De seguir asi las distintas administraciones, ¿en cuanto tiempo dejaremos que la herencia hitórico-cultural que hemos recibido de nuestros antepasados pase a ser simplemente un recuerdo digitalizado en algún archivo o museo por la desaparición del Patrimonio?
Los hechos lamentables se suceden en casi toda la geografía nacional, ya sea en Aragón, en Castilla o, como hoy subimos al blog de un reportaje del diario El Pais, en Galicia.
Hasta que los ciudadanos no hagamos que los políticos tomen conciencia de que el Patrimonio Histórico hay que conservarlo, las cosas seguirán igual. Continuarán cayendo en antiguos monasterios techos primero, paredes después; puentes medievales caeran a las aguas que han cruzado durante cientos de años, y a nuestros hijos les mostraremos como eran por fotografías, mientras tendremos que aguantar el reproche de siguientes generacione spor no haber sido capaces de defender su derecho a estudiar, disfrutar y contemplar esas maravillosas construcciones de otros tiempos pasados en los que el hombre se esforzaba por construir, no odiosos monstruos de hormigón, sino una arquitectura levantada piedra a piedra mimanda por la mano amorosa y firme del maestro cantero.
LA NOTICIA:
El puente de Traba, en Noia, lleva años esperando que la Xunta lo rehabilite
Empieza a torcerse. Sus piedras están separándose varios centímetros desde hace años y sólo ahora parece tener fecha la reforma del puente medieval de Traba, en Noia. La falta de conservación de su estructura, cubierta por una vegetación descontrolada, hace el puente peligroso para el tránsito. Por eso se encuentra cerrado al tráfico desde hace seis meses, cuando el alcalde comprobó, con sus propios ojos y unas botas de agua altísimas, que la vista desde abajo evidenciaba que el Traba empezaba a agrietarse. La Xunta, que aprobó hace un año una partida para restaurarlo, ha licitado por fin las obras, pero aún no hay equipo para realizarlas, ni fecha de inicio. Los vecinos de San Bernardo y O Couto (los barrios que conecta el puente) no terminan de creer en la reforma. Muchos, cuenta el alcalde, Rafael García Guerrero (PSdeG), llegaron a plantear al Ayuntamiento que tirara el viaducto, levantado entre los siglos XIII y XV, y construyera otro nuevo.
El consistorio culpa a los vecinos de "dejar morir" el patrimonio
No todas las ciudades pueden presumir de contar con un puente como el de Traba. Cruza un río donde aún funcionan molinos; en la Edad Media era lugar de tránsito de mercaderes, y desde entonces es un lugar de paso clave. Hoy, la pasarela sigue siendo sitio de tránsito, pero las inundaciones y desbordamientos, unidas al retraso en la puesta en marcha de iniciativas de conservación y cuidado, podrían acabar con esta función histórica. Cada día lo atraviesan a pie cientos de personas cargadas con la compra del día. Las motos y bicicletas pasan esquivando trozos de cemento, enormes planchas metálicas y gravilla. Las ramas de los árboles se abalanzan sobre la orilla de un río que, si un día llevaba el volframio de las minas que las mujeres recogían para enviarlo al frente, ahora arrastra basura.
Es lo que ve desde su ventana Ricardo Outerial, que pinta su casa, en la parte del río próxima al centro. "Está bien que reformen el puente, pero que limpien el río, esto está abandonado", se queja Outerial. Tiene una vista privilegiada del viaducto, pero también de todas las propiedades abandonadas que lo rodean. Un viejo molino, ya parado, se camufla bajo la maleza a los pies del río, y frente a una casa sin tejado, incendiada hace años, está el colegio en el que estudió Outerial, un edificio de cinco plantas que lleva décadas abandonado. "Lo abren sólo cada cuatro años. Sigue siendo, paradójicamente, colegio electoral".
Desde el Ayuntamiento parecen seguros de que los propios vecinos "dejan morir" el patrimonio. El alcalde se refiere al puente, que los noieses llegaron a pedir que "tiraran abajo", pero también de las propiedades colindantes, en algunos casos viviendas fantasma (donde incluso crecen árboles dentro) que conviven con edificios a medio hacer (o que nada tienen que ver entre sí) y que ocupan el espacio de antiguas casas de piedra. Contra el suelo y la pared del despacho del alcalde reposan varios lienzos. En uno de ellos, se recrea una vista idílica del río, el molino y las casas, pero con vida. El estado de la infraestructura, sin embargo, podría empezar a tener un aspecto parecido al del cuadro en agosto, cuando está previsto que empiecen las obras. Sólo una vez, y "de urgencia", se tomaron medidas contra el derrumbe hace cuatro años.
Desde la oficina de rehabilitación del casco histórico, la arqueóloga Ana Filgueiras lamenta la lentitud de la burocracia: "Estaba viendo impávida cómo se caen las piedras, qué triste". No disimula su pesar cuando habla del puente, del río y de los caminos que lo rodean. "Esto es parte de nuestro patrimonio arqueológico, está ligado al aprovechamiento hidráulico, pero también está lleno de símbolos paganos de los canteiros y de las antiguas tradiciones y ritos que nos conforman". Manolo González Videla lleva años viviendo al otro lado del río, y cuenta que aún recuerda que al paso de un féretro, la comitiva se paraba en determinados puntos del camino. Lo cuenta y señala las cruces y otras muescas en la piedra: "Este puente es una joya".
González Videla, voz defensora del puente y sus alrededores, desconfía, sin embargo, de que el consistorio vaya a tomar medidas inmediatas. "¿Junio de 2009 o de 2019?", se pregunta. Fue quien enseñó al alcalde en qué partes se está abriendo la estructura. Explica orgulloso cómo se metió con el alcalde en el río, "a mirar el puente, con las botas. Y me dijo: 'efectivamente, este puente hay que cerrarlo ya'. Pues a ver si es verdad".
