Muchos se preguntarán porqué hemos subido este artículo, maravilloso artículo, al blog, defendiendo como defendemos siempre nuestra condición de católicos. Pues bién, siempre hemos dicho que somos católicos, cristianos católicos, y si en ocasiones somos críticos con la Iglesia Católica es porque es nuestra Iglesia, porque nos gusta nuestra Iglesia, la que Nuestro Señor encargó instaurar dicen que a Pedro, y que ahora casi no se parece en nada a esa Iglesia a la que nos debemos si seguimos los pasos de Jesús.
Si no la amáramos, si no fueramos católicos, nos darían igual sus comportamientos, en muchas veces incomprensibles para los fieles, que también somos Iglesia. Y este artículo nos gusta, nos convence de que hay personas, sacerdotes, misioneros, monjas, voluntarios/as católicos que se preocupan en llevar o intentar llevar la doctrina de Amor del Cristo hasta los últimos confines, allí donde la administración y jerarquía vaticana no llega y desconoce. Solo así se pueden entener las decisiones tomadas como las que detalla este artículo.
No anda muy sobrada nuestra Iglesia de ejemplares actitudes en el presente, habiendo sido el año pasado un año terrible para los católicos por el mal ejemplo de los delincuentes pederastas, ladrones, profanadores, que bajo el amparo de la sotana nos hicieron añicos dando que hablar de nosotros en los telediarios, en los medios de comunicación, etc. No pensamos, no creemos que esas situaciones tengan su respuesta fuera del comportamiento ejemplar de las misiones, de aquellas personas desprovistas de egoismos y de egos que dan todo por los demás, y si aún en este estado de cosas, la jerarquía administrativa vaticana se permite el lujazo de relevar a estas personas por "heraldos con botas", por ejemplo, mal vamos, mal camino llevamos. Así no, asi no se gana confianza, asi nos apartamos cada vez más del camino del Señor, ese camino de Amor, de Paz, de Justicia Social, de Libertad, de Igualdad, de Dios.
Recuerdo una de las Catilinarias y cambiando el nombre de a quien van dirigidas viene como anillo al dedo: quo usque tandem abutere, Vaticano, patienta nostra...Y es que, viendo estos comportamientos, cada vez es más difícil, (y todavía hay algunos que quieren el reeconocimiento y la entrega sin condiciones, que ciegos).
Fr.+Anselmo de Crespi
Heraldos con botas
Gonzalo es el pastor, el amigo y el hermano de los indios y los negros en la selva ecuatoriana. Allí donde la frontera con Colombia convierten la región de Sucumbíos en la zona más peligrosa del país. Allí donde el narcotráfico, la guerrilla, las petroleras y los delincuentes campan a sus anchas en una tierra en la que este carmelita descalzo llegó hace ahora 40 años.
Resulta que la Iglesia Católica de la que este monseñor liberador es miembro activo. La misma Iglesia que le nombró obispo y que puso en sus manos la construcción del Reino cuando aún Texaco no había comenzado a matar indígenas con sus vertidos tóxicos, cuando los colonos del sur del país aún no habían llegado para recibir sus 50 hectáreas de terreno robadas a la selva y a sus pobladores originarios, cuando las FARC todavía no existían, cuando la coca aún no se mezclaba con alcaloides para disfrute de los ricos y muerte de los pobres. Pues resulta que esta Iglesia jerárquica y vaticana ha decidido sustituir a monseñor Gonzalo López Marazón y a sus compañeros carmelitas descalzos por una institución como los Heraldos del Evangelio.
Los Heraldos con botas surgieron en Brasil a finales del siglo XX. Su fundador, João Scognamiglio Clá Dias, consiguió la aprobación de Juan Pablo II en 2001. Desde entonces, acogidos bajo el manto protector de la Iglesia, han crecido sin parar extendiendo sus capas medievales, su gran cruz de Santiago, sus botas negras de caña y sus cadenas de hierro a la cintura. Su web oficial dice que están en 70 países y que son ya más de 40.000 entre curas, laicos, vírgenes consagradas y familias involucradas en extender una forma de entender la Iglesia que nada tiene que ver con Jesús. Vamos, con el Dios que decidió venir a este mundo en el seno de una familia emigrada, en una posada de mala muerte y que se juntó con putas, comilones, vagos y, sobre todo, con los más pobres y los que menos quería la sociedad.
El atuendo de los Heraldos con botas y la exclusividad, la exclusión, el dogmatismo, el espectáculo, la sinrazón y el proselitismo que promulga este grupo ultraconservador de la Iglesia a la que sigo perteneciendo, nada tienen que ver con la justicia, la solidaridad, el Reino de amor y de fraternidad que vino a explicar Jesús de Nazaret.
Supongo que los indios y los negros de la selva ecuatoriana de Sucumbíos estarán tan alucinados como yo. Sé de buena tinta que las comunidades de base del Vicariato Apostólico de San Miguel (ISAMIS) siguen sin entender esta decisión de la Iglesia santa, católica, apostólica y, sobre todo, romana, muy romana. Imagino que los Heraldos con botas en los pies y cadenas a la cintura tendrán alguna dificultad a la hora de cruzar el río Aguarico en canoa, de caminar por las sendas embarradas de la selva y de asumir que en esa parte recóndita del planeta el Reino de Dios ya ha llegado porque el pueblo está unido, porque todos son hermanos y no necesitan desfiles ni pendones para sentir la presencia del Dios de la vida.
Aunque, claro, lo más seguro es que los Heraldos con botas terminen con el dinero que les sobra de construir la catedral (o quizá construyan otra más grande, más alta y menos redonda) y que no salgan de ella para no manchar de barro su desfasado calzado, su capa medieval y su fe rancia y podrida en la que está prohibido pensar. Amén.
@Santiago Riesco/Sincolumnas.