El castillo reabre sus puertas tras una década en obras
Corría el año 1431 cuando Roi Xordo, un fidalgo de cuna noble y baja alcurnia, se encaramó a la torre del homenaje del castillo de Moeche, una fortaleza del siglo XIV escondida en la comarca del Eume, al frente de una hambrienta legión de 3.000 campesinos de Ferrol y Betanzos. Armados con sachos y sedientos de sangre azul, llegaron en busca de Nuño Freire de Andrade, O Malo, el tirano al que los campesinos estaban obligados a rendir vasallaje y tributos.
El señor de Andrade huyó a Pontedeume protegido por sus mercenarios. Mientras, los rebeldes de la Irmandade Fusquenlla arrasaron el castillo saboreando así la primera aunque efímera victoria de las Revoltas Irmandiñas, que sublevaron a los plebeyos gallegos contra los abusos de la nobleza. Treinta y siete años después de aquella rebelión, en 1468, el Conde de Lemos, Pedro Álvarez Osorio, se vengó condenando a los irmandiños a reconstruir el fortín medieval, erigido en torno a 1369 y que había sido saqueado piedra a piedra.
Cuentan en Moeche que el conde de Lemos ordenó colgarlos de las almenas tan pronto como terminaron la obra, una fortaleza todavía más espléndida que sobrevivió prácticamente intacta el paso de cinco siglos pese al abandono de la Casa de Alba, sus actuales propietarios.Ayer, el castillo, emblema del municipio, reabrió sus puertas por primera vez tras casi una década de obras pensadas para transformar el palacete medieval "en el motor y el referente turístico de la zona".
Desde el 2001, las intervenciones para remozar el castillo han consumido 1.111.806 euros en nueve años de obras lentamente ejecutadas en tres fases y financiadas principalmente por el Gobierno central, la Xunta y la Diputación Provincial.
Según las cuentas que maneja el municipio, el Ministerio de Fomento ha costeado el grueso de la intervención con dos partidas de 480.809 y 455.014 euros. La Xunta ha financiado la recuperación de las almenas, el foso y el acondicionamiento de los accesos con otros 1750.000 euros, mientras que la Diputación de A Coruña sufragó la musealización del castillo, para la que colocó paneles informativos de interés turístico.
Faustino Pita, teniente de alcaldía de Moeche, del PP, explica que será el propio ayuntamiento el que gestione las visitas al castillo, cedido por la Duquesa de Alba en 2006 por 30 años para usos culturales a cambio de que la Administración se haga cargo de su rehabilitación. "Siempre hacen lo mismo, lo ceden para que se lo rehabiliten. Son 30 años y ya pasaron no sé cuántos. Siguen siendo señores feudales", reprocha Pita, que critica la tardanza con la que las administraciones han puesto en valor un patrimonio tan valioso.
Durante el verano, la fortaleza podrá visitarse de lunes a domingo entre las 10 y las 13 horas y de 16 a 19. El próximo sábado 22, los irmandiños del siglo XXI, a pie o a caballo, tomarán el castillo al asalto a medianoche para resucitar el espíritu medieval escenificando el triunfo de la primera revolta. Este Festival Irmandiño, que nació en 1980, combina romería, artesanía y música folk con una página de la historia que los vecinos de Moeche no quieren olvidar. El ayuntamiento habilitará zonas de acampada y aparcamiento gratuitas. Talleres infantiles, sardiñada y competición de juegos populares y la música galaica de Lamatumbá completan el cartel de esta edición.
La imponente fortaleza ocupa una elevación de terreno en el fondo del valle en la parroquia de San Xurxo. De planta poligonal, se rodea de gruesos muros de piedra granítica y está coronada por una singular torre del homenaje cuadrada de 18 metros.
El pasadizo secreto de los Andrade
"Es el único castillo que tiene el foso excavado en la propia roca", presumen en el municipio de Moeche. Al castillo no le falta detalle: patio de armas, puente levadizo, caballerizas, comedor, patio de honor y habitaciones para señores y vasallos.
Por tener, el castillo de Moeche tiene hasta su propia leyenda de amor frustrado, protagonizada por una doncella noble enamorada de un plebeyo al que su padre mandó ejecutar atravesándole el corazón con una espada mientras su amada moría de tristeza entre los muros del castillo que jamás abandonó.
En las tierras del Eume también se cuenta que un pasadizo subterráneo une la fortaleza de Moeche con el castillo de Narahío, en el municipio vecino de San Sadurniño, construido por los Andrade para escapar de sus enemigos y hoy sepultado por el tiempo.
@LORENA BUSTABAD/EL PAIS