Fue pintado en 1490 para decorar la iglesia del pueblo catalán de Enviny y cuatro siglos después se vendió para sufragar su reparación.
Amenazado por la carcoma y por la penuria económica, se vio forzado a abandonar su hogar en un pequeño rincón del Pirineo leridano. Un siglo y un año más tarde, el bellísimo retablo gótico del pueblecito de Enviny se exhibe ahora en todo su esplendor en el corazón de Manhattan, tras un largo viaje que ha preservado su existencia aunque condenándolo al exilio.
«Hemos tardado diez años en organizar esta exposición», dice Lisa Dierbeck, portavoz del Museo de Arte Bíblico (Mobia.org) de Nueva York, donde se expone hasta finales de mes el retablo de Enviny, como joya de la muestra 'Relación incómoda: judíos, cristianos y los retablos de la España medieval'. «Montarla requirió mucha persuasión para conseguir las obras», añade Vivian Mann, comisaria de la exposición.
Los esfuerzos de la comisaria no han logrado, sin embargo, reunir las dos partes del retablo, separadas poco después de que iniciase el dilatado viaje que lo llevaría a saltar el Atlántico para recalar en Nueva York. Hasta su marcha, el monumental retablo, de más de cinco metros de altura por tres de ancho, había adornado la iglesia de la aldea leridana de Enviny, donde hoy apenas si reside una docena de vecinos. En 1490, sin embargo, sus habitantes disponían de suficientes medios como para encargar una obra de esa envergadura al pintor Pere Espallargues, natural de Molins (Huesca), muy conocido en toda la zona. El resultado fueron 13 paneles donde se relata la vida de la Virgen, cuya imagen, hoy perdida, presidía la parte superior.
Cuatro siglos más tarde, la iglesia de la Purificación había caído en la ruina y los vecinos decidieron vender el retablo para sufragar su reparación. La cantidad exacta que pagó en 1909 el anticuario barcelonés Juan Cuyás no se conoce, pero gracias a ella se pudo poner tejado nuevo y construir un campanario para la iglesia del pueblecito leridano. No pasó mucho tiempo hasta que el adinerado hispanista estadounidense Archer Milton Huntington se enteró de la salida al mercado del retablo, cuyos siete paneles superiores adquirió en 1913, para enriquecer su creciente colección de arte español, que hoy se ofrece al público en la galería que fundó para albergarla, la neoyorquina Hispanic Society. Los seis paneles inferiores -la predela- fueron adquiridos en 1917 por el famoso abogado y coleccionista de Filadelfia John G. Johnson, pero ese mismo año, tras su fallecimiento, pasaron al Museo de Arte de esa ciudad (philamuseum.org). Quedaron así enterrados en los fondos de esta institución, que actualmente sólo expone uno de ellos en sus galerías de arte europeo.
Separados y ocultos a la mirada pública, los paneles no han vuelto a reunirse más que gracias a la reproducción en papelgel instalada el año pasado en su hogar natal, la parroquia de Enviny. El Museo de Arte Bíblico ha logrado, sin embargo, mostrar la parte superior del retablo con su marco original, donde puede apreciarse el escudo de armas de los condes de Foix. Quizá la publicidad generada por esta muestra logre que sean también expuestos a su regreso a la vecina Hispanic Society, donde apenas una cuarta parte de la colección se ofrece al público, según explicó Marcus Burke, conservador de esta institución. No obstante, el retablo de Enviny figura entre sus piezas más preciadas, incluido ya en la historia del museo que se editó en 1954, al conmemorarse su cincuentenario.
Otros 'exiliados'
El accidentado camino recorrido por el retablo leridano no es una excepción, ya que otras piezas exquisitas del patrimonio artístico español figuran actualmente en los museos estadounidenses, a los que llegaron expulsadas de sus hogares por la miseria circundante. Buen ejemplo de ello son las cuatro sepulturas góticas de los condes de Urgell, que actualmente se encuentran en Los Claustros, la sede del Metropolitan Museum de Nueva York para arte medieval (metmuseum.org). Las sepulturas fueron efectuadas en el siglo XII para Ermengol VII y su esposa, Dulce de Foix, Ermengol X y su hermano, el conde de Ager. Aunque debían haber reposado para siempre en el monasterio de Santa María de Bellpuig de les Avellanes, en 1906 fueron vendidas a un anticuario de Vitoria por 15.000 pesetas. El comerciante las colocó después en manos de un coleccionista americano y hoy yacen no en el silencio sino entre el bullicio continuo de los turistas que acuden al museo.
@MERCEDES HERVÁS,(NUEVA YORK)/Ideal.es
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