El Decálogo: el código básico de Israel
La revelación divina en Horeb/Sinaí
La porción de la Torá de la presente semana (parashá Vaetjanán [Deuteronomio 3:23-7:11]) nos cuenta, que al comienzo del segundo discurso (5:1-11:32) pronunciado ``al otro lado del Jordán'' para introducir el gran código deuteronómico (12:1-26:15, 26:16-28:68), Moisés recapituló la historia pasada de Israel, remontándose hasta la teofanía del Horeb/Sinaí y al Decálogo (5:2-31). Según esta versión deuteronomista de los hechos, Yahveh le habría revelado a Israel sólo los ``Diez Mandamientos'' en el Sinaí, mientras que el resto de las leyes habrían sido entregadas al pueblo hebreo por medio de Moisés en las estepas de Moab. (Nota: De acuerdo al libro de Éxodo, Moisés ``refirió al pueblo todas las palabras de Yahveh y todas las normas'' [24:3] en el monte Sinaí, sugiriendo que junto con el Decálogo, también las otras leyes les habrían sido otorgadas a Israel en ese mismo lugar sagrado. La fuente sacerdotal, por su parte, asumió una posición intermedia: Moisés habría recibido en el Sinaí no sólo el Decálogo sino también otras ordenanzas como las referidas al Tabernáculo y los sacrificios [Éxodo 25-29; Levítico 1-7] o las leyes sobre el año sabático y el jubileo [Levítico 25], pero con todo eso las leyes las entregó en las estepas de Moab, principalmente aquellas referidas a la conquista de la tierra y su división [Números 33:50-56; 35:1-8; 36]). (Nota: Para detalles, ver El mundo de la Biblia: Deuteronomio [Tel Aviv, 1999] p. 73).
En la antigüedad, la mayoría de los intérpretes entendieron que Dios le habría revelado a Israel el Decálogo en su totalidad. Como decía Flavio Josefo (siglo I e.c.): ``Todos oyeron una voz que les llegaba de arriba, de tal modo que no se les escapó ni una sola de las palabras [...] La multitud se regocijó al oír a Dios mismo dar los preceptos de los cuales les había hablado Moisés, y la congregación se disolvió'' (Antigüedades Judías III, v, iv-vi; en: Obras Completas de Flavio Josefo [Buenos Aires: Acervo Cultural/ Editores, 1961] págs. 189-190). Sin embargo, otros estudiosos concluyeron que sólo los dos primeros mandamientos habrían sido oídos por el pueblo directamente de la boca de Dios mismo, mientras que el resto de los mismos habrían sido comunicados a Israel por Moisés. Como lo afirmaba Rabí Josué: ``Los israelitas oyeron solamente dos mandamientos: Yo soy Yahveh tu Dios ... y No habrá para ti otros dioses delante de mí'' (Cantar de los Cantares Rabba 1:2 [traducción mía]). Según J. Kugel, esta conclusión se habría debido al fenómeno literario, que después del uso de la primera persona en los dos primeros mandamientos (``Yo, Yahveh, soy tu Dios...''; ``No habrá para ti otros dioses delante de mí...''), el texto utiliza a partir de aquí en adelante la tercera persona para referirse a Dios (¿No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios; porque Yahveh no dejará...''). (Nota: Para más detalles, ver The Bible as It Was [Cambridge, Ma./London, England: The Belknap Press of Harvard University Press, 20004] págs. 376-377).
El Decálogo
Tanto sea la versión del Deuteronomio (5:6-21) o la paralela del libro del Éxodo (20:2-17), una lectura cuidadosa del Decálogo (del griego deka logoi [``diez palabras'']) revela que en ambos casos esta unidad literaria sería una pieza independiente relacionada con la tradición de Horeb/Sinaí, pero que podría haber existido fuera de todo contexto literario específico, incluso antes de la redacción del libro de Éxodo (cuya versión del Decálogo es considerada la más antigua de las dos). (Nota: Algunos investigadores habían sugerido en el siglo XIX que el Decálogo original habría sido de carácter ``cultural'' [Éxodo 23:10-19; cf. Éxodo 34:10-26], considerando que el Decálogo tradicional [Exo-do 20:1-17] de naturaleza ``ética'' habría sido elaborado en una etapa más tardía de la historia redaccional, inspirado por círculos proféticos).
