Fotografía: J.Jurado
El yacimiento medieval de Calatrava la Vieja ha experimentado en los últimos quince años, siete de ellos como parque arqueológico, “un cambio radical”, en palabras de ‘su’ arqueólogo Miguel Ángel Hervás, que está permitiendo un sostenido resurgimiento de la que durante cinco siglos (del VIII al XIII) fue la ciudad más importante, equivalente a una capital de provincia actual, en el camino de Córdoba a Toledo.
Fundada en pleno esplendor del califato de Córdoba, con los musulmanes recién asentados en la Península, Qal’at Rah, castellanizada como Calatrava, alumbró la primera orden de caballería española, la de los monjes calatravos en 1158, periodo previo a la batalla de Alarcos, ciudad vecina junto a la que languideció un siglo después, en el XIII, tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa, y con la que compartió destino: ambas desaparecieron para los siglos venideros. Las circunstancias fueron similares y la fundación de Villa Real, hoy Ciudad Real, unos años después y el avance de la frontera cristiana con Al-Andalus, más al sur, las terminó ‘matando’.
A golpe de piqueta, paleta y brocha, y con el trabajo ininterrumpido de campañas de excavaciones arqueológicas desde 1984 la vieja Calatrava, una península casi inexpugnable, una isla en el Guadiana poco después de desbordarse en las Tablas, está recuperando el aspecto que debió tener cuando el abad cisterciense Raimundo de Fitero y sus monjes decidieron fundar una orden de caballería hispánica para iniciar la guerra santa contra los ‘infieles’ musulmanes que ocupaban la Península, o, de siglos antes, cuando su medina, alcázar o corachas que protegían y abastecían de agua a la ciudad eran la envidia de la menos refinada civilización cristiana.
“Se ha producido un salto cuantitativo desde 1996 que es cuando se consolidan los planes de empleo y también entra a trabajar la escuela taller. Ese empuje es el que ha permitido una transformación radical del yacimiento”, dice Miguel Ángel Hervás, codirector de las investigaciones arqueológicas junto a Manuel Retuerce, que han permitido que año tras año, pero sobre todo desde que comenzó el tercer milenio, visitar Calatrava la Vieja sea un experiencia única, una lección, junto con Alarcos, de la vibrante historia medieval española.
La peculiaridad
“Calatrava tiene una peculiaridad y es que reúne una serie de estructuras únicas y específicas; por ejemplo, tiene las torres pentagonales más antiguas de la Península Ibérica y también las torres albarranas más antiguas, un arco tirunfal, bueno, lo que nosotros llamado así, que en realidad es un sistema defensivo de la puerta único”, explica Hervás con un entusiasmo casi paternal de un yacimiento en el que lleva investigando más de veinte años. También hay un ejemplar único de sala de audiencias árabe, hay hornos de fabricación de cerámica en un estado de conservación excepcional, sistemas hidráulicos de abastecimiento, las corachas, muy específicos, un algibe que se transformó en prisión y que tiene en las paredes grabados los dibujos que hicieron los prisioneros del siglo XIII, frases en árabe, dibujos de caballeros calatravos... “¡Tenemos el primer convento de los calatravos!, el más antiguo, el fundacional, y la iglesia calatrava más antigua, hasta el ábside templario es el más antiguo del reino de Castilla, debajo de los cimientos de la iglesia de los calatravos, en fin, una serie de elementos únicos que hacen de la visita interesante y que le dan un valor científico e histórico enorme”, añade.
Hace unos años costaba verlo, con los avances cualquier visitante que ponga atención a la explicación gratuita de los guías puede comprobarlo ahora.
Pero aunque el abandono de siglos dejó Calatrava hecha un erial también tuvo una parte positiva, “en esta medina [ciudad árabe] se puede apreciar toda la evolución del urbanismo islámico en la Península desde el primer momento, el siglo VIII, hasta el XIII, y eso es difícil de ver en otros lugares porque casi todas las ciudades de época islámica importantes han seguido en funcionamiento y esas viejas estructuras o bien han quedado sepultadas o destruidas”.
En las cinco hectáreas en las que se centra la investigación y por la que transitan los visitantes, hubo algo de población ibérica que no condicionó en nada el asentamiento islámico, ya que los romanos pasaron de largo por aquí (no tenían porque subirse a cerros para protegerse: controlaban la Península). Pero mil años después a los árabes les pareció un buen emplazamiento, además controlaban el agua de esta parte de la cuenca del Alto Guadiana, ajena entonces, en el siglo VIII, a los problemas de sobreexplotación de civilizaciones posteriores. En la Baja Edad Media las circunstancia cambiaron y la ciudad se despobló, hasta que en este tercer milenio por piedras y restos de cimientos de medina, alcázar y convento, transitan miles de personas dispuestas a recibir una lección “de la gran historia”, apostilla Miguel Ángel Hervás, esa que aparece referida en los libros y en las crónicas y aquí se respira con el contacto de cada piedra.
Pero para eso ha sido necesario el trabajo de cientos de personas y la retirada de toneladas de tierra. “Hemos intervenido en el perímetro de la muralla para que dejara de ser de escombros y se convirtiera en lo que se ve: una muralla jalonada por muros y torres de distintas épocas con sus transformaciones, etc”, explica el historiador que dice que en estos casi treinta años se ha conseguido excavar el 60 por ciento del perímetro total del cerro, unos seiscientos metros de un kilómetro.
Y eso que el yacimiento no incluye los arrabales -en manos privadas- sino lo que fue la ciudad con sus centros de poder, el entorno del Alcázar; el convento de la Orden de Calatrava, acompañado de su iglesia (futuro centro de interpretación) que está descubierto, excavado, musealizado y perfectamente explicado y en la mitad norte edificios islámicos del siglo X o principios del siglo XI.
Este verano la campaña en Calatrava, en la participan veinte contratados por el Sepecam, se va a centrar en la excavación del arrabal cristiano de la coracha del Alcázar, que según Hervás “ya excavamos en 2004 y hemos retomado ahora con la esperanza de encontrar niveles de ocupación bastante más antiguos”. De momento se la constado ahí población de los siglos XIII al XV.
Escrito por Belén Rodríguez
Publicado por Lanza Digital