Se conocen como los Códices de Madrid. Los 'Tratados de mecánica, estática y geometría' de Leonardo da Vinci, que hace cuatro siglos fueron a parar a la Biblioteca Real y más tarde a la Nacional (BNE), alcanzan por fin su verdadera dimensión gracias a una publicación facsimilar acompañada de tres volúmenes de comentarios que ha abordado la editorial Egeria. Un trabajo que el presidente del Instituto de la Ingeniería de España, Manuel Acero, califica en el prólogo de "acontecimiento cultural histórico".
La primera edición crítica de los cuadernos que Leonardo escribiera en plena madurez, entre 1491 y 1505, se presentó ayer en la BNE con la presencia de los especialistas que se han encargado de diseccionar la obra. De la transcripción –con más de 3.000 notas al original– y la traducción de los textos se ha encargado la paleógrafa y filóloga Elisa Ruiz, que además ha realizado un precioso examen introductorio donde da cuenta de la escritura de Leonardo.
El jefe de Manuscritos e Incunables de la BNE, Julián Martín Abad, demuestra en su análisis codicológico lo inexacto de su "pretendida pérdida y descubrimiento" en la institución, mientras los doctores Fernando Torres Leza y Fernando Cobos-Guerra han estudiado el Madrid I y el Madrid II, respectivamente.
Todos ellos tuvieron tiempo, tras el acto, de comentar los placeres y los descubrimientos que les ha proporcionado sumergirse en la considerada obra capital de Da Vinci como ingeniero y arquitecto. "Leonardo tenía una gran capacidad para el dibujo, pero también una mente científica, aunque hay más intención en sus bocetos que en la explicación que ofrece", apuntaba Cobos-Guerra. "Cuando aparecía un problema, no paraba hasta que lo resolvía", indicaba a su lado Torres Leza. Lo hacía desarrollando las diferentes formas de abordarlo para decantarse, al fin, por la más adecuada.
Su forma de discurrir está claramente alejada del academicismo, un hecho que los expertos reunidos ayer valoraban de forma positiva. Y es que, al no acudir a la Universidad, Leonardo no se sintió constreñido por los métodos convencionales de investigación y expresión que allí le habrían inculcado. Sin embargo, esta circunstancia le marcó.
“Decía que era un hombre sin formación literaria”, refería Elisa Ruiz. “Fue uno de sus estigmas, junto a su condición de hijo ilegítimo –precisamente lo que le impidió ser universitario– y su homosexualidad”. Pero el hecho es que el funcionamiento de su sistema cognitivo, que se trasluce al estudiar los manuscritos, le diferencia de todos sus contemporáneos y otorga un especial interés a su escritura.
Ruiz, profesora emérita de la Universidad Complutense, se ha pasado más de dos años ‘enganchada’ a los Códices. Y, claro, no le faltan datos para exponer algunas conclusiones, como que Leonardo pensaba en imágenes. “Primero dibuja en la página en blanco y después en torno al boceto escribe acotaciones, glosas y sugerencias. Su lenguaje icónico es su rasgo más peculiar”. El italiano tiene, también, una concepción muy particular del espacio. "Ve el mundo desde una óptica cenital, no en horizontal, y de ahí las perspectivas de sus bosquejos". Pero hay más: su curiosidad es “obsesiva, casi patológica, como si estuviera en perpetua alerta”, consagrado a descubrir la clave de todas las incógnitas que le rodean.
Esa indagación le lleva, a menudo, a consignar en un momento dado de su discurso lo que pasa por su cabeza, antes de retomar su razonamiento previo. “Esas ráfagas le hacen muy humano”, según Ruiz. Incluso, de vez en cuando dibuja sencillos barcos de gran fuerza, quizá como evasión, lo mismo que puede deducirse de su intensa preocupación por la idea de volar. "De sus cuadernos se infiere que ya tenía asumida toda la mecánica que hoy emplean los aviones”.
"Es un genio moderno con una personalidad muy compleja que no cree en la idea de que el maestro siente cátedra, sólo en los hechos", concluía la docente. Se adelanta, pues, al empirismo científico, como demuestra su trabajo en los Códices de Madrid. Paradigma del hombre multidisciplinar, no abandona nunca sus páginas de notas, que le acompañan allá donde va. “Eso hace que su saber fuera acumulativo. ¡Imaginadlo hoy, con una cámara digital!”, expresaba Torres Leza. Junto a esa “enciclopedia gráfica” que le acompaña en todas sus mudanzas, no se separa de algunos de sus libros. De hecho, en el Madrid II aparece una reseña de 115 volúmenes.
El proyecto de Egeria echó a andar hace un lustro con la concesión del permiso de reproducción por parte de la BNE, una autorización que se circunscribía a tres años pero que recibió prórrogas debido al “tremendo” esfuerzo de investigación que ha significado su puesta en valor, relataba la directora de la editorial, Pilar Ruiz, convencida de que, en el mundo digital en el que vivimos, tener un ejemplar en papel de los Códices es una obligación para unos pocos –no tan pocos– bibliófilos, esos “reyes mecenas” que hacen posible una publicación como la que se presentó ayer.
@María Martinez/El Mundo