es ante todo padre. Padre y madre se encontraban antes vinculados, sin que dominara uno sobre el otro: el ser divino se identificaba en el fondo con la misma dualidad sexual. Pues bien, ahora podemos afirmar que el padre ha tomado el poder en tierra y cielo. La mujer, más vinculada a los ritmos de la generación y al cuidado de los hijos, pasa a un segundo lugar, viene a estar subordinada.

El padre-varón aprovecha su fuerza y su mayor libertad biológica (no está determinado por los ritmos de embarazo y lactancia) para imponer su dominio sobre el conjunto de la familia, que ahora viene a interpretarse y realizarse ya de una manera patriarcalista. Este padre/patriarca asume los dos poderes fundamentales: el dominio sobre la mujer (o mujeres) y la autoridad sobre los hijos (o sobre el conjunto de la familia), entendida como una especie de propiedad del padre.

 Un fenómeno religioso y social de este tipo (triunfo del padre) parece haberse impuesto en casi todos los pueblos de la tierra después del neolítico: se ha roto el equilibrio entre los sexos; la mujer viene a quedar subordinada; la vida se concibe como lucha-dominio y de esa forma queda dirigida por los "fuertes" es decir, por los varones. Lógicamente, la figura del padre de familia y del señor del grupo se proyecta sacralmente sobre el cielo, donde un Dios paterno domina sobre el resto de los dioses.

b) El padre está simbolizado por los cielos. Estudiando las diversas formas de la hierogamia (desde México a China) podremos destacar un simbolismo casi universal: lo masculino aparece como cielo; la tierra es femenina. Ambos, cielo y tierra, se vinculan en unión sacral fundante. Pues bien, en un momento dado, que parece coincidir con la expansión y triunfo de los grandes pueblos indoeuropeos y semitas, los signos sagrados del cielo paterno se imponen sobre los restantes elementos religiosos. De esa forma triunfa Anu en los acadios, Yahvé entre los hebreos y Dyaus, Váruna o Zeus en los indoeuropeos. El mismo nombre de Dios parece que en principio significa "cielo": es la experiencia del espacio superior, que preside nuestra vida y que se expresa luego en formas masculinas.

 La transposición familiar resulta coherente: la mujer es tierra, está subordinada; el varón, en cambio es cielo, es poder que organiza la existencia. En algunos casos la victoria de los cielos masculinos se precisa en términos solares: el gran astro del día es padre y por eso dirige desde arriba la existencia de los seres humanos; la luna, en cambio, es madre, vida misteriosa y sometida, siempre vinculada con las mutaciones de la tierra.

Quizá pudiéramos decir que en este plano la religión se identifica con el triunfo sacralizado de los grandes poderes celestes. La veneración sacral (experiencia de la fuerza creadora del sol y de los cielos) viene a explicitarse luego en forma masculina, avalando así el poder de los varones: la misma religión les hace superiores. Apoyándose en un orden celeste de tipo patriarcalista, como señores de violencia y racionalidad (o irracionalidad) política, los varones se adueñan del sentido y proceso de la realidad. En el fondo, ellos construyen una religión para su servicio.

c) El padre-Dios se expresa en la tormenta. Casi todos los pueblos guerreros del grupo indoeuropeo y semita sacralizan el poder de la tormenta, interpretada como expresión de fuerza masculina. Esa misma tormenta está como encarnado en unos dioses que imponen su ley sobre la tierra. Lógicamente, los dioses del cielo dominan e imponen su ley sobre el mundo por medio del rayo. Ellos ejercen su fuerza en el cielo (en la atmósfera) obrando de un modo soberbio y sagrado, potente en verdad e imprevisible. Así vemos a Hadad/Baal en Siria, lo mismo que a Yahvé entre los hebreos: sobre el carro de las nubes avanza Dios con fuerza; lanza llamas de fuego, grita con la voz del trueno, impone su pavor sobre la tierra y la fecunda con su lluvia (cf Salmo 29).

Son dioses de tormenta los que triunfan y se imponen en las tribus indias y germanas, griegas y persas. Todos son ya masculinos, poderosos por su mismo sexo y por su fuerza; ellos dominan sobre el cielo y desde el cielo dictan su sentencia y reinan por encima de la tierra. Estos dioses presentan muchas veces rasgos que podemos llamar ambivalentes.  a) Por un lado son buenos, positivos, creadores: sin ellos la tierra acabaría volviéndose desierta, seca y muerta. Por eso resultan necesarios: de su intensa vida y de su fuerza nace el agua; ellos fecundan y alimentan a la tierra. b) Pero al mismo tiempo, ellos aparecen como terribles, violentos, vengadores: se dice así que actúan de forma imprevisible, vienen cuando quieren y se expresan de una forma que resulta caprichosa (a no ser que la llamemos vengadora) entre signos de terror y destrucciones.

d) El padre-Dios del cielo se convierte en Rey. La mayor parte de estos dioses paternos del cielo y tormenta aparecen como "soberanos". Por eso se entiende su divinidad como "poder" sobre los dioses (seres divinos inferiores) y los hombres. Váruna o Yahvé, Júpiter o Zeus se presentan de esa forma como "reyes" (organizadores y garantes) del orden y vida de la tierra. De esta forma se transpone a lo celeste el esquema político del reino de este mundo (y viceversa). Lógicamente, los grandes dioses reyes de los cielos sostienen la existencia, el orden del conjunto de los seres.

Acentuando su poder, algunos de estos dioses (Yahvé, Zeus) pueden transformarse luego en divinidades de tipo universal, llegando a convertirse en signo de un monoteísmo religioso o filosófico de tipo masculino. Así se sacraliza para siempre al figura del varón dominador (del rey-padre) como fundamento y centro de todo lo que existe. Lógicamente, los reyes de la tierra acaban (o empiezan) recibiendo un carácter religioso. El Dios-monarca de los cielos actúa por el sobrearo de este mundo; invirtiendo el argumento se podrá decir también que los reyes de la tierra se desvelan como signo y prueba (condición) de lo divino.

Es evidente que en esta perspectiva lo divino viene a presentarse antes que nada como principio y contenido del poder en el doble sentido de majestad (lo que es superior) y de imperio (aquello que se impone). Se trata, como veíamos en el caso anterior, de un poder ambivalente. Por un lado garantiza el orden y sentido de este mundo (el Dios rey ha vencido al caos). Por otro lado sigue conservando un tipo de fuerza imprevisible: somete a los seres humanos con su miedo. Es como si sólo a base de terror pudiera conseguirse orden y vida.

e) Gran parte de estos dioses patriarcales son guerreros. Ellos adquieren y mantienen su dominio por la guerra. Así se dice que Yahvé o Marduk han sido entronizados después que derrotaron a los fuertes poderes adversarios (al caos primigenio femenino, a los monstruos de la muerte). Los dioses-reyes de Grecia, señores del Olimpo, dirigidos por Zeus, se han impuesto sobre el mundo después de dominar a las potencias kthónicas del caos, de la tierra, de la sangre y de la muerte. Reina Zeus porque ha derrotado a los titanes peligrosos, a los viejos monstruos de inconsciencia y sangre que tenían a los hombres sometidos. Algo parecido hallamos en las mitologías de los más antiguos arios de la India o Persia. Así se sacraliza de manera universal una visión de fuerza y de violencia.

 Sólo ahora se puede afirmar que la violencia o guerra es "padre de todo lo que existe" en frase clásica de Heráclito (fr 53). Por la fuerza han vencido los dioses patriarcales y guerreros que parecen dirigir la historia de los pueblo. Estos son los guías, el modelo de los conquistadores de las grandes naciones de la India y Persia, de Grecia y Roma. Por medio de ellos se "consagra" y ratifica, en perspectiva religiosa, una cultura patriarcalista, expandida y mantenida en clave de violencia.