Sin embargo, los investigadores modernos rechazan esta teoría por estar basada en presupuestos evolucionistas infundados, según los cuales lo cultual precede siempre a lo ético en el desarrollo de las sociedades. Sobre este tema, ver M. D. Cassutto, art. ``Decálogo'', en: Encyclopaedia Biblica [Jerusalén: Mosad Bialik, 1965] vol. 2, col. 592).
Sea como fuere el caso, y a pesar de no tenerse una idea cierta acerca del momento preciso de su redacción y aceptación, los investigadores aceptan básicamente la antigüedad del Decálogo. Según el testimonio bíblico, ya los profetas del siglo VIII a.e.c. lo habrían conocido, como se concluye de los oráculos de Oseas (``Escucha la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia, sangre que sucede a sangre'' [4:1-2]) y Jeremías (``Pero he aquí que vosotros fiáis en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais'' [7:9]). (Nota: Ver también Salmos 50:7, 18-19; 81:9-11).
Forma, significado y función literaria
Los biblistas consideran que originalmente el Decálogo habría estado compuesto por diez formulaciones breves, fáciles de memorizar y de enseñar. Las mismas ya habrían estado ordenadas en su comienzo de una manera descendente, a saber: la primera mitad referida a Dios y la segunda a los hombres.
Según la sugerencia del Prof. M. Weinfeld (``Israelite Religion``, en: R. M. Seltzer, Religions of Antiquity [New York: MacMillan Publishing Company/London: Collier MacMIllan Publishers, 1989] pág. 106), el texto primitivo reconstruido habría sido probablemente el siguiente: 1. ``Yo soy Yahveh tu Dios, no habrá para ti otros dioses delante de mí''; 2. ``No te harás escultura ni imagen alguna''; 3. ``No tomarás en falso el nombre de Yahveh tu Dios''; 4. ``Guardarás el día sábado''; 5. ``Honra a tu padre y a tu madre''; 6. ``No matarás''; 7. ``No cometerás adulterio''; 8. ``No robarás''; 9. ``No darás testimonio falso contra tu prójimo''; 10. ``No codiciarás la casa de tu prójimo''.
Sólo en un estadio posterior del desarrollo, estas antiguas ``palabras'' habrían sido ampliadas por las distintas tradiciones literarias, en función de la realidad social e ideológica de las mismas, llegando a alcanzar la presente forma en la época post exílica (siglo V a.e.c.).
Un ejemplo en este sentido es el mandamiento referido al tema del Sábado o Shabat. Según la versión presente en el libro de Exo-do, el descanso sabático tenía un fundamento cosmogónico-sacral: ``Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado'' (20:11).
Por el contrario, en la versión deuteronomista el reposo del día séptimo encontraba su lógica en la explicación social-humana: ``Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado'' (Deuteronomio 5:15). (Nota: Acerca de la historia del Decálogo según la investigación moderna, ver R. F. Collins, art. ``Ten Commandments/'', en: Anchor Bible Dictionary [ed. D. N. Freedman; New York et al.: Doubleday, 1992] vol. 6, págs. 383-385).
A diferencia de las leyes comunes que dependen de circunstancias sociales o personales particulares (como el caso de las leyes matrimoniales condicionadas por el estatus de las personas), el Decálogo se caracteriza por tener una validez universal, independiente de toda circunstancia o condicionamiento. Según esta perspectiva, entonces, todo israelita estaba obligado a cumplir las ordenanzas de no robar, de no matar o de observar el sábado, sin importar el estatus social, la época o el lugar. Y de aquí, entonces, que tampoco la formulación hiciera mención del castigo a imponer a los infractores o especificara los detalles de la falta. El Decálogo era considerado el código básico de la comunidad israelita, cuya cumplimiento era la condición sine qua non para formar parte de la Alianza. Como lo argumenta Weinfeld: ``El décimo mandamiento, no desear, es irrelevante para cualquier tribunal ya que ningún tribunal podría imponer algún castigo por la sola mera intención [...] Es un principio empleado por la justicia de Dios para la comunidad sagrada y no por la jurisprudencia humana. Sólo bajo los términos del pacto con Dios podía el hombre ser castigado por la violación de este mandamiento. Los mandamientos fueron dados para el pueblo y no para el tribunal. Cualquiera que no observe estos mandamientos se excluye él mismo de la comunidad de fieles'' (``Israelite Religión'', op. cit., p. 107 [traducción mía]).
