La Virgen de la Paloma es toda una institución en Madrid. Data esta devoción del siglo XVIII. Todo empieza, según la tradición, con un cuadro de la Virgen que unos chiquillos de la calle de la Paloma, habían cogido de un montón de leña de la tahona próxima. Parece que era del retablo de Nuestra Señora de la Soledad, venerado en el portalillo de la calle de la Paloma, esquina a la de Solana. Al verlo María Isabel Andrea Tintero, mujer muy pobre y muy piadosa que allí vivía, lo rescató de manos de los niños por unas monedas, y con limosnas le construyó una capillita. María Isabel vivía justo al lado, y dedicó su vida al cuidado de la capilla y de su culto. Pronto corrió la voz de que esta Virgen era milagrosa.
La reina María Luisa, teniendo gravemente enfermo a uno de sus hijos, encomendó la salud de éste a la Virgen de la Paloma. Y como sanase, acudió a la capilla con las damas de su séquito, a donar a la Virgen como exvoto el traje más rico del infante, y mandó que a partir de entonces el gasto de iluminación de la capilla corriese por cuenta de palacio.
Ni que decir tiene que este milagro acabó convirtiendo la capilla de la Virgen de la Paloma en una institución de lo más castizo. No había pareja de novios en el Madrid popular que no pasase por la capilla de la Virgen para que ésta bendijese su matrimonio, ni madre que no fuese a presentar a la Virgen de la Paloma su hijo recién nacido.
La capilla se hizo pequeña y fue preciso construir una iglesia. Fue también María Isabel quien recogió las limosnas para su construcción, que tuvo lugar en 1795, dirigiendo la obra Francisco Sánchez, discípulo de Ventura Rodríguez. Con esta iglesia el culto a la Virgen de la Paloma acabó de tener un carácter oficial. La tradición en torno a la primitiva capilla quedó magistralmente retratada en la zarzuela "La verbena de la Paloma".
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