Recuperado por la Guardia Civil tras ser robado en 2000, ha acabado en el Museo Provincial de Zaragoza a la espera de mejor destino
Figura protagonista de una convulsa etapa de la historia del Papado y de la política europea, Benedicto XIII perseveró hasta su muerte en el convencimiento de su legitimidad al frente de la Iglesia de Roma. Pieza clave en el Cisma de Occidente, Pedro Martínez de Luna, Benedicto XIII, el Papa Luna, sigue envuelto en avatares aún hoy, seiscientos años después de su muerte. Su cráneo ha acabado almacenado en los depósitos del Museo Provincial de Zaragoza. Hace unos años, un juez decidió entregarlo al Gobierno aragonés para su custodia temporal, hasta que se le dé un destino definitivo que aún no se ha decidido. Cuánto tiempo siga almacenado allí es una incógnita. Dependerá de cómo se desarrollen los trámites legales que quedan pendientes.
El cráneo es el único resto óseo que queda localizado tras la profanación de la tumba de Benedicto XIII cuando, según cuenta la tradición, tropas francesas asaltaron el castillo de la noble familia de los Luna en Illueca. Fue a principios del siglo XVII, en la Guerra de Sucesión.
Se cree que su esqueleto fue arrojado a un barranco y que alguien recuperó el cráneo. Desde entonces quedó bajo la protección del Condado de Argillo. Acabó formando parte del patrimonio del palacio de los Argillo de Saviñán, que pertenece a descendientes del linaje Bordiu.
En el año 2000, unos jóvenes entraron en este palacio -en precario estado de conservación- y se llevaron el cráneo. Tras meses de investigaciones, la Guardia Civil dio con el cráneo y detuvo a los autores del robo.
En ese momento, este resto óseo del Papa Luna quedó en manos del juzgado instructor de la causa. Se encargaron estudios científicos que avalaron que, efectivamente, se trataría del cráneo del Papa Luna. Pero no fue devuelto a los propietarios del Palacio de Argillo de Saviñán. A la espera de determinar su destino definitivo, si se devuelve o no a esa familia, la custodia del cráneo le ha sido encomendada, en depósito, al Gobierno aragonés, que lo declaró Bien de Interés Cultural para impedir que pueda ser objeto de compra-venta ni que pueda salir de España.
En las últimas décadas, tanto Peñíscola, donde murió el Papa Luna, como Illueca han mostrado interés en varias ocasiones por acoger el cráneo.