Por la importancia que tiene para poder comprender lo que ha sido el expolio en este pais, España, y siempre de mano de los que tenían algún tipo de poder sobre esos elementos, reproducimos el artículo de R. Pérez Barrero que publica hoy El Diario de Burgos, y en el que se narra con total precisión, dando nombres y apellidos, como se construyó el hoy museo de Los Claustros, (The Cloisters), en Nueva York.
Lean y comprueben la preocupación que tuvieron los responsables de custodiar y proteger ese patrimonio:
El secreto de los claustros
Lean y comprueben la preocupación que tuvieron los responsables de custodiar y proteger ese patrimonio:
El secreto de los claustros
El museo The Cloisters de Nueva York es un puzle arquitectónico del románico y el gótico europeos nada menos que en Manhattan, corazón de la gran urbe
Aunque parezca mentira, este lugar se encuentra en el corazón de Nueva York.
The Cloisters
R. Pérez Barredo / Burgos
En el extremo norte de la isla de Manhattan, junto al barrio de Harlem, se halla Fort Tryon Park, un remanso ajardinado en mitad del extenso entramado urbano que es la Gran Manzana neoyorkina. En este lugar, sobre un promontorio con vistas privilegiadas al río Hudson, se levanta un lugar inverosímil. Es un edificio inclasificable, que se antoja imposible en el corazón de la ciudad más importante del mundo. Es, aunque cueste creerlo, una construcción románica. Una joya del arte medieval europeo que a su vez acoge otro sinfín de elementos artísticos de esa época de valor incalculable, todos ellos procedentes de numerosos rincones del sur de Francia y del norte de España.
Ese inmueble es The Cloisters (Los Claustros), museo hoy perteneciente al Metropolitan de Nueva York. Sobre la colina que lame el caudaloso Hudson se erige silencioso, consciente de que guarda tesoros. En su increíble colección, dominada por cinco claustros de los siglos XII al XIV llevados hasta allí desde Francia y España piedra a piedra, hay piezas procedentes de Burgos. The Cloisters es el resultado del sueño de un escultor y de un adinerado filántropo. Podría decirse que el ‘Xanadú’ de Ciudadano Kane: un conglomerado artístico, un rompecabezas -más bien puzle- escultórico y arquitectónico que chirría, y sin embargo impresiona, en la jungla de hormigón y acero de la gran urbe norteamericana.
El ideólogo de esta rareza fue el escultor estadounidense George Grey Barnard, quien entre 1905 y 1913, establecido en la localidad francesa de Fontainebleau, se dedicó a adquirir objetos medievales, sobre todo esculturas y fragmentos arquitectónicos, hasta completar una impresionante colección. Al año siguiente, trasladó todas las piezas a Nueva York, donde construyó un palacio para albergarlas. Cuatro años más tarde, tras el final de la I Guerra Mundial, Barnard ideó un plan más ambicioso: construir un museo a partir de los elementos arquitectónicos de una colección que no hacía sino incrementarse año tras año. Sin embargo, para ello debía dilapidar todo su capital, por lo que decidió poner el museo a la venta.
En 1925, John D. Rockefeller Jr, hijo del famoso magnate petrolero, se la compró y la cedió al Metropolitan Museum, para el que donó innumerables fondos con el fin de que fueran adquiridas para el lugar decenas de hectáreas que permitieran, en años sucesivos, que ese emplazamiento gozara de unas condiciones privilegiadas, a salvo del feroz urbanismo que ya entonces devoraba la ciudad. En 1931, Rockefeller encargó al arquitecto Charles Collens la construcción, en la ubicación más alta del parque, de un monasterio, frente al hermosísimo puente de George Washington, edificado a base de las piezas de los claustros de la colección. Así, The Cloisters fue abierto al público en 1938.
Rockefeller había incrementado la colección inicial de Barnard con capillas románicas y góticas, frescos, tapices, más esculturas... Así que el arquitecto compuso el edificio a partir de cinco claustros, los de Saint Guilhem, Saint-Michel de Cuxa, Bonnefont en Comminges, Trie en Bigorre y Froville, y de espectaculares capillas como la del monasterio segoviano de Fuentidueña. Hoy, este inaudito reducto medieval en el corazón de Nueva York es el único museo de los Estados Unidos dedicado al arte medieval, y dada su importancia como conjunto arquitectónico y como depositario de un legado escultórico y pictórico impresionante, uno de los mejores ejemplos del románico y el gótico.
De Arlanza a Frías
El tesoro de The Cloisters tiene valiosísimas piezas españolas y, naturalmente, cuenta en su colección con ejemplos del arte burgalés, expoliado en los albores del siglo XX. Uno de los más destacados es un grupo escultórico que data del siglo XII (años 1175-1200), procedente de la iglesia de Nuestra Señora de la Llana, de Cerezo de Riotirón, arruinada en el año 1924. Es conocido como ‘Adoración de los Reyes Magos’, y consta de cuatro esculturas consideradas un ejemplo magnífico del arte románico castellano, obra del conocido como Maestro de Cerezo (el pórtico de esta iglesia se halla hoy en el paseo de la Isla de la capital burgalesa). No es el único ejemplo escultórico de origen burgalés.
The Cloisters también exhibe piezas del pórtico de la primitiva iglesia románica de San Vicente Mártir, de la localidad de Frías. Un incendio y el derrumbamiento de su torre entre los siglos XIX y XX provocaron la aparición en la hermosa ciudad burgalesas de traficantes de arte que pusieron las piezas rumbo a Nueva York. Del que fuera importantísimo monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza es el museo neoyorkino depositario de un fresco impresionante, obra del Maestro de Arlanza: un león perteneciente a una de las estancias de la capilla principal que formaba parte de un fresco mayor; uno de sus ‘gemelos’ se halla en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Del monasterio de San Pedro de Cardeña se exhibe ‘Comentario del Apocalipsis de San Juan’, uno de los manuscritos del Beato de Liébana. Asimismo, posee una escultura de un arcángel San Miguel (madera policromada, siglo XVI) que el museo señala como «probable» originario de Burgos.
De la Cartuja
De lo que sí están seguros es del origen de una de las tallas más valiosas de la colección: un Santiago el Mayor obra de Gil de Siloe, escultura procedente del conjunto escultórico del sepulcro de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal de la Cartuja de Miraflores, obra realizada en alabastro por el genio gótico. La llegada de esta pieza a The Cloisters es un ejemplo magnífico de los oscuros tejemanejes que en la primera mitad del siglo XX se llevaron a cabo contra el patrimonio artístico europeo por parte de los coleccionistas americanos con la connivencia de siniestros personajes. En el caso que nos ocupa, el intermediario en cuestión fue José María de Palacio y Abárzuza, conde las Almenas, quien, aprovechando una reforma semiclandestina en la Cartuja de Miraflores a comienzos del siglo XX, robó algunas piezas y sustituyó las originales por otras. Sobre esta talla de Gil de Siloe, fue subastada en 1927 en la American Art Association de Nueva York. Hoy es una de las joyas principales del museo.
@R. Pérez Barredo/Diario de Burgos