Tanto Filgueiras como García Guerrero se muestran comprometidos con intentar que "el pueblo aprenda y valore lo que tiene y lo defienda, que no pase como con la muralla", apunta el alcalde. La arqueóloga, estudiosa de la antropología alrededor de las construcciones gallegas, persigue "no perder la esencia de esta Noia y cambiar la mentalidad bisagra de la gente".
@BELÉN KAYSER/El Pais.com
Empieza a torcerse. Sus piedras están separándose varios centímetros desde hace años y sólo ahora parece tener fecha la reforma del puente medieval de Traba, en Noia. La falta de conservación de su estructura, cubierta por una vegetación descontrolada, hace el puente peligroso para el tránsito. Por eso se encuentra cerrado al tráfico desde hace seis meses, cuando el alcalde comprobó, con sus propios ojos y unas botas de agua altísimas, que la vista desde abajo evidenciaba que el Traba empezaba a agrietarse. La Xunta, que aprobó hace un año una partida para restaurarlo, ha licitado por fin las obras, pero aún no hay equipo para realizarlas, ni fecha de inicio. Los vecinos de San Bernardo y O Couto (los barrios que conecta el puente) no terminan de creer en la reforma. Muchos, cuenta el alcalde, Rafael García Guerrero (PSdeG), llegaron a plantear al Ayuntamiento que tirara el viaducto, levantado entre los siglos XIII y XV, y construyera otro nuevo.
El consistorio culpa a los vecinos de "dejar morir" el patrimonio
No todas las ciudades pueden presumir de contar con un puente como el de Traba. Cruza un río donde aún funcionan molinos; en la Edad Media era lugar de tránsito de mercaderes, y desde entonces es un lugar de paso clave. Hoy, la pasarela sigue siendo sitio de tránsito, pero las inundaciones y desbordamientos, unidas al retraso en la puesta en marcha de iniciativas de conservación y cuidado, podrían acabar con esta función histórica. Cada día lo atraviesan a pie cientos de personas cargadas con la compra del día. Las motos y bicicletas pasan esquivando trozos de cemento, enormes planchas metálicas y gravilla. Las ramas de los árboles se abalanzan sobre la orilla de un río que, si un día llevaba el volframio de las minas que las mujeres recogían para enviarlo al frente, ahora arrastra basura.
Es lo que ve desde su ventana Ricardo Outerial, que pinta su casa, en la parte del río próxima al centro. "Está bien que reformen el puente, pero que limpien el río, esto está abandonado", se queja Outerial. Tiene una vista privilegiada del viaducto, pero también de todas las propiedades abandonadas que lo rodean. Un viejo molino, ya parado, se camufla bajo la maleza a los pies del río, y frente a una casa sin tejado, incendiada hace años, está el colegio en el que estudió Outerial, un edificio de cinco plantas que lleva décadas abandonado. "Lo abren sólo cada cuatro años. Sigue siendo, paradójicamente, colegio electoral".
Desde el Ayuntamiento parecen seguros de que los propios vecinos "dejan morir" el patrimonio. El alcalde se refiere al puente, que los noieses llegaron a pedir que "tiraran abajo", pero también de las propiedades colindantes, en algunos casos viviendas fantasma (donde incluso crecen árboles dentro) que conviven con edificios a medio hacer (o que nada tienen que ver entre sí) y que ocupan el espacio de antiguas casas de piedra. Contra el suelo y la pared del despacho del alcalde reposan varios lienzos. En uno de ellos, se recrea una vista idílica del río, el molino y las casas, pero con vida. El estado de la infraestructura, sin embargo, podría empezar a tener un aspecto parecido al del cuadro en agosto, cuando está previsto que empiecen las obras. Sólo una vez, y "de urgencia", se tomaron medidas contra el derrumbe hace cuatro años.
Desde la oficina de rehabilitación del casco histórico, la arqueóloga Ana Filgueiras lamenta la lentitud de la burocracia: "Estaba viendo impávida cómo se caen las piedras, qué triste". No disimula su pesar cuando habla del puente, del río y de los caminos que lo rodean. "Esto es parte de nuestro patrimonio arqueológico, está ligado al aprovechamiento hidráulico, pero también está lleno de símbolos paganos de los canteiros y de las antiguas tradiciones y ritos que nos conforman". Manolo González Videla lleva años viviendo al otro lado del río, y cuenta que aún recuerda que al paso de un féretro, la comitiva se paraba en determinados puntos del camino. Lo cuenta y señala las cruces y otras muescas en la piedra: "Este puente es una joya".
González Videla, voz defensora del puente y sus alrededores, desconfía, sin embargo, de que el consistorio vaya a tomar medidas inmediatas. "¿Junio de 2009 o de 2019?", se pregunta. Fue quien enseñó al alcalde en qué partes se está abriendo la estructura. Explica orgulloso cómo se metió con el alcalde en el río, "a mirar el puente, con las botas. Y me dijo: 'efectivamente, este puente hay que cerrarlo ya'. Pues a ver si es verdad".
Tanto Filgueiras como García Guerrero se muestran comprometidos con intentar que "el pueblo aprenda y valore lo que tiene y lo defienda, que no pase como con la muralla", apunta el alcalde. La arqueóloga, estudiosa de la antropología alrededor de las construcciones gallegas, persigue "no perder la esencia de esta Noia y cambiar la mentalidad bisagra de la gente".
@BELÉN KAYSER/El Pais.com