El 80% de los párrocos del territorio expresa su «dolor» por la llegada de Munilla.Los religiosos críticos consideran que la elección del nuevo obispo de San Sebastián busca cambiar el «rumbo» de la diócesis .«En modo alguno es la persona idónea», señala el documento firmado por 131 religiosos.
El nuevo obispo donostiarra apuesta por afrontar sin prejuicios su labor apostólica.El evidente malestar con el que fue recibido a mediados de noviembre el nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián por parte del clero guipuzcoano se escenificó ayer en un inédito y duro comunicado en el que cerca del 80% de los párrocos de dicho territorio mostraron su «dolor y preocupación» por su llegada. «Consideramos que en modo alguno es la persona idónea», se sostiene en un texto firmado por 131 religiosos, que advierten de que su elección tiene como objetivo «variar el rumbo» de la diócesis.
Las revueltas aguas de la Iglesia de Guipúzcoa acabaron ayer por desbordarse con una inusual rebelión de sotanas. El documento ha sido el último episodio de un desencuentro que tuvo su génesis nada más hacerse pública la posible designación de Munilla el pasado 12 de noviembre, cuando este periódico adelantó que el todavía obispo de Palencia y ex párroco de Zumarraga había sido el elegido por el Vaticano.
A partir de ese momento, algunos sintieron que se acercaba el Apocalipsis. El fin de una era, de una forma de entender la Iglesia guipuzcoana. Una decisión con una importante carga simbólica. Y política. Munilla, adscrito al ala más conservadora de la Iglesia y cercano al presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, se hará cargo -su toma de posesión se producirá el 9 de enero- de una diócesis con un profundo sentimiento nacionalista, que durante los últimos años ha estado liderada por José María Setién y Juan María Uriarte.
A pesar de ser euskaldun y nacer en San Sebastián, su llegada se entiende como un intento de la jerarquía católica de reconducir el camino de la Iglesia vasca. Una estrategia que ya habría dado sus primeros pasos con el nombramiento de Ricardo Blázquez como obispo de Bilbao en 1995 y de Mario Iceta como su auxiliar hace un año.
«Ultraconservador», «no hay nada más a la derecha», «hondísima preocupación» o «muy negativo para la Iglesia guipuzcoana» fueron algunos de los pocos piadosos epítetos lanzados por los peneuvistas Joseba Egibar o Markel Olano tras conocer la noticia. Josu Erkoreka fue aún más gráfico: «no es lo mismo pastorear un rebaño de oveja latza que uno de oveja karranzana o burgalesa». Pero las críticas no se circunscribieron al ámbito político. También llegaron desde el propio seno de la Iglesia guipuzcoana. Pero sólo ayer se plasmaron de manera pública. Y de forma contundente.
El comunicado cargado de reproches hacia la designación de Munilla está firmado por 85 de los 110 sacerdotes de Guipúzcoa, entre los que se encuentran 11 de los 14 arciprestes del territorio. A estos hay que sumar un amplio grupo de religiosos. En total, 131 personas que admiten que el nombramiento del nuevo obispo ha sido percibido como «una clara desautorización de la vida eclesial de nuestra diócesis» y como una «iniciativa destinada a variar su rumbo».
En un claro rechazo a las formas empleadas por el Vaticano, los religiosos guipuzcoanos manifiestan su «disconformidad y desaprobación» con el procedimiento seguido por Roma y Rouco Varela, que desbarató los intentos del propio Uriarte por encontrar a su sucesor en las parroquias del territorio. «Lamentamos y deploramos que en una cuestión tan trascendental no se haya tenido en cuenta ni respetado el sentir de nuestra Iglesia», apunta el documento.
Pero el texto también lanza dos cargas de profundidad contra Munilla, quien durante su etapa como párroco de Zumarraga se caracterizó por trabajar al margen de las directrices marcadas por Uriarte, su máximo superior jerárquico. «Conocemos de cerca su trayectoria como presbítero, profundamente marcada por la desafección y la falta de comunión con las líneas diocesanas», señalan sus críticos, para quienes sus pecados pasados hacen que «en modo alguno» sea la persona «idónea» para ser obispo de San Sebastián.
Además, los firmantes del texto también expresan su apoyo al «estilo eclesial» que se ha ido «forjando» en Guipúzcoa durante los últimos años en «fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II», un «rumbo» que, según los párrocos del territorio, se quiere «variar». Según esta visión, el conservadurismo de Munilla lapidaría las visiones más abiertas que, supuestamente, tendría la actual Iglesia guipuzcoana.
Su propia moneda
Puestas todas las cartas sobre la mesa, la pregunta es ¿Y ahora, qué? Para un conocedor de los entresijos de la Iglesia vasca, el comunicado hecho público ayer «no es de extrañar» tras el «'shock' y cierto trauma» que supuso el nombramiento de Munilla. «Pocas veces como ésta se ha elegido a un obispo con una desautorización tan clara a sus predecesores», asegura este especialista. A su juicio, es evidente que habrá «cierta tensión» entre los sacerdotes y el nuevo prelado, que puede materializarse en otros gestos de protesta. Por ejemplo, pagar a Munilla con su propia moneda. Es decir, que los párrocos guipuzcoanos hiciesen oídos sordos a las directrices del Obispado. Pero con una diferencia, ahora la «desafección» la protagonizaría un centenar de sacerdotes. Un motín generalizado.
Pero no puede darse por hecho. «Una cosa es que hayamos expresado nuestro malestar, y otra es que no vayamos a colaborar con el nuevo obispo», señalaba ayer a este periódico y a título particular uno de los firmantes del documento. Situado en mitad de la tormenta, Munilla optó ayer por poner la otra mejilla. Fuentes cercanas al nuevo prelado donostiarra eludieron la confrontación y señalaron que afrontará día a día y sin ningún tipo de prejuicios su labor apostólica.