También Israel ha comenzado sacralizando al Dios de la guerra, Yahvé, en gran parte de sus himnos y relatos religiosos. Pero, en un momento determinado, la nueva evolución religiosa de los profetas ha invertido esta visión y ha explicado el triunfo de los dioses de la guerra en clave de "victoria demoníaca". Gran parte de los libros apocalípticos (de 1Enoc a 4Esdras) han querido mostrar y han mostrado que en el fondo de los grandes imperios triunfadores (Babilonia y Persia, Siria y Roma) no se encuentran ya los dioses de la vida sino "bestias destructoras" (cf Dan 7). De esa forma, lo que antes era señal de presencia divina (triunfo en la guerra) viene a convertirse en expresión de la maldad y violencia de la historia (de lo diabólico). En este mundo duro en que vivimos ya no triunfa Dios, triunfan los malos, los demonios.

Israel ha realizado de esa forma una inversión radical de los valores masculinos, al menos en el sentido normal en que se suele utilizar esa palabra. Los mismos dioses de los pueblos triunfadores, concebidos como padres-reyes-guerreros que pretenden mantener el orden del mundo por la fuerza, vienen a entenderse ahora como demonios y enemigos de lo humano. De esa forma interpretaron los apocalípticos judíos el despliegue o destino religioso y social, político y guerrero de los pueblos del entorno: allí donde los hombres alcanzan el poder por la violencia, allí donde se dejan dirigir por los señores-dioses de la guerra y llegan a triunfar sobre otros pueblos de este mundo, ellos se vuelven bestias malas, expresión de lo diabólico. En otras palabras, en el mismo lugar donde culmina la divinización del poder (que quiere presentarse a sí mismo como el único o gran dios sobre este mundo) los judíos piadosos de ese tiempo (entre el siglo IV y I a. d C.) han visto el triunfo del poder antidivino. Esto nos puede llevar a una demonización de los rasgos masculino. En el fondo, el poder de los varones guerreros de interpreta como una expresión del diablo.

f) Dioses violadores. Todos estos dioses de la fuerza y la tormenta (padres-reyes-guerreros) son famosos por su violencia sexual que ejercen de forma orgullosa. Aquí debemos recordar el símbolo del toro que ha sido bien sacralizado desde la India y Persia hasta Palestina, Siria y Grecia. El toro es animal de la potencia sexual y de la fuerza. Por eso puede convertirse en "ídolo", expresión de lo sagrado.

Los israelitas ortodoxos (partidarios de un Dios transcendente, sin figura) han luchado a lo largo de siglos contra el culto a Baal-Toro o el mismo Yahvé-Toro, es decir, contra aquel Dios que se refleja en la potencia sexual de los varones. Pues bien, a pesar de la crítica judía, este Dios-Toro ha triunfado en casi todo el oriente antiguo. El mismo Zeus aparece en esas formas animales, reflejando y condensando la potencia genital, engendradora de los machos.

 Desde este fondo, en perspectiva social y religiosa ya no puede hablarse de una "dualidad sagrada" en que varón y mujer son complementarios. La mujer se ha convertido en figura subordinada. Ya no influye activamente, no es siquiera un elemento de la dualidad sagrada. Ella se limita a esperar, a recibir, dejando que el dios-macho sea quien actúe. De la guerra social (el Dios que vence a los poderes enemigos) hemos venido a la guerra sexual: el Dios varón debe conquistar y dominar a la mujer para poseerla. La misma religión, centrada en la figura de los dioses garantiza ya el dominio de los varones que mantienen sometidas a las mujeres (a las diosas); podemos decir que las violentan o las "violan".

Son numerosas las figuras y los gestos que reflejan esta perspectiva religiosa. Conocemos bien las aventuras, raptos y violencias sexuales de Zeu: el Dios supremo de los cielos, el jefe del panteón de los olímpicos, impone su dominio a las hembras, en gesto que la mitología ha recogido y repetido sin protesta. Baste recordar aquí la historia y nacimiento del más grande de los héroes de Grecia: Hércules o Heracles. El mismo Zeus, Dios supremo, engañó a la madre Alcmena, seduciéndola de forma mentirosa (tomando la apariencia de Anfitrión, marido ausente). Así, de un Dios sexualmente perverso y de una mujer violada nace la estirpe triunfadora y violenta de los hombres.



Xabier Pikaza

Religión Digital



 NOTAS

[1] La Biblia ha “recordado” a las diosas desde su perspectiva monoteísta, posterior al exilio. Visión de conjunto en M. Bauks, Monotheismus (AT), en WiBiLex,con amplia bibliografía. Sobre el sentido que ellas tuvieron en la historia anterior de los (pre-)israelitas, cf. O. Keel, Das Recht der Bilder gesehen zu werden (OBO 122), Freiburg 1992; Gott weiblich: Eine verborgene Seite des biblischen Gottes, Academic Press, Freiburg/Schweiz 2008; O. Keel y Ch. Uehlinger, Göttinnen, Götter und Gottessymbole, QD 134, Herder, Freiburg im Breisgau 2001; O. Keel y S. Schroer, Eva – Mutter alles Lebendigen: Frauen- und Göttinnenidole aus dem Alten Orient, Academic Press, Freiburg/Schweiz 1983; U. Winter, Frau und Göttin. Exegetische und ikonographische Studien zum weiblichen Gottesbild im Alten Israel und in dessen Umwelt (OBO 53), Freiburg/Schweiz 1983. Sobre las divinidades femeninas en Ugarit y la Biblia, cf. http://www2.div.ed.ac.uk/other/ugarit//wwwbib.htm.

[2] Empleo esa expresión (partidarios del solo Yahvé) en la línea utilizada por B. Lang, Die Jahwe-allein-Bewegung, en Der einzige Gott. Die Geburt des biblischen Monotheismus, München, 1981, 47-83; cf. También; Die Jahwe-Allein-Bewegung. Neue Erwägungen über die Anfänge des biblischen Monotheismus, en M. Oeming y K. Schmitt (eds.), Der eine Gott und die Götter. Polytheismus und Monotheismus im antiken Israel (AThANT 82), Zürich 2003, 97-111.

[3] Éste es un tema vinculado a las “imágenes” de Dios, tal como ha destacado F. García López, Iconismo y aniconismo bíblico, Estudios bíblicos 66 (2008) 247-262. Para una visión general de la diosa en al antiguo Israel, desde una perspectiva teológica y arqueológica, cf. J. M. Hadley, The Cult of Asherah in Ancient Israel and Judah: Evidence for a Hebrew Goddess, Cambridge, Cambridge U. P., 2000; O. Keel y Ch. Uehlinger, Gods, Goddesses, and Images of God in Ancient Israel, Fortress, Minneapolis  1999; U. Winter, Frau und Göttin. Exegetische und ikonographische Studien zum weiblichen Gottesbild im Alten Israel und in dessen Umwelt (OBO 53), Freiburg/Schweiz 1983

[4] Además de obras citadas en nota anterior, cf. S. Schroer, In Israel gab es Bilder: Nachrichten von darstellender Kunst im Alten Testament (OBO 74), Freiburg/Schweiz 1987; S. Schroer y O. Keel, Die Ikonographie Palästinas/Israels und der Alte Orient: Eine Religionsgeschichte in Bildern I-II, Academic Press, Freiburg 2005/2008. Cf. también O. Keel y C. Uehlinger, Göttinnen, Götter und Gottessymbole. Neue Erkenntnisse zur Religionsgeschichte Israels aufgrund bislang unerschlossener ikonographischer Quellen (QD 134), Freiburg/Schweiz 1992; M. Th. Wacker y E. Zenger (eds.), Der Eine Gott und die Göttin. Gottesvorstellungen des biblischen Israel im Horizont feministischer Theologie  (QD 135), Freiburg im B. 1991; E. R. Willett, Women and Household Shrines in Ancient Israel (Ph.D. diss., University of Arizona), Tucson,1999; Z. Zevit, Religions of Ancient Israel: A Synthesis of Parallactic Approaches, Continuum, Nueva York 2001.