La naturaleza de este Decálogo explica también el hecho de que su formulación sea en segunda persona singular, dado que cada uno de los mandamientos estaba dirigido a cada miembro de la comunidad religiosa. Este estilo tan original de formulación en el estilo ``Yo y Tú'' no tiene parangón en los testimonios legales conocidos del Antiguo Oriente. Su estilo es de carácter apodíctico, el cual se dirige al creyente u oyente en segunda persona, sin hacer mención alguna del castigo a imponer en caso de infracción. La naturaleza de esta formulación se parece a las instrucciones propias de un maestro a su alumno o del señor a su vasallo.
Un credo de la comunidad israelita
Por su carácter obligatorio y su formulación tan concisa, el Decálogo entonces fue un tipo de credo, propio de la Alianza establecida entre Yahveh y el pueblo de Israel. Y en este sentido, entonces, los ``Diez Mandamientos'' fueron similares en naturaleza a la declaración del Shemá (Deuteronomio 6:4) -el epítome de la fe hebrea-: ``Escucha, Israel, Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh''.
Por ello no habría sido una casualidad el hecho de que las unidades literarias del Decálogo y el Shemá, formuladas en serie en el libro del Deuteronomio, hayan sido recitadas de manera combinada en el Templo durante la liturgia diaria, en ocasión del sacrificio cotidiano. Como lo testimonia la tradición rabínica: ``el encargado [del turno sacerdotal en el Templo, A.R.] les decía [a los sacerdotes, A.R.]: recitad una bendición. Entonces ellos recitaban una bendición, decían los diez mandamientos (Deuteronomio 5:6-21), el Oye, Israel (Deuteronomio 6:4-9), el si escuchas (Deuteronomio 11:13-21)...``(Misná, Tamid 5:1; en: La Misna [ed. Carlos del Valle; Madrid: Editora Nacional, 1981] p. 1022). (Nota: Por influencia judía, esta práctica litúrgica habría estado en uso también entre los cristianos, según se concluye de la carta enviada por Plinio el Joven [61-112 e.c.], el gobernador de la provincia romana de Bitinia-Pontus, al emperador Trajano en el año 111: ``Por otra parte, ellos afirmaban que toda su culpa y error consistía en reunirse en un día fijo antes del alba y cantar a coros alternativos un himno a Cristo como a un dios y en obligarse bajo juramento (sacramento) no ya a perpetrar delito alguno, antes a no cometer hurtos, fechorías o adulterios, a no faltar a la palabra dada, ni a negarse, en caso de que se lo pidan, a hacer un préstamo`` [Epist. X, 96; en: http://textoshistoriadelaiglesia.blogspot.com/2009/06/correspondencia-entre-plinio-el-joven-y.html]).
Esta práctica litúrgica antigua encuentra su confirmación arqueológica en el Papiro Nash (un manuscrito hebreo [¿un fragmento de una filacteria o una mezuzá?] datado para el siglo II a.e.c., considerado el manuscrito bíblico más antiguo antes del descubrimiento de los rollos el Mar Muerto) y en rollos de filacterias encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto, en donde también allí el Decálogo era seguido por la oración de Escucha, Israel y si escuchas. Sin embargo, según el testimonio presente en los Talmudes de Babilonia (Berajot 12ù) y de Jerusalén (Berajot 3c), esta antigua práctica fue eliminada del ritual judío debido a la afirmación de los sectarios o minim que el Decálogo habría sido la única parte de la Biblia revelada directamente por Dios en el monte Sinaí (como ciertamente lo afirmaba el Deuteronomio), en contraposición a la afirmación rabínica que toda la Torá le fue entregada a Israel en el Sinaí. (Nota: Los intérpretes antiguos entendieron el Decálogo como si fuera el epítome o esencia de todo el cuerpo legal de la Torá. Como decía Filón de Alejandría [20 a.e.c.-50 e.c.]: ``Y así ocurre que las que promulgó en persona, por Sí solo, son a la vez leyes y compendios de las leyes particulares, en tanto que las que reveló a través de Su profeta tienen todas a las primeras como punto de referencia y base'' [El Decálogo 19; en: Obras Completas de Filón de Alejandría, Buenos Aires: Acervo Cultural Editores, 1976, vol. IV, pág. 152.)
