Al escritor José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) le gustaría escuchar alguna vez el «no de los hombres». Lo dijo ayer en Santander, haciendo referencia a la obra de Leandro Fernández de Moratín 'El sí de las niñas', al recibir el XXIV Premio Internacional Menéndez Pelayo. Sampedro reclamó, sobre todo a los intelectuales, que «traten de ver claro» y que se nieguen a ser «cómplices de los que se aprovechan». Fue en el transcurso de un acto institucional en el que el también economista comentó que se debe «por lo menos protestar, por lo menos indignarnos» ante los abusos políticos y sociales.
El autor de novelas como 'La sonrisa etrusca' y 'Octubre, octubre', recibió el galardón de manos de Ana Sara Ferrer, hija de Eulalio Ferrer, mecenas de este premio, en el Palacio de la Magdalena de Santander, sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Durante su intervención Sampedro alertó del «fracaso tremebundo» de un mundo que a día de hoy es paralelamente, «muy rico en ciencia y pobre en sabiduría», y que está regido por los «muros inmateriales» que constituyen «los prejuicios, las intolerancias, las tendencias religiosas, los nacionalismos exclusivos y las diferencias de sexo». Lamentó así que, a pesar de los avances científicos y técnicos que permitirían «organizarnos de forma sensata», la sociedad global resida «en la barbarie» y «en el fracaso» de las relaciones cotidianas.
Según el escritor «la humanidad está dividida» por «soluciones medievales», como son a su juicio «los muros» que separan a Estados Unidos de México, a España del África subsahariana o a Israel de Palestina. Pero peor aún son «los muros inmateriales» y la «confusión» en la que se encuentra inmersa la sociedad global que obedece «en gran parte» a la idea de que los seres humanos «somos inmortales, los reyes de la creación».
A sus 93 años, el escritor barcelonés mostró como siempre una brillante lucidez y volvió a criticar la decadencia moral de Occidente y las brutalidades del capitalismo. Apuntó que valores como la justicia, la paz y el respeto a la naturaleza, están siendo «arrollados y rebasados por los intereses económicos y materiales» de una civilización que «quiere cada vez más, en vez de ser cada vez mejor».
Como muestra de su apuesta decidida por la vida alentó a todos los presentes a «hacerse» a sí mismos, porque «muy pocos llegan a ser lo que podían haber sido», y animó a concentrarse «en esta vida, que es algo extraordinario». Lamentó que, a pesar de los avances científicos y técnicos que permitirían «organizarnos de forma sensata», la sociedad global resida «en la barbarie» y «en el fracaso» de «las relaciones cotidianas».
En un encuentro con los medios previo a la entrega del galardón, Sampedro se presentó como «un inmigrante sin papeles» de la España anterior a la guerra civil, con el agravante de que mientras «los inmigrantes habituales pueden volver a su país», el suyo desapareció. «Hubo un terremoto y se comieron la España de 1935, como desapareció la Atlántida», dijo.
Además manifestó «muy a favor» del juez Baltasar Garzón y consideró que la situación del magistrado, apartado de la Audiencia Nacional por una presunta prevaricación al investigar las desapariciones durante el franquismo, responde a que «se han encarnizado con él».
Un ejemplo, dijo, de «la barbarie en la que vivimos y el olvido de los valores frente a los intereses».
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