[5] Conforme a los textos anteriores, la bendición que más tarde se atribuye sólo a Yahvé, en un contexto sacerdotal (Num 6, 24-27), pertenece en principio a Yahvé y a su Ashera, y especialmente a la Ashera, es decir, a la Diosa Madre, fuente de bendición y vida. Cf.M. Leuenberger, Segen, en WiBiLex. Id., Segen und Segenstheologien im alten Israel. Untersuchungen zu ihren religions- und theologiegeschichtlichen Konstellationen und Transformationen (AThANT 90), Zürich 2008; Blessing in Text and Picture in Israel and the Levant. A Comparative Case Study on the Representation of Blessing in Chirbet el-Qom and on the Stela of Yechawmilk of Byblos, BN 139 (2008) 61-77; 141 (2009) 67-89.

[6]  Cf. S. Ackerman, The Queen Mother and the Cult in Ancient Israel, JBL 112 (1993) 385-401 K. H. Bernhardt, Aschera in Ugarit und im Alten Testament, en Mitteilungen des Instituts fur Orientforschung, 1967, 163-174; I. Cornelius, The Many Faces of the Goddess. The Iconography of the Syro-Palestinian Goddesses Anat, Astarte, Qedeshet, and Asherah c. 1500-1000 BCE (OBO 204), Freiburg/Schweiz 2004; M. Dietrich y O. Loretz, Yahwe und seine Aschera, UBL, Münster 1992; S. Olyan, Asherah and the cult of Yahweh in Israel (SBLMS 34), Atlanta 1988; C. Frevel, Aschera und der Ausschließlichkeitsanspruch YHWHs (BBB 94), Weinheim 1995; R. J. Pettey, Asherah, Goddes of Israel, AUS VII, 74, New York 1990; S. Wiggins, A Reassesment of “Asherah”. A study according to the textual sources of the first two millennia B.C.E (AOAT 235), Neukirchen-Vluyn 1993.

[7] Citas de los textos de Ugarit (=KTU) siguiendo la edición M. Dietrich (ed.), Die keilalphabetische Texte aus Ugarit. I. Transcription, Kevelaer, Neukirchen-Vluyn 1976. Traducción G. del Olmo, Mitos y leyendas de Canaán según la tradición de Ugarit. Textos, versión y estudio, Cristiandad, Madrid 1981. Cf. Th. H. Gaster, Thespis. Ritual, myth and drama in the Ancient Near East, Harper, New York 1961.

[8] Visión de conjunto en R. Schmitt, Astarte, WiBiLex. Cf. W. Herrmann, Aštart, MIO 15 (1969) 6-52; A. Caquot, Le Dieu Athtar et les Textes de Ras Shamra, Syria: Revue d'Art Oriental et d'Archéologie (1958) 45-60 ; M. Astour, La Triade de Déesses de Fertilité à Ugarit et en Grèce, Ugaritica, 1969, 9-23; I. Cornelius, The Many Faces of the Goddess (OBO 204), Freiburg/Schweiz 2004.

[9] Himno a Ishtar en J. B. Pritchard (ed.), Sabiduría del Antiguo Oriente, Garriga, Barcelona 1966 (=SAO). Textos en F. Lara. Mitos sumerios y acadios, Nacional, Madrid 1984. Interpretación antropológica en L. Cencillo, Mito. Semántica y realidad, BAC, Madrid 1970. Cf. E. O. James, The Cult of the Mother Goddess, Barnes and Noble, New York 1959; Ch. Downing, The Goddess. Mythological images of the feminine, Crossroad, New York 1981; E. Neumann, La grande Madre, Astrolabio, Roma 1981.

[10] Ishtar es la forma babilonia de una Gran Diosa que aparece en casi todo el Cercano Oriente antiguo, especialmente en el ámbito semita. Ella es Ashtarté para los cananeos, Atargatis en los sirios, Athtar para los árabes, Ashtar para los moabitas y Artemisa de los griegos, pero su figura se ha vinculado sobre todo (en los primeros tiempos de la era cristiana) con los signos de Isis.

[11] Sigo citando los textos de Ugarti por KTU (M. Dietrich [ed.], Die keilalphabetische Texte aus Ugarit. I. Transcription, Kevelaer, Neukirchen-Vluyn 1976). Traducción G. del Olmo, Mitos y leyendas de Canaán según la tradición de Ugarit. Textos, versión y estudio, Cristiandad, Madrid 1981.

[12] ‘Anatu, inicia y dirige el movimiento de la vida, que conduce a la recuperación/resurrección anual de Ba'lu en las riberas de Samaku (probablemente el lago Hule, en el alto Jordán). La victoria Ba’lu depende de ella: «Entonces alzó sus ojos Ba'lu, el Victorioso, alzó sus ojos y vio a la Virgen 'Anatu, la más graciosa entre las hermanas de Ba'lu. Ante ella se apresuró a ponerse, a sus pies se prosternó y cayó» (1, 10, II, 13-16)… La continuación del texto presenta ciertas dificultades de traducción, pero es claro que 'Anatu y Ba'lu aparecen representados de manera teriomorfa, como amantes animales. Él es toro, ella novilla; juntos expresan el principio germinante de la vida, el orden del universo. Él se expresa por el rayo/tormenta; ella es la fuerza de la tierra.Los dos se necesitan, fuertemente se aman, en tensión que da sentido (que mantiene) todo lo que existe. Son muy valiosos, pero, según la Biblia israelita, les falta identidad personal y trascendencia; no existen por sí mismos, ni pueden fundar un orden de justicia.

[13] Cf. M. Delcor, Le culte de la ‘Reine du Ciel’ selon Jer 7, 18 ; 44, 17-19.25 et ses survivances, en W. L. Delsman (ed.), en FS JPM fan der Ploeg, Kevelaer, Neukirchen-Vluyn 1982, 201-224.

[14] Visión panorámica en H. Frey-Anthes, Lilit, WiBiLex. Cf. También J. Bril, Lilith ou la Mère obscure, Payot, Paris 1981; H Rousseau, Le Dieu du Mal, PUF, Paris 1963; D. Braunschweig y M. Fain, Eros et Antéros. Réflexions psychanalytiques sur la sexualité, Payot, Paris 1971; W. Fauth, Lilits und Astarten in aramäischen, mandäischen und syrischen Zaubertexten, WO 17 (1986) 66-94; D. Opitz, Die vogelfüßige Göttin auf den Löwen (mit 6 Abbildungen), AfO 11 (1936-37) 350-353; D. R. West, Some Cults of Greek Goddesses and Female Daemons of Oriental Origin especially in relation to the mythology of goddesses and daemons in the Semitic world (AOAT 233), Neukirchen-Vluyn 1995; V. Zingsem, Lilith. Adams erste Frau, Reclam, Leipzig 2000; O. Solórzano, Lilith: La Diosa de la noche, una historia negada, ENAH, México D.F. 2000.

[15] Cf. O. Solórzano, 73. Algunos grupos feministas de la actualidad la toman como signo de liberación. En esa línea, ella puede realizar una función positiva, poniendo de relieve la autonomía de la mujer. Pero su figura puede convertirse también en signo de una incapacidad de amor: Lilit era la parte femenina de Adán (o de Dios), pero Adán nunca pudo habitar en armonía con ella, expresando así el carácter imposible de un amor divino. Por eso, frente a Lilit fue necesaria Eva, que no debe entenderse ya como mujer sometida, sino como compañera de amor (y en amor) para el varón.

[16] J. Day, God’s Conflict with the Dragon and the Sea.Echoes of a Canaanite Myth, Cambridge UP, 1985.

[17] Además de obra de J. Day, citada en nota anterior, cf. I. Rapaport, The Babylonian Poem Enuma Elish and Genesis Chapter One, Hawthorn Press, Melbourne 1979; D. T. Tsumura, The Earth and the Waters in Genesis 1 and 2 (JSOTSup 83), Sheffield 1989; M. K. Wakeman, God’s Battle with the Monster: A Study in Biblical Imagery, Brill, Leiden 1973.

