Samuel Ruiz, el penúltimo obispo rojo
La vida del obispo Samuel Ruiz García es tan polémica y controvertida como la relación misma entre el Estado y la Iglesia en México. Miembro de la orden jesuita —víctima del absolutismo regio del siglo XVIII y perseguida por los liberales anticlericales del XIX—, y destacado teólogo de la dogmática católica, Ruiz García aparece en la escena política de la vida nacional cuando su preferencia por los indígenas no dejó lugar a dudas. La creación de la Iglesia de los Pobres y la difusión de la Teología Indígena le causaron enconadas fricciones con el gobierno mexicano que le imputó cierta responsabilidad cuando el conflicto armado en Chiapas.
Asimismo, el Vaticano lo acusó de marxista y exclusivista en la interpretación que ofrecía del Evangelio por lo que le solicitó la renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis de Chiapas.
Con la muerte de Ruiz García se va acabando la cofradía de los Obispos Rojos, esa que iniciara el nicaragüense Miguel Obando y Bravo, junto con el jesuita Pedro Arrupe y que fue identificada como “el comunismo bañado de conjuga bendita”.
A decir de los especialistas sobre el tema, con la muerte del obispo emérito de Chiapas, ya nada más queda en México de esa misma línea radical el obispo de Saltillo Raúl Vera López.
En noviembre de 1924, dos años antes de que se promulgara la Ley Calles o Anticlerical que desató el movimiento cristero, nació Samuel Ruiz García en Irapuato, Guanajuato, uno de los bastiones del catolicismo en México. La educación católica y devota que recibió desde niño, respondió a la intención de sus padres porque fuese sacerdote, de ahí que lo llamasen Samuel, que significa guardián del templo. Su padre, comerciante, había sido dirigente de los Caballeros de Colón y de Acción Católica y, en los años treinta, participó en el movimiento sinarquista mexicano, un grupo de derecha, de filiación falangista, surgido a partir de la revolución cristera.
El futuro obispo estudió en el Colegio de las Hermanas del Sagrado Corazón y a la edad de trece años ingresó al Seminario de León y en 1947 obtuvo las órdenes sacerdotales. A la edad de treinta y cinco años, Ruiz García fue nombrado por el Papa Juan XXIII obispo de San Cristóbal de las Casas. En esas fechas, la diócesis abarcaba todo Chiapas, más de un millón de feligreses, casi todos nominalmente católicos. La transformación ideológica que sufrió Ruiz García a raíz de su contacto con los indígenas chiapanecos comenzó en Roma, durante el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII a principios de los años sesenta. Aquel acontecimiento fue considerado por Ruiz García como “histórico, pastoral”.
Según Krauze, poco antes de que diera inicio el Concilio, el obispo chiapaneco tuvo una primera “revelación”. El Papa se había referido ya a los dos “puntos focales” del Concilio (el anuncio del Evangelio en un mundo sin sensibilidad religiosa y la búsqueda del ecumenismo), pero de pronto Juan XXIII habló de un “tercer punto luminoso”: ante los países en vías de desarrollo la Iglesia descubre lo que es y lo que tiene que ser. Para Samuel Ruiz, “aquel anuncio del Papa implicaba un mandato: allí se clarifica y determina la misión constitutiva de la Iglesia: si no está en una adecuada relación con el mundo estructural de la pobreza dejará de ser la Iglesia de Jesucristo”.
Otro momento decisivo para el obispo Ruiz García fue en la segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana, celebrada en Medellín, Colombia en 1968. A su regreso, transformó completamente su labor pastoral. Según Jorge Volpi, “se despreocupó por la ciudad, decidió aprender tzetzal y tzotzil, y se lanzó a conocer de modo directo las formas de vida de las comunidades indígenas. En Bachajón, un jesuita comenzó a traducir el Éxodo al tzetzal, haciendo que esta historia bíblica se convirtiese en un símbolo de la redención que les esperaba a los indígenas”.
Entre 1974 y 1995, el obispo de San Cristóbal de las Casas fue testigo y generador de importantes controversias políticas. En Chiapas, a partir de 1974 la situación política se tornó cada vez más complicada. A raíz del Congreso Indígena en el que participó el obispo, las organizaciones campesinas comenzaron a presionar de manera sistemática al gobierno por sus derechos agrarios. Esta lucha apenas empezaba y según algunos analistas su culminación ocurre el 1 de enero de 1994.
Cuando estalló el movimiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), los gobiernos federal y estatal desplegaron una campaña contra el obispo Samuel Ruiz y su Diócesis, acusándolo de ser el causante del conflicto y de resguardar armamento en las instalaciones de la catedral. No obstante, la gran influencia de la Iglesia en Chiapas obligó al gobierno a pedir su ayuda en el diálogo con la guerrilla. Ruiz García desempeñó un papel determinante en las negociaciones de paz que se abrieron tras el alto al fuego anunciado por el EZLN.
Tras la muerte del obispo emérito, acaecida el pasado 24 de enero, el EZLN rompió el silencio de dos años para lamentar la muerte del Comandante Samuel y para advertir que se avecina una maniobra para dividir la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, con el objetivo de diluir su trabajo a favor de los grupos desposeídos.
“Se va don Samuel, pero quedan muchas otras, muchos otros que, en y por la fe católica cristiana, luchan por un mundo terrenal más justo, más libre, más democrático, es decir, por un mundo mejor. Salud a ellas y ellos, porque de sus desvelos también se nacerá el mañana”, reza el último comunicado del EZLN.
@Menos del título: Tomado de internet / Elena Vega de la Mora / Siempre!/Dossier Político.com