@DAVID GUADILLA/El Correo Digital
El nuevo obispo donostiarra apuesta por afrontar sin prejuicios su labor apostólica.El evidente malestar con el que fue recibido a mediados de noviembre el nombramiento de José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián por parte del clero guipuzcoano se escenificó ayer en un inédito y duro comunicado en el que cerca del 80% de los párrocos de dicho territorio mostraron su «dolor y preocupación» por su llegada. «Consideramos que en modo alguno es la persona idónea», se sostiene en un texto firmado por 131 religiosos, que advierten de que su elección tiene como objetivo «variar el rumbo» de la diócesis.
Las revueltas aguas de la Iglesia de Guipúzcoa acabaron ayer por desbordarse con una inusual rebelión de sotanas. El documento ha sido el último episodio de un desencuentro que tuvo su génesis nada más hacerse pública la posible designación de Munilla el pasado 12 de noviembre, cuando este periódico adelantó que el todavía obispo de Palencia y ex párroco de Zumarraga había sido el elegido por el Vaticano.
A partir de ese momento, algunos sintieron que se acercaba el Apocalipsis. El fin de una era, de una forma de entender la Iglesia guipuzcoana. Una decisión con una importante carga simbólica. Y política. Munilla, adscrito al ala más conservadora de la Iglesia y cercano al presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, se hará cargo -su toma de posesión se producirá el 9 de enero- de una diócesis con un profundo sentimiento nacionalista, que durante los últimos años ha estado liderada por José María Setién y Juan María Uriarte.
A pesar de ser euskaldun y nacer en San Sebastián, su llegada se entiende como un intento de la jerarquía católica de reconducir el camino de la Iglesia vasca. Una estrategia que ya habría dado sus primeros pasos con el nombramiento de Ricardo Blázquez como obispo de Bilbao en 1995 y de Mario Iceta como su auxiliar hace un año.
«Ultraconservador», «no hay nada más a la derecha», «hondísima preocupación» o «muy negativo para la Iglesia guipuzcoana» fueron algunos de los pocos piadosos epítetos lanzados por los peneuvistas Joseba Egibar o Markel Olano tras conocer la noticia. Josu Erkoreka fue aún más gráfico: «no es lo mismo pastorear un rebaño de oveja latza que uno de oveja karranzana o burgalesa». Pero las críticas no se circunscribieron al ámbito político. También llegaron desde el propio seno de la Iglesia guipuzcoana. Pero sólo ayer se plasmaron de manera pública. Y de forma contundente.
El comunicado cargado de reproches hacia la designación de Munilla está firmado por 85 de los 110 sacerdotes de Guipúzcoa, entre los que se encuentran 11 de los 14 arciprestes del territorio. A estos hay que sumar un amplio grupo de religiosos. En total, 131 personas que admiten que el nombramiento del nuevo obispo ha sido percibido como «una clara desautorización de la vida eclesial de nuestra diócesis» y como una «iniciativa destinada a variar su rumbo».
En un claro rechazo a las formas empleadas por el Vaticano, los religiosos guipuzcoanos manifiestan su «disconformidad y desaprobación» con el procedimiento seguido por Roma y Rouco Varela, que desbarató los intentos del propio Uriarte por encontrar a su sucesor en las parroquias del territorio. «Lamentamos y deploramos que en una cuestión tan trascendental no se haya tenido en cuenta ni respetado el sentir de nuestra Iglesia», apunta el documento.
Pero el texto también lanza dos cargas de profundidad contra Munilla, quien durante su etapa como párroco de Zumarraga se caracterizó por trabajar al margen de las directrices marcadas por Uriarte, su máximo superior jerárquico. «Conocemos de cerca su trayectoria como presbítero, profundamente marcada por la desafección y la falta de comunión con las líneas diocesanas», señalan sus críticos, para quienes sus pecados pasados hacen que «en modo alguno» sea la persona «idónea» para ser obispo de San Sebastián.
Además, los firmantes del texto también expresan su apoyo al «estilo eclesial» que se ha ido «forjando» en Guipúzcoa durante los últimos años en «fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II», un «rumbo» que, según los párrocos del territorio, se quiere «variar». Según esta visión, el conservadurismo de Munilla lapidaría las visiones más abiertas que, supuestamente, tendría la actual Iglesia guipuzcoana.
Su propia moneda
Puestas todas las cartas sobre la mesa, la pregunta es ¿Y ahora, qué? Para un conocedor de los entresijos de la Iglesia vasca, el comunicado hecho público ayer «no es de extrañar» tras el «'shock' y cierto trauma» que supuso el nombramiento de Munilla. «Pocas veces como ésta se ha elegido a un obispo con una desautorización tan clara a sus predecesores», asegura este especialista. A su juicio, es evidente que habrá «cierta tensión» entre los sacerdotes y el nuevo prelado, que puede materializarse en otros gestos de protesta. Por ejemplo, pagar a Munilla con su propia moneda. Es decir, que los párrocos guipuzcoanos hiciesen oídos sordos a las directrices del Obispado. Pero con una diferencia, ahora la «desafección» la protagonizaría un centenar de sacerdotes. Un motín generalizado.
Pero no puede darse por hecho. «Una cosa es que hayamos expresado nuestro malestar, y otra es que no vayamos a colaborar con el nuevo obispo», señalaba ayer a este periódico y a título particular uno de los firmantes del documento. Situado en mitad de la tormenta, Munilla optó ayer por poner la otra mejilla. Fuentes cercanas al nuevo prelado donostiarra eludieron la confrontación y señalaron que afrontará día a día y sin ningún tipo de prejuicios su labor apostólica.
@DAVID GUADILLA/El Correo Digital