[18] Como venimos indicando, la religión oficial de Israel ha criticado y “superado” el culto de la diosa, de manera que al final (hacia el siglo V a.C.) sólo aparece y se destaca Yahvé, como Dios único al que todos los israelitas tienen que “amar”, es decir, vincularse de un modo personal y social (cf. Shema: Ex 20, 2-6; Dt 5, 6-10; 6, 4-9).Pero lasdiosas no desaparecen del todo, sino que el espacio que ellas dejan vacío lo llena Israel/Jerusalén como “esposa-hija” de Dios y sobre todo la Sabiduría divina, femenina.

@Xavier Pikaza/feadulta.com

DIOSAS BORRADAS Y DIOS PATRIARCAL EN LA BIBLIA JUDÍA. (Parte 2)


(Diosas borradas....parte 2)


TEMA CENTRAL: ISRAEL, LAS DIOSAS BORRADAS

Yahvé y el recuerdo de las diosas [1]

En general, la mayoría de los pueblos empiezan recordando a las diosas, vinculando de esa forma lo divino con lo humano. Pues bien, en contra de eso, la Biblia Judía ha tendido a borrar la figura de las diosas, elaborando, en cambio, el recuerdo de las madres (matriarcas) del pueblo, para indicar así que lo que importa de verdad no son las realidades “divinas”, sino las humanas. Por eso hay en la Biblia narraciones extensas sobre Sara o Rebeca, con Lía y Raquel, pero no sobre Ashera o Astarte (o sus equivalentes), en contra de lo que sucede en Mesopotamia o en Grecia.

A pesar de ello, las diosas están en la Biblia (¡no podía ser de otra manera!), aunque hayan sido en gran parte tachadas. Ciertamente, las matriarcas humanas han crecido en el recuerdo de Israel, mientras que las diosas han tendido a ser borradas, pero esa “tachadura” no ha podido ser total, de manera que las diosas han dejado su sombra en diversos pasajes de la historia israelita.

Esta particularidad israelita (¡apenas queda el recuerdo de la diosa!) se debe al hecho de que, junto al politeísmo dominante en el entorno, ha influido un factor revolucionario: la figura de Yahvé, Dios sin imagen ni rasgos sexuales, un Dios monólatra (sólo él recibe adoración), trascendente y celoso (guerrero), propio de grupos nómadas, que fueron entrando en Canaán (hoy Palestina) entre el siglo XII y el X a.C., terminando por adueñándose de la tierra, tras siglos de dura convivencia con los cananeos.

En el surgimiento del Israel bíblico influyeron por lo tanto (al menos) dos rasgos principales. (a) Los cananeos autóctonos, básicamente pastores marginales, partidarios de la Diosa (el Dios/Diosa), con imágenes y lugares sagrados (templos), que habitaban en la tierra de Palestina. (b) Los defensores de Yahvé, un Dios guerrero, sin imagen ni sexo, más propio de grupos nómadas que vienen del desierto. Del enfrentamiento y fusión de esos grupos (a los que uniremos el recuerdo de los patriarcas/matriarcas trashumantes) ha surgido el monoteísmo judío posterior, propio de aquellos que terminaron expulsando (o recreando de otra manera) a la diosa, que se hallaba en el principio del proceso religioso de Israel, pero que después ha sido rechazada y borrada por los partidarios de “sólo Yahvé”, sin figura femenina [2].

Quizá podamos decir que la Biblia, en su forma actual (en su redacción postexílica), ha nacido del rechazo de la diosa, partiendo de la crítica de los profetas oficiales (de los siglos VIII al VI a.C.), tal como se expresa en el culto oficial del templo de Jerusalén, tras la reforma deuteronomista (a finales del siglo VII a.C.) y, sobre todo, después del exilio (desde el siglo V a.C.). Pues bien, a pesar de eso, ella (la Ashera) ha sido, con el Toro/Baal, la representación religiosa más frecuente de Israel, entre el siglo X y el VI a.C., según las excavaciones arqueológicas. Eso significa que la ortodoxia yahvista tardó en imponerse, de manera que hasta el siglo VI dominaba en Israel la figura de la diosa.

Según eso, la figura de la diosa no era “extranjera”, ni ajena al conjunto del pueblo que habitaba en Palestina, sino que se oponía sólo al grupo del «sólo Yahvé». Ella no provenía de fuera, es decir, de cultos extranjeros, sino que estaba arraigada en la experiencia de los cananeos autóctonos, integrados casi desde el principio (al menos desde el siglo XI a. C.) en la religión israelita. La Biblia Judía posterior ha querido reprimir ese recuerdo, para reescribir la historia desde la perspectiva del Yahvé guerrero exclusivista y esa “erasio memoriae” ha marcado la visión de posterior del judaísmo. Pero ella no ha sido total y ha terminado siendo en parte inútil, pues la huella de la diosa ha vuelto.

En este contexto podemos aludir a las excavaciones arqueológicas. Lo que la Biblia había querido ocultar ha vuelto en forma de cientos de estatuillas, que recogen y recuerdan el culto de la diosa, no sólo en los tiempos anteriores a la conquista israelita (en torno al siglo XI d.C.), sino incluso más tarde. Ella, la diosa materna y/o femenina, aparece con mucha frecuencia y refleja la religiosidad personal o familiar y grupal de la mayor parte de los habitantes de la tierra (junto al toro de Baal, que es signo masculino de la fecundidad) [3].

 Podríamos suponer que en el principio, cuando vino del desierto para instalarse en la tierra de Canaán y conquistarla con sus fieles guerreros, Yahvé no tenía esposas (Ashera), sino que aparecía como Dios solitario y celoso, incapaz de compartir su poder con una diosa. Pero con el tiempo, una vez instalado en Canaán, ese Dios de la furia del desierto (originario quizá de los madianitas), tendió a tomar esposa, como muestran dos famosas fórmulas de bendición que le asocian con su Ashera:

 Resultado de imagen de KUNTILLET AJRUD

Una se ha encontrado en Kuntillet Ajrud, cerca de Kades Barne, en el desierto sur de Judea, zona de cruce de caravanas, donde ha aparecido una vasija con un texto del siglo VIII a. C. (en pleno período profético) que se dice: “Yo te bendigo por Yahvé de Samaría y por su Ashera”. Así aparecen unidos, dios y diosa, como fuente de única bendición, de manera que el Yahvé solitario (Señor la guerra) aparece integrado con una pareja divina: él y su consorte (la Ashera) constituyen un único principio divino de bendición.

Otra fórmula semejante, aunque algo posterior (siglo VI a.C.), ha aparecido en Khirbet El-Qom, cerca de Hebrón, sobre el pilar de una cueva funeraria, lo que prueba la importancia de la diosa, asociada a Yahvé, en pleno período monárquico, en un momento en que iban a iniciarse las “reformas yahvistas”: “Bendito sea Uriyahu por Yahvé y por su Ashera”. Eso significa que en un plano popular, en la religión de la vida, por lo menos hasta el exilio, muchos israelitas han venerado a un Dios dual, masculino y femenino, sin que la religión “más oficial” del “sólo Yahvé” haya logrado imponerse [4].

Según eso, el culto a la Ashera pertenecía a un estrato antiguo de la religión judía, en la que aparece asociada como consorte del Dios supremo, definiendo un tipo de dualismo que podía haber determinado toda la religión judía posterior. En el origen de la realidad se encuentran, según eso, Dios y diosa, lo masculino y lo femenino, bendiciendo a sus devotos. Sólo tras el exilio, rechazando (o borrando) esa dualidad y queriendo recuperar, en circunstancias distintas, la figura del «sólo Yahvé», que va más allá de lo masculino y femenino (que no es Dios ni Diosa, sino Señor sin imagen, ni forma), la religión israelita se centrará en un Dios trascendente, aunque con rasgos que parecen más masculinos [5].

