Los franciscanos y Esclavos de Cristos, enfrentados
Las máximas autoridades eclesiásticas de la Isla se dieron cita ayer en el Santuario de La Laguna para dar el último adiós a la orden que custodió al Cristo durante cinco siglos
El Obispo de Tenerife (centro) junto al ministro provincial franciscano (i), al Esclavo Mayor(d) y otros de los asistentes a la misa de ayer. josé luis gonzález
La multitudinaria misa de mediodía que se celebró ayer en el Santuario del Cristo de La Laguna, en la que curiosamente escasearon los miembros de la hermandad de la Esclavitud, estuvo marcada por la tristeza de una despedida histórica. La orden franciscana decía adiós tras 500 años ininterrumpidos de servicio en la ciudad. Su marcha, basada oficialmente en la falta de un relevo generacional de los sacerdotes, podría tener otra causa a tenor de las reveladoras palabras del ministro provincial de la congregación, fray Joaquín Domínguez, quien aseveró en la eucaristía que entre los esclavos y los frailes "no todo fue concordia y entendimiento durante la convivencia".
Algunos fieles especulaban ayer con que ese desencuentro haya desencadenado la decisión de la congregación de abandonar este emblemático templo, y no el de Santa Cruz, cuando la merma de frailes los obligó a elegir sólo una de sus dos sedes de Tenerife.
Antes de salir raudamente del Santuario, el fraile también hizo referencia al patrimonio artístico y de culto del templo, que según ha trascendido podría haber generado roces con los esclavos, al ser éstos los propietarios del edificio y de todo lo que contiene en su interior. "Todo está inventariado y queda en manos de la Esclavitud", precisó el sacerdote para despejar cualquier duda.
Sin relevo
La marcha de los franciscanos, cargada de simbolismo, puso sobre la mesa uno de los desafíos a los que se enfrenta la iglesia católica: la falta de vocaciones. "Siento una profunda tristeza al tener que despedir a una congregación que se ve obligada a irse por la falta de jóvenes con vocación religiosa que tomen el relevo, algo fundamental para la continuidad de nuestra Iglesia", decía ayer el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez.
En un Santuario abarrotado por más de medio millar de fieles, el obispo presidió una eucaristía cargada de emoción para despedir a los últimos guardianes franciscanos del Cristo. Las primeras filas estuvieron ocupadas por el alcalde de la ciudad, Fernando Clavijo;la presidenta de la Junta de Hermandades y Cofradías, María Cabrera; y apenas una veintena de miembros de la Esclavitud del Cristo, entre otras autoridades.
A las doce en punto y con un fortísimo aroma a incienso, el obispo nivariense ingresó al recinto para comenzar la misa. Durante su intervención, Álvarez reconoció su "pesar" en una jornada "agridulce y triste" en la que pidió a los creyentes que "recen a Dios para que suscite la fe y el carisma franciscano no desaparezca".
Tras algunos cánticos de alabanzas y súplicas, sucedió la anécdota inevitable en todo acto multitudinario que se precie: sonó un móvil. La solemnidad del momento se cortó en seco con música marchosa hasta que eLobispo volvió a hablar del dolor que le provocaba la marcha de los hermanos. "Siento mucho esta partida y más al saber que ha sido impuesta por las circunstancias. Pero la comprendo y les doy las gracias por el trabajo realizado. Han tenido que cerrar varias casas en la provincia Bética [Canarias, Andalucía y Extremadura] y ahora toca cerrar este capítulo en La Laguna", detalló. Álvarez también criticó entre líneas a una sociedad, a la que acusó de "creer que los sacerdotes caen del cielo", en lugar propiciar, según dijo, la entrega a la vida religiosa de los más jóvenes en el seno de las familias.
"Todos quieren a las hermanas del asilo, pero ésta es la realidad y cuando se habla de cambiar un cura todo el mundo se pone a temblar" detallaba pidiendo a los feligreses que reflexionaran ante la alarmante merma de sacerdotes. "Espero que esto nos lleve a cuidar más a los religiosos y a tener más consideración con ellos", indicó.
Aunque el que fuera hasta ahora rector del Cristo, Francisco Manuel González Ferrera, no pudo estar presente ayer, sí estuvieron el ministro provincial de los franciscanos; un ex rector del Santísimo muy recordado por todos los laguneros como es José Arenas; y tres de los cuatro frailes de la orden que residieron durante los últimos años en el convento de San Miguel de las Victorias, anexo al templo.
Fray Joaquín fue el encargado de tomar la palabra en un momento que catalogó "de gratitud, tristeza y esperanza". "Los hermanos de la extinguida comunidad del convento de San Miguel se van con el deber cumplido", anunció en referencia a la "altamente meritoria" tarea evangelizadora que realizaron en la ciudad durante cinco siglos. El religioso admitió también que abandonaban "serenamente La Laguna empujados por la realidad que circunda a la vida consagrada".
Su intervención concluyó pidiendo al obispado que "garantice que la gente humilde tenga siempre un lugar destacado en este templo" y deseando que la despedida tampoco sea para siempre. Con una mirada optimista sobre el futuro de su comunidad, el fray anunció: "Nos vamos, pero como somos peregrinos puede que un día volvamos. Ya lo hicimos dos veces, tras el incendio, en 1810, y la desamortización, en 1917, y puede que haya una tercera".
En tanto, Domingo Lecuona, Esclavo Mayor de la Hermandad, dijo con voz entrecortada: "Nos faltan palabras y lágrimas para agradecerles por cuidar al Cristo y dejar la impronta que dejan en esta casa". La emoción del esclavo contagió los últimos minutos de una misa que el obispo tinerfeño cerró diciendo: "Espero que los fieles no sufran. Y que Dios nos ayude".
El convento de San Miguel queda vacío
Poco antes de las dos de la tarde de ayer, en la sacristía del Santuario del Cristo, el ministro provincial de los franciscanos, fray Joaquín Domínguez, entregó al obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, una caja con todas las llaves del templo y del convento de San Miguel de las Victorias, que con la marcha de la congregación quedará vacío a partir de ahora.
"¿Está también la llave del campanario?", preguntó el obispo a fray Joaquín, que le contestó: "Todas, incluido el mando a distancia de la alarma". Y es que dentro de estos muros se esconde un valioso patrimonio artístico y de culto, que pasa a la custodia de la Esclavitud del Cristo, propietaria de todo el edificio.
Tras un abrazo entre el jefe de los frailes y el Esclavo Mayor, Domingo Lecuona, y ante la mirada de un puñado de esclavos, llegó el punto y final de una relación de cinco siglos, después de que los franciscanos llegaran a Tenerife junto al Adelantado Álvarez de Lugo.
Los tres religiosos de la congregación que vivieron allí se marcharon con poco equipaje. Uno llevaba una bolsa con la inscripción El Rincón de María, con una muda de ropa, mientras otro de los hermanos –todos de avanzada edad– cargaba unas pocas prendas envueltas en una sábana blanca. Se iban a almorzar al monasterio de Santa Cruz, el último que les queda en la Isla, donde pasarán los próximos años. En tanto, el último rector franciscano del Cristo ya partió a Huelva y el vicario para el monasterio de Córdoba.
@LAURA DOCAMPO/La Opinión de Tenerife