Las tablas de la Ley
La tradición bíblica fija con claridad, que el Decálogo había sido escrito sobre dos tablas de piedra. A veces estas tablas son llamadas ``las tablas de la Alianza'' (en hebreo, lujot habrit) (Deuteronomio 9:9, 11, 15), ``las tablas del Testimonio'' (en hebreo, lujot haedut) (Éxodo 31:18; 32:15; 34:29; a veces solamente ``Testimonio'' [Éxodo 25:15; 31:7; 40:20]), ``las tablas de piedra'' (en hebreo, lujot haeven) o ``las tablas de piedras`` (en hebreo, lujot avanim) (Éxodo 24:12; 34:1, 4; Deuteronomio 4:13; 5:22; 9:9-11; 10:1-3; 1 Reyes 8:9), o simplemente ``las tablas'' (en hebreo, ha-lujot) (Éxodo 32:16). (Nota: Un paralelo notable a la tradición bíblica puede hallarse en una piedra fundacional del santuario privado de la diosa Agdistis en Filadelfia [Alasehir en la actual Turquía], en la cual se inscribió un juramento que contenía ordenanzas éticas similares a la segunda parte del Decálogo: no robar, no asesinar, no cometer adulterio, etc. Estas regulaciones fueron reveladas por la diosa Agdistis al profeta Dionisio para ser grabadas en la estela del santuario).
De acuerdo a lo establecido en reiteradas oportunidades por el Pentateuco, el Decálogo fue escrito por Dios mismo. Como está escrito: ``Estas palabras dijo Yahveh a toda vuestra asamblea, en la montaña, de en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente, y nada más añadió. Luego las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó a mí'' (Deuteronomio 5:22. Cf. también Éxodo 24:12; 32:16; 34:1, 8 [¿Yahveh o Moisés?]). Algunas veces, incluso, la tradición bíblica usó la expresión ``el dedo de Dios'' para indicar el origen divino de las tablas: ``Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios'' (Éxodo 31:18; cf. Deuteronomio 9:10).
Según Filón de Alejandría, en cada una de las tablas habrían sido inscritas sólo cinco de los mandamientos: ``Siendo diez, fueron distribuidos en dos grupos de cinco cada uno, que fueron grabados en dos tablas. A los cinco primeros correspondió la primera jerarquía, en tanto que a los otros cinco se consideró que les correspondía la segunda. [...] De este modo la primera de las tablas registra lo relativo a Dios, el Padre y Hacedor del universo, y concluye con lo tocante a los progenitores, los que a imitación de la naturaleza de Aquel, engendran seres particulares. Los cinco de la segunda tabla comprende todas las prohibiciones: del adulterio, del crimen, del robo, del falso testimonio y de la concupiscencia'' (El Decálogo 50-51; en: op. cit., págs. 160-161.) Sin embargo, y a la luz de paralelos con el modelo hitita de tratados de gobierno, algunos estudiosos contemporáneos han sugerido la posibilidad de que cada una de las tablas habría contenido el total del Decálogo. Y de aquí, entonces, que cada una de las tablas habría sido una copia para cada una de las partes del tratado: Yahveh e Israel.
Las tablas de la Alianza y su significado icónico
Siglos después las ``tablas de la Alianza'' habrían de jugar un rol importante como símbolo visual. Por un lado, los cristianos usaron las ``tablas de la Alianza'' como un atributo judío de humillación, como en el caso de la estatua existente en la catedral de Strasbourg (1230-1250), en la que la ``Sinagoga'' aparece con los ojos vendados, sosteniendo en una mano una lanza rota y en la otra las tablas de piedra en posición invertida. Por el otro lado, y en respuesta a este símbolo de oprobio y vergüenza, los judíos alemanes en el siglo XIX fijaron orgullosamente ``las tablas de la Ley'' en los frentes de sus sinagogas, de manera similar a como los cristianos acostumbraban a fijar las cruces en los frentes de las iglesias.
Según lo afirma A. Mishory, el propósito de los judíos alemanes fue reafirmar así su identidad, al usar ``las tablas de la Alianza'' para ``remarcar la importancia del pacto de Sinaí en la historia judía, como así también presentar a los ojos del mundo la antigüedad y la moralidad de la cultura judía'' (Miren y vean. íconos sionistas y símbolos visuales en la cultura israelí [Tel Aviv: Am Oved Publishers, 2000] pág. 25 [en hebreo; traducción mía]).
Con el nacimiento del Estado de Israel, se pensó incluso en la posibilidad de que las ``tablas de la Alianza'' estuvieran presentes en el símbolo de la bandera del Estado sionista, en lugar de la Estrella de David.
Sin embargo, y a pesar de verse frustrado este intento, de todas maneras las tablas pasaron a formar parte del lenguaje simbólico de la nación, al convertirse en el ícono visual del Gran Rabinato.
@Aurora/Autor: Dr. Adolfo Roitman