En un sentido, se podría hablar de simbiosis, como si la unión de las dos figuras (Yahvé y Ashera) desembocara en el surgimiento de un Dios único, con el nombre de Yahvé (que tiende a mostrarse en forma masculina), pero que conserva rasgos femeninos de Ashera, es decir, de maternidad, de ternura y amor, como destacaremos al hablar de los profetas y los libros sapienciales (caps. 14, 18). Eso significaría que Yahvé recibirá propiedades que femeninas y maternas. Pero, en otro sentido, debemos afirmar que, más que una simbiosis ha existido, un rechazo y una condena. Ciertamente, Yahvé tendrá rasgos femeninos, pero en su estructura básica dominan los masculinos; más aún, él pierde su carácter relacional y tiende a presentarse como un “solitario” (sin imagen, ni compañía), en trascendencia pura, dejando así que los hombres y mujeres de la tierra (de la historia) tengan que definirse desde sí mismo, sin referencia a un dios-relación, masculino-femenino. Desde ese fondo quiero ocuparme las diosas borradas, en especial de Ashera y Astarté, que, de alguna forma, se identifican (sus rasgos se confunden en varios momentos). A pesar de ello, he querido estudiarlas por separado, pues tienen raíces y formas (funciones) distintas.

Ashera, la madre [6]

 Resultado de imagen de diosa asherah

Como vengo diciendo, en el principio de Israel había dos grupos más significativos: el grupo del «solo Yahvé», vinculada con los invasores, que vinieron del desierto del Sur (y/o de Egipto), y el conjunto de los habitantes de Canaán, que tendían a divinizar la tierra y el proceso de la vida. En el primer caso Dios era Yahvé, poder superior, sin forma ni imagen. En el segundo, era la pareja formada por Ilu-Elohim (Padre, masculino) e Ilat-Ashera (Madre, femenina), formando una hierogamia engendradora.

Para iluminar el trasfondo de esta segunda visión de lo divino podemos acudir a los textos prebíblicos de Ugarit (cultura cananea del norte de Fenicia, del siglo XII-XI a. C.) donde aparecen El/Ilu y Athiratu/Ashera, aunque más tarde, en el contexto de la Biblia, esa pareja ha sido relegada y en parte suplantada por Baal y Anat-Ashtarte.

El Esposo-Padre se llama Ilu, nombre que más tarde, tanto en hebreo (El, Elohim) como en árabe (Allah), ha pasado a significar simplemente Dios. Su función originaria consiste en engendrar todo lo que existe, especialmente a los dioses inferiores, que suelen llamarse bn(e) il, es decir, hijo o hijos de Dios. Ilu es mlko rey (soberano y juez) y sabio/anciano (ab shanim, padre de años), guardián y sentido profundo de todo lo que existe.La Esposa-Madrees Athiratu-Ashera, engendradora o creadora de los dioses (qnyt ilm), que normalmente se presentan como sus hijos. Ella recibe a veces el nombre de Ilat, es decir, la diosa por excelencia. También se le llama Athiratu Ym, diosa del mar, quizá en recuerdo de su origen marino: ella es reflejo de las aguas primigenias, portadoras de la vida. Los cananeos posteriores, igual que los hebreos, la presentan como Ashera, la gran Diosa Madre originaria.

  En esta perspectiva, crear es engendrar, y así dioses y hombres forman parte de una misma cadena vital, como supone un famoso canto de Ugarit: «Voy a invocar a los dioses apuestos, a los voraces ya de sólo un día, que maman de los pezones de Athiratu, de los pezones de la Señora» (KTU 1.23, 23-24) [7]. Athiratu-Ashera es madre de leche abundante y de pechos fecundos, signo de fertilidad, señora de la generación y así, representada por dos sacerdotisas o consagradas, preside con Ilu, su esposo, el gran rito:

         Se dirigió Ilu a la orilla del Mar, y marchó a la orilla del océano. Tomó Ilu a las dos consagradas... Mira, una se agachaba, la otra se alzaba. Mira, una gritaba ¡padre, padre!, la otra ¡madre, madre! Se alargaba la mano (=miembro) de Ilu como el mar, la mano de Ilu como la marea...Tomó Ilu a dos consagradas... (KTU 1.23, 30-36).

 El ritual nos sitúa ante las grandes aguas, lugar del que proviene Ashera y donde están sus consagradas, ante las que Ilu muestra su potencia y engendra todo lo que existe, en gesto de fecundidad y deseo, que sus fieles celebran en el rito hierogámico del templo donde las hieródulas o sacerdotisas (representantes de Ashera) vuelven a ser poseídas (fecundadas) por el Dios de gran potencia. Ilu se define por su miembro, Athiratu por sus pechos. Los dos unidos forman el principio de la vida y así de su unión brotan los dioses apuestos: Sahru, la Aurora (hebreo sahar), y Salimu, el Ocaso (hebreo salem), es decir, el día entero, principio y fin de la existencia.

Este culto a la diosa madre aparece bien atestiguado en la vida y religión de Israel por lo menos hasta la reforma de Josías y el exilio (finales del siglo VII y principios del VI a. C.). Ciertamente, al cumplirse ese período se fue imponiendo Yahvé, como Dios único, asexuado y sin imagen, el Dios del desierto y la conquista de la tierra, que se vincula al fin, de un modo especial, con la ciudad y templo de Jerusalén. Pero seguían venerándose a su lado otros dioses y en especial Ashera, madre divina engendradora.

De todas formas, la palabra ashera puede significar tanto la diosa como su imagen o lugar de culto, vinculado en especial a los árboles y a las fuentes, pero también a las figuras de las diosas-madres (de grandes pechos). Pues bien, los partidarios de “sólo Yahvé” han condenado de un modo tajante no sólo a la Ashera-Diosa, sino también a sus signos, como muestran una serie de textos que parecen vinculados a un «pacto de conquista» entre Yahvé y sus fieles, a quienes él promete la tierra, exigiendo que destruyan el culto de la diosa:

«Destruiréis sus altares, quebraréis sus estelas sagradas, destruiréis sus imágenes de Ashera y quemaréis sus esculturas en el fuego» (Ex 34, 5). «Derribaréis sus altares, quebraréis sus estelas sagradas y destruiréis sus imágenes de Ashera» (Dt 7, 5). «Derribaréis sus altares, quebraréis sus estatuas, quemaréis sus imágenes de Ashera, destruiréis las esculturas de sus dioses y borraréis su nombre de aquel lugar» (Dt 12, 3). «No plantarás ningún árbol para Ashera cerca del altar de Yahvé, tu Dios, que hayas edificado» (Dt 16, 21).

Este culto a la Ashera, que los yahvistas más fieles querían erradicar, formaba parte de la religión normal de los israelitas que, conforme a la tradición constante de los libros históricos (1 y 2 Rey), se celebraba en los “bamot”, “lugares altos”, pequeñas cumbres de colinas, al aire libre, donde solía reunirse la familia o el clan. Esos “lugares altos” constaban básicamente de una estela/estatua, es decir, de un monolito que era signo masculino de Dios, y de una “ashera”, signo femenino, representado básicamente por un árbol sagrado (o por una fuente de la diosa). Lo divino aparecía de esa forma como expresión de totalidad cósmica y vital, que podía hallarse vinculada con la memoria del mismo Yahvé (vinculado a su Ashera).

La mayor parte de los israelitas no vieron contradicción entre este culto de los “altozanos”, donde lo divino podía aparecer como masculino-femenino (con sus signos especiales), y la soberanía de Yahvé, Dios único, venerado de un modo especial en Jerusalén (como Dios único, sin imagen ninguna). Pero, en un momento dado, desde el reinado de Ezequías (727-698 a. C.; cf. 2 Rey 18, 4) y especialmente con la reforma deuteronomista de Josías (640-609), los partidarios del “sólo Yahvé” lograron imponerse y desacralizaron estos “altozanos” con sus estelas/monolitos y sus árboles sagrados, para imponer la religión de «sólo Yahvé» desde el templo de Jerusalén. En un sentido, esta supresión de los “altozanos” con sus signos de Dios y su Ashera puede interpretarse como un avance en el proceso de profundización de la religión israelita. Pero en otro ha supuesto una perdida, pues ha conducido a un empobrecimiento en la visión de Dios, que pierde su aspecto femenino y su vinculación concreta con la tierra.

