Es que es imposible levantarse una mañana y ver que la Iglesia no ha incurrido en otra nueva hipocresía publicada a bombo y platillo para que los fieles vean "la gran preocupación" que demuestra la Iglesia por quien en ella confía.
Hoy, la página Infocatólica en uno de sus blogs, concretamente en el blog Fides et Ratio y en palabras de su autor, Isaac García Expósito, nos informa del gran sepelio tradicional que el Obispo de Zaragoza presidió para devolver los restos de la fanmilia de los Condes de Aranda que tuvieron que ser removidos por una restauración.
Igualito, igualito que con el comportamiento demostrado por la Iglesia con los restos removidos de los vecinos de Belver de los Horrores enterrados junto a los restos de los Caballeros Templarios defensores de los castillos de Monzón y Chalamera, que una vez profanados, metidos en capachos, fueron arrojados a la zanja/vertedero de la finca La Sardera, entre escombros y basuras, por "la piadosa y fervorosa actitud y respetuosa profesionalidad" del párroco de la iglesia de la Asunción del pueblo, Isidro Berenguer, profanador en su tiempo libre y para el que los restos de quienes habían pagado sepulturas y misas por su descanso eterno en el seno de la Iglesia en la que creían y en la que confiaban, no merecen más que acabar entre basuras para ensanchar una finca.
Ya podría haber actuado igual el obispo del que depende este sinvergüenza párroco que el de Zaragoza, más que nada por cumplir las formas, por que ya vemos que las normas y leyes se las pasan por debajo de la sotana a la que ofenden con sus acciones.
Y es que parece que para la Iglesia hay distintas clases de restos humanos, como parece que hay distintas clases de personas, de fieles. Unos, los menos, que somos la mayoría de nosotros, nos contentamos con tener la Gracia de Dios. Otros, los poderosos, los condes, como en este caso, los reyes (como en El Escorial), los que gozan de la simpatía eclesial por su dinero y poder, etc., cuentan, no sabemos si con la Gracia de Dios, pero si con las gracias de los príncipes de la Iglesia, lo que les depara rimbombantes funerales, reposiciones en sus tumbas si tuvieron que removerse por obras y demás gracietas que el resto mayoritario de los fieles no contamos, y entre ellos los muertos del vertedero, los de Belver de los Horrores, a los que por Templarios, parece ser que la Iglesia Catóilica Española continua vejando y castigando al descanso eterno en un vertedero como si de nuevas órdenes venidas del más allá por parte del cobarde y simoniaco Papa Clemente V hubieran sido impartidas y obedecidas para efectuar los sacrílegos hechos del párroco Isidro Berenguer, apoyado por la omisión, pasividad y silencio de los jerarcas de los que dependía, es decirlos los Obispos responsables de haber impedido o reparado las profanadoras acciones de tan sinvergüenza sacerdote, que con su no hacer nada en estos hechos demuestran ser tan sinvergüenzas como el profanador párroco.
Lean ahora el artículo donde presumen de lo que en realidad estarían obligados a hacer, no solo en Zaragoza, sino en todos los lados y con todos los fieles, incluido los de Belver de los Horrores.
Monseñor don Manuel Ureña Pastor, Arzobispo de Zaragoza, presidió un solemne sepelio, que realizó íntegramente en latín y con los libros litúrgicos antiguos, en la Parroquia de Épila. Esta bella ceremonia fúnebre estuvo plenamente justificada por la belleza del templo y el carácter histórico del acontecimiento.
Con motivo de una restauración, los restos de la familia de los Condes de Aranda -que descansan en la iglesia de Épila desde 1745- debieron ser movidos. El pasado 28 de julio, el Arzobispo de Zaragoza volvió a reinhumarlos en la sepultura familiar. Toda la ceremonia se realizó conforme al ritual tradicional, con ornamentos de color negro, y cantada en latín (De profundis, Libérame Dómine, In paradisum, Ego sum, etcétera).
Monseñor Ureña hizo también una magnífica reflexión sobre el sentido de la muerte y la esperanza cristiana, muy bien acogida por los fieles que abarrotaban el templo.
Abandonados los estúpidos prejuicios de las últimas décadas, el patrimonio litúrgico de la Iglesia Católica vuelve a utilizarse y es respaldado con entusiasmo por los fieles.