Astarté y Baal. La nueva diosa [8]

Astarté/Anat es con Ashera la diosa más importante de la tradición israelita y una de las figuras más significativas de la mitología semita, que ha tenido un gran influjo en la religiosidad de oriente (con Ishtar/Attargatis e incluso Afrodita). En algunos momentos, Astarté puede identificarse con Ashera y así aparece relacionada con Baal, en la ordalía del Carmelo (donde se habla de profetas de Baal y Ashera: cf. 1 Rey 18). Pero, en principio, Ashera y Astarté son diferentes. Ashera es la Madre y su pareja es Ilu/Elohim/Allah. Astarté, en cambio, es “Diosa activa” (fundadora del orden social) y suele estar asociada con Baal, como indicaré en tres momentos. (a) Entorno semita, Ishtar, la gran diosa semita. (b) Trasfondo palestino, Anat. (c) Presencia bíblica: Astarté.

Entorno semita: Isthar [9]. Es la diosa central de Mesopotamia, expresión suprema de la divinidad en el oriente antiguo, uno de los símbolos femeninos principales de la historia de las religiones. Ella sobresale en Babilonia, como signo de armonía femenina en la que todos (hombres y mujeres) pueden integrarse. De esa forma actúa a modo de contrapeso de Marduk, Señor violento y guerrero.

Ishtar (Astarté) es femenina, pero tiende a presentarse como diosa total y así aparece con funciones y poderes más extensos que los vinculados a los dioses masculinos. Ella conserva todavía rasgos de gran madre y recuerda, al mismo tiempo, el lado acogedor y creativo de la vida y de la muerte. (1) Es Venus, lucero matutino, amor como principio de la vida, la fuerza creadora que penetra y lo produce todo. (2) Es Marte, estrella vespertina que se esconde en las regiones inferiores, como principio de muerte que amenaza, para convertirse nuevamente, cada día, en amor que vuelve. (3) Ella es, en fin, el signo del orden de la tierra, apareciendo como garantía de un amor que lo vincula y lo sostiene todo [10]. Así aparece vinculada al cielo y al infierno, al nacimiento y a la destrucción, a la maternidad y al crecimiento de los seres, como indica su himno:

Alabada sea Ishtar, la más temible de las diosas, reina de las mujeres,   llena de vida, encanto y deseo… De labios es dulce, hay vida en su boca... Es gloriosa; hay velos echados sobre su cabeza. Su cuerpo es bello, sus ojos brillantes. Es la diosa: ¡en ella hay consejo! El hado de todo tiene ella en su mano. A su mirada surge la alegría, es poder, magnificencia, deidad protectora y espíritu guardián... Fuertes, exaltados, espléndidos son sus decretos…. Respetada es su palabra: es suprema ente los dioses (SAO 274-274)

Es la diosa total, que simboliza y desvela los tres aspectos fundamentales de vida-amor, orden social y muerte, que aparecen así como expresiones de un mismo principio divino. Frente a la lógica masculina de tipo más racionalista o unilateral (que actúa por exclusión y violencia) se eleva aquí la lógica de la totalidad femenina. El Dios patriarcal masculino tiende a imponerse por exclusiones, como Marduk, que mata a su madre (Tiamat) para reinar en su lugar. Isthar, en cambio, vincula los diversos aspectos de la vida y actúa por inclusiones; en su divinidad pueden vincularse todos.

Diosa cananea: Astarté/Anat y Ba’lu/Baal [11].

Que nosotros sepamos, la religión cananea no ha desarrollado la figura de Ishtar como en Babilonia, pero en su lugar aparece Anat/Astarté, que cumple una función importante, al lado de Baal (hijo de Ilu/Ashera), Dios poderoso que ha vencido al caos del mar y que garantiza desde su palacio superior la estabilidad y la vida en el mundo. Baal tiene el poder del cielo y la tormenta, es fuente de fecundidad, Señor del universo. Pero su dominio se encuentra amenazado por Môtu, la muerte, con quien comparte el dominio sobre el mundo. Por eso, para superar la muerte y retornar de nuevo a la existencia necesita la ayuda de su pareja Anat/Astarté.

  Baal (¡el Señor!) es un dios paradójico: tiene gran poder sobre el cielo y así lo muestra a través del rayo y la tormenta, fecundando la tierra; pero, al mismo tiempo, muere cada año, cayendo bajo dominio de Môtu, en los espacios inferiores de la misma tierra (como signo del ciclo de vegetación). Es un dios cambiante, vencedor y vencido, destructor y destruido y sólo puede mantenerse si le sostiene su hermana/amante, ‘Anatu, que así aparece como principio de poder y de estabilidad sagrada: mientras el Dios varón varía (muere y resucita, domina y es dominado), ella se mantiene firme y permanece como signo de estabilidad por encima de los cambios de la vida y de la muerte. Ambos son dioses de la realidad concreta en la que varón y mujer se unen para expandir la vida, asumiendo y superando así la muerte.

 Pero vengamos al mito. Baal ha vencido al Mar, ha destruido a Lôtanu (Leviatán), la serpiente tortuosa del caos (cf. Sal 74, 14; 94, 26; Is 27, 1; Ez 29, 3-5; Job 41), pero no puede superar a Môtu, la muerte (cf. KTU 1.5.I,24-30) y así dice, cuando cae derrotado: «Mensaje de Ba’lu, el victorioso, palabra del héroe poderoso: ¡Salve, oh divino Môtu, siervo tuyo soy para siempre!» (1.5.II, 10-11). Baal, señor de las nubes, dueño del agua, se convierte de esa forma en siervo (‘bd) de Môtu, bajando a la morada inferior de la tierra (1.5.V, 15). Pero él no ha muerto del todo porque antes de bajar al fondo de la tierra ha dejado en ella su semen de vida:

 Ba’lu, el Victorioso, amó a una Novilla en la Tierra de la enfermedad, a una vaca en los campos de la Orilla de la mortandad. Yació con ella setenta y siete veces, la montó ochenta y ocho; y ella concibió y parió a un muchacho» (1.5.V, 17-21).

Éste es Baal/Ba’lu, Dios Toro (recuérdese el Becerro de Oro en Ex 32), que, antes de bajar al abismo, fecunda a la novilla sagrada (‘Anatu, su hermana/amante), signo de la tierra que acoge la vida de su esposo. De esa forma se vinculan vida y muerte, en un proceso en el que la misma divinidad se encuentra inmersa en el ciclo cósmico. Lógicamente, la muerte de Ba’lu se expresa una intensa liturgia de duelo: «¡Ha perecido Ba’lu! ¡Qué será del pueblo? ¡Está muerto el hijo de Daganu (=de Ilu)! ¿Qué será de la multitud? ¡En pos de Ba’lu hemos de bajar a la tierra!» (1.6.I, 6-8). En esa liturgia que vincula al hombre con el llanto de los dioses, destaca la acción ‘Anatu:

 (Le tomó en sus hombros), le subió a las cumbres del Safón, le lloró y le sepultó, le puso en las cavernas de los dioses de la tierra» (1.6.I, 15-18). Ha muerto Ba’lu y nadie puede ocupar su trono ni reinar en su lugar. Está triste la tierra, postrados los dioses. Sólo ‘Anatu, la Doncella, se mantiene vigilante, después de haberle enterrado en la cueva de la montaña. «Un día y más días pasaron, y ‘Anatu, la Doncella, le buscó. Como el corazón de la vaca por su ternero, como el de la oveja por su cordero, así batía el corazón de ‘Anatu por Ba’lu. Agarró a Môtu por el borde del vestido, por el extremo del manto: alzó su voz y exclamó: ¡Venga, Môtu, dame a mi hermano! (1,6.II, 4-11).

‘Anatu, tierra amante, mantiene la memoria de Ba’lu, luchando contra Motu «Un día y más pasaron, los días se hicieron meses; ‘Anatu la Doncella (Virgen, siempre joven), le buscó.... Agarró al divino Môtu, con el cuchillo le partió; con el bieldo le bieldó, en el fuego le quemó, con piedras de molienda le trituró, en el campo lo diseminó» (1.6.II, 26-34). Ésta es una clara escena de siega y de trilla. La Virgen ‘Anatu, divina trilladora, corta y aventa, quema y tritura a Môtu, que así aparece como la otra cara de Ba’lu, pues ambos vienen a mostrarse como signo de una misma alternancia de muerte y vida, invierno y verano.

En este contexto, Ba’lu es signo divino de vida, pero sólo con su amante/hermana ‘Anatu. Muere el varón, que es signo del agua y del trigo (es la cosecha), perece el triunfador del rayo. Pero su hermana/amante está firme y le busca de nuevo, venciendo a la muerte y haciendo que resucite en Señor de la Vida. Desde ese fondo se entiende el final del gran drama, que el texto presenta como “sueño” del Dios Ilu: «¡Pero está vivo Ba’lu, el Victorioso, está en su ser el Príncipe, Señor de la tierra! Los cielos lluevan aceite, los torrentes fluyan miel! Yo lo sé: está vivo Ba’lu, el Victorioso, está en su ser el Príncipe, Señor de la tierra» (1.6.III, 2-8).

Ha estado seca la gleba, resecos los surcos del sembrado, abandonado el campo, turbado el mar (cf 1.6. IV-V), pero ahora que ‘Anatu ha vencido a Môtu, puede alzarse Ba’lu victorioso. Junto a la primera pareja de dioses (Ilu/Ashera), con una función básicamente engendradora, viene a desvelarse así esta nueva pareja (Ba’lu y ‘Anatu), que preside y define el sentido actual del mundo [12].

Astarté, una diosa en el entorno de la Biblia.

La figura de Baal ha crecido en importancia, de tal forma que en los siglos IX-VIII a. C. vino a presentarse como antagonista principal del Dios Yahvé para los hebreos, mientras El-Ilu casi desaparece de la Biblia, absorbido por Yahvé-Elohim. Pues bien, en el contexto bíblico, al lado de Ba’lu no suele encontrarse ya Astarté (Ashtartu-Anatu), como en los textos de Ugarit, sino la misma Ashera, que asume ahora los rasgos y funciones de Astarté, mostrándose así como gran diosa femenina abarcadora. Pero Astarté (=Astarot, Astoret) no se esfuma del todo, como muestra no sólo su pervivencia en diversos toponímicos (cf. Gen 14, 15; Dt 1, 4; Jos 9, 10; 12, 4; 13, 12), sino el hecho de que la Biblia critique su culto. Parece menos popular que Ashera, pero tiene también mucha importancia:

Astarté aparece en el libro de los Jueces, como causante de la caída e idolatría de los israelitas, que «dejaron a Yahvé, y adoraron a Baal y a Astarot» (Jc 2, 13). «Pero los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Yahvé y sirvieron a los Baales y a Astarot, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos. Abandonaron a Yahvé y no lo sirvieron» (Jc 10, 6). En el primer pasaje Baal y Astarté forman una pareja, como en los textos de Ugarit. Pero en el segundo Astarté aparece como figura independiente, vinculada a los dioses de los países del entorno.

Está relacionada a la memoria de Samuel y su reforma religiosa: «Habló entonces Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Yahvé, quitad de entre vosotros los dioses ajenos y a Astarot, dedicad vuestro corazón a Yahvé y servidle solo a él, y él os librará de manos de los filisteos. Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron solo a Yahvé» (1 Sam 7, 3-4). Este pasaje, lo mismo que el correspondiente de 1 Sam 12, 10, habla de los baales en general (como poderes divinos de tipo masculino), mientras presenta a Astarté como diosa única. En ese mismo contexto de lucha contra el baalismo y el culto de Astarté se sitúa la noticia de que los filisteos, tras vencer al rey Saúl (apoyado por Samuel), «pusieron sus armas en el templo de Astarot y colgaron su cuerpo en el muro de Bet-sheán», (1 Sam 12, 10); es evidente que ellos consideran a Astarté como la vencedora.

Es diosa de los sidonios. En esa línea, y a pesar de los textos que la vinculan a Baal, figura venerada por los israelitas, Astarté aparece en la Biblia más relacionada con los cultos extranjeros y especialmente con la ciudad fenicia de Sidón: «Cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres le inclinaron el corazón tras dioses ajenos… y siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Molok, ídolo abominable de los amonitas... y a Qamós, dios de Moab…» (cf. 1. Rey 11, 5; 5, 33). Lo mismo se dice al evocar la reforma de Josías, que profanó y destruyó los lugares de Salomón había construido en un colina, frente a Jerusalén, en honor de Astoret, «ídolo abominable de los sidonios» y de Molok y Qamós (cf. 2 Rey 3, 11).

 Astarté (Ishtar, Anat, Afrodita…) recoge así elementos de Ashera y aparece como figura femenina de Dios, vinculada a la fertilidad y a la vida, al amor (fraterno/esponsal) y a la victoria sobre la muerte. Significativamente en el centro parece estar Baal, que resucita, pero lo hace por impulso de ella, que es el signo de la vida que vence a la muerte, integrada en el círculo de la naturaleza, donde todo se repite sin fin, sin verdadera trascendencia ni futuro de salvación. Por eso, al final de su camino, tanto el judaísmo como el cristianismo has descubierto y han dicho que Ishtar/Astarté no eran garantía ni signo de salvación.

Otras figuras divinas

Al lado de las ya citadas, en el fondo de la Biblia judía aparecen, a menudo en formas veladas, otras diosas o potencias femeninas, que pueden entenderse como resto de religiones anteriores o como figuras de folklore. Yahvé tiende a llenar todo el espacio religioso, pero no ha podido impedir el influjo y presencia de esas diosas.

La Reina de los Cielos [13]. El profeta Jeremías (cf. cap. 12) muestra la importancia que la Gran Madre del Cielo (un tipo de Ashera) ha tenido, junto al culto del templo de Jerusalén, hasta el momento de su destrucción por los babilonios, el 587 a.C. Al lado del culto más oficial al Rey Yahvé, sin imagen ni pareja, impuesto en el templo de Jerusalén, por Josías (en torno al 621 a C.), mujeres y hombres siguieron adorando a la Reina Celeste, como responden las mujeres diciendo que ellas y sus maridos seguirán ofreciendo libaciones y quemando incienso a la Reina del Cielo (Jer 44, 16-19).

Éstas mujeres se oponen a la reforma de Josías (639-609 a. C.), que quiso “refundar” la religión de Israel de un modo estrictamente monoteísta, centralizando el culto y rechazando a las diosas de Jerusalén y de los santuarios de Judá. Esa reforma está en la base de los monoteísmos posteriores (judío, cristiano y musulmán) y tiene, sin duda, elementos positivos, pero ella aparece aquí vinculada también con un tipo de “fracaso” israelita, pues estas mujeres dicen que «tras dejar de adorar a la Diosa les han llegado todos los males…».

Es evidente que, desde la muerte Josías (609 a. C.), en el campo de batalla de Meguido (abandonado al parecer por el Dios al que quería defender), los habitantes de Jerusalén han sufrido infinidad de males. El tema es saber si el culto de la Diosa les podía haber liberado de esos males… y, sobre todo, si ese culto les hubiera ayudado a entender y reinterpretar su experiencia de fracaso, como harán los profetas del exilio y del primer post-exilio apelando al Dios que les ayuda precisamente en la derrota.

Se ha dicho que esta Reina del Cielo ha sido importada en Israel (Jerusalén) desde Mesopotamia y que ella se identifica sin más con Istar. Ciertamente, sus relaciones con Istar parecen claras, pero todo nos permite suponer que ella y su culto (libaciones, tortas de pan dulce: Jer 7,18; 44,17. 18. 19) tienen un origen cananeo y pueden vincularse con la figuras de Anat/Astarté. En este contexto, resulta significativo el hecho de que este culto a la Reina del Cielo se encuentre vinculado con mujeres (y quizá con mujeres de cierto estatus social), lo que podría indicar la poca importancia que ellas tenían en el culto yahvista oficial.

Lilit[14]. Figura femenina de carácter ambiguo, que la Biblia cita solamente una vez (Is 34, 14), vinculándola con la destrucción de la ciudad principal de Edom, de la que se dice: “Los sátiros habitarán en ella… En sus alcázares crecerán espinos, ortigas y cardos en sus fortalezas; será morada de chacales y dominio de avestruces. Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilit y en él encontrará descanso” (Is 34, 12.14).

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En este contexto, ella aparece como un signo de destrucción y muerte, vinculada al desierto y a las ruinas, reina de la noche (Layla), nombre con el que parece etimológicamente vinculada. Sin embargo, en su origen, ella ha cumplido una función más positiva y se conoce desde antiguo, en Babilonia, como una especie de genio sagrado, divinidad femenina del origen y el misterio de la vida, atrayente, enigmática. Es una bellísima mujer, en la flor de su edad, pero con alas y extremidades inferiores de pájaro rapaz. Está de pie sobre dos leones que están a su servicio (son signo de su fuerza), flanqueada por dos grandes búhos que exploran en la noche. Lleva un tocado de diosa y sostiene en sus manos un tipo de argolla, que parece evocar el círculo de eterno retorno de la vida. Ella es el principio de la existencia, es la expresión del enigma insondable de la realidad, en forma de mujer que fascina, desde el centro de una naturaleza sagrada, que es fuerza, principio de amor y de muerte.

Se trata, evidentemente, de una diosa de la noche sagrada y del amor misterioso, oscuro y atrayente. Como buen israelita, Isaías condena y rechaza su figura, arrojándola fuera del espacio en que habitan los buenos creyentes, resguardados por Dios, para que se pierda sin fin en las ruinas de Edom, reino maldito. En ese contexto resulta muy significativa la traducción de San Jerónimo, que identifica a Lilith con un tipo de daimon femenino, llamado Lamia (“ibi cubavit Lamia et invenit sibi réquiem”: allí habitó la Lamia y encontró su descanso), figura que ha estado presente en la mitología y folklore de muchos pueblos, hasta tiempos muy recientes.

Lilit y la gran Lamia (todas las lamias), han sido una expresión del riesgo demoníaco de la atracción y la fecundidad femenina, visto desde la perspectiva del varón al que pueden atraer, engañar y destruir. Pero es evidente que en el fondo de muchas tradiciones antiguas, Lilit y las lamias han cumplido funciones más positivas, presentándose como aspecto femenino de Dios o como esposa sagrada (más sagrada) de los hombres. En esa línea avanza la tradición de la Cábala, que ha recibido su forma clásica en el libro del Zohar (escrito a finales del siglo XIII por Moisés de León), donde Lilit aparece como la primera esposa “divina” de Adán, más sagrada y misteriosa que Eva, su segunda esposa, que es humana, después de la caída.

Más que una mujer mortal, concreta, esta Lilit es la diosa de la noche (del origen y fin de la vida), la energía creadora y destructora con la que Adán no logra nunca acostarse (vincularse) del todo, porque le sobrepasa. Por eso, en su lugar, ha tenido que surgir Eva, la mujer concreta, que ofrece también rasgos negativos (sigue siendo tentadora), pero que cumple ya una función histórica, de mujer sometida y madre de los hijos de Adán.

Eva sería la mujer sumisa, al servicio del mundo patriarcal. Lilit, en cambio, nunca ha podido ser sometida y así sigue mostrándose no sólo en los textos más enigmáticos del Zohar, sino en muchas representaciones literarias y artísticas de la historia de occidente, como signo de un amor que sobrepasa a los varones concretos. Ella no aparece casi nunca como el eterno femenino positivo, simplemente amoroso (al servicio de los varones), sino como expresión de la independencia femenina (mirada siempre desde la perspectiva masculina): es la mujer fatal, el amor más hondo y el riesgo de la destrucción. Es bruja y amiga, es diablo y es diosa. Quizá es la expresión del riesgo del amor femenino, mirado desde el hombre. «Lilith representa el arquetipo de lo femenino negado por una cultura patriarcal y ha servido como estandarte del feminismo. Ella fue la única capaz de articular el impronunciable y verdadero nombre de Dios. Es la efigie del erotismo femenino, de la sexualidad desbordante y natural de la mujer que aparece intensamente atractiva, y a la vez, potencialmente peligrosa en los sueños de los hombres solos. «Lilith comparte la misma historia de las sirenas, las amazonas, las hetairas, todas ellas figuras femeninas que han intentado asumirse como mujeres libres, sin ninguna necesidad de someterse a los hombres» [15].

Rahab [16] es un monstruo femenino y aparece como serpiente de las aguas primigenias. Conforme al sentido hebreo del término (acosar, amotinarse, avasallar), ella es la Amenazadora y puede tomarse como personificación del caos, que se eleva contra el Dios bueno y pretende dominarlo todo. Así aparece vinculada a la batalla primigenia en la que Yahvé, Dios bueno, creador del orden, ha vencido y dominado a la divinidad femenina del caos, como dice el libro Isaías:

 Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Yahvé; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió a Tanin? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos? (Is 51, 9-10)

 El texto ha vinculado las «tres aguas enemigas»: las del Caos primero (Rahab-Tanín), las del Mar Rojo en el Éxodo de Egipto (cuando Yahvé lo secó para que salieran los hebreos) y las aguas que los rescatados de Dios deberán vencer al final de los tiempos. En este contexto se sitúa la victoria de Yahvé sobre Rahab, una imagen femenina del caos. Siguiendo en esa línea, el nombre de Rahab se evoca también en varios textos poéticos, donde el mar se personifica como poder que se opone a Dios (cf. Job 26, 12; Sal 89, 11). Con ese nombre se designa a Egipto (cf. Sal 87, 4; Is 30, 7), como monstruo maléfico de las aguas. En el Sal 40, 5 se hable de unos misteriosos rehabim, que pueden interpretarse como poderes mítico-simbólicos que ayudan a Rahab.

Tehom [17], nombre hebreo que significa aguas subterráneas y alude al caos de las corrientes primitivas de las que brotó la creación (cf. Gen 1, 2). Se relaciona etimológicamente con Tiamat, Diosa madre acádica de las aguas primigenias, vencidas por Marduk, a través de un proceso civilizador violento que marca el surgimiento de la cultura (como en Gen 1,1-2). La palabra Tehom aparece unas veinte en la Biblia hebrea (cf. Gen 1, 2; 7, 11; 8, 2; Job 38, 14.16.30; Sal 42, 8; 104, 6 etc) y suele traducirse casi siempre como «abismo»: inmensidad de las aguas primordiales de las que todo ha brotado. A veces se compara con el Sheol o con los grandes monstruos de las aguas (Tannin, Leviatán) e incluso se le atribuye un carácter divino personal.

No es imposible que el Tejom haya sido divinizado en el entorno de Israel, (como la Tiamat acádica) pero en los textos actualmente conservados no aparece como diosa, sino como expresión poética y simbólica de la hondura misteriosa de la realidad, que no puede comprenderse ni interpretarse en términos racionales. Para la Biblia, el misterio es Dios, pero la realidad es también abismal y misteriosa, como lo muestra Tehom [18].

Continuará en próximas entregas)
@Xavier Pikaza/feadulta.com