• El espacio muestra la riqueza arquitectónica y cultural de un recinto único en Europa
Vista del conjunto de La Seu d'Ègara con Santa Maria en primer término, Sant Miquel en el centro y Sant Pere a la izquierda. Foto: Albert Bertran
Como «un patrimonio único que abarca la evolución de la ciudad y del país durante siglos» describe Pere Navarro, alcalde de Terrassa, el complejo histórico-artístico de la Seu d’Ègara. Y como ««un libro abierto de la historia del arte» lo reseña Domènec Ferran, director del Museu de Terrassa. El optimismo y la alegría de ambos se debe a la finalización de la restauración y museización del conjunto de las iglesias de Sant Pere que, después de más de una década de trabajos, el domingo se inaugurará rebautizado como La Seu d’Ègara y convertido en «uno de los espacios monumentales de sus características más interesantes de Europa», según Ferran. Y «de una importancia religiosa, histórica y cultural de primer nivel», en palabras de Navarro.
La singularidad del conjunto radica en que el amplio periodo que abarca permite explicar la historia, el arte y la espiritualidad del imperio romano, los primeros años de la edad media y los inicios del cristianismo. Y destaca artística y arqueológicamente porque recoge vestigios de asentamientos íberos y romanos, del llamado periodo episcopal (del siglo VI al VIII), románicos y góticos. Aunque, en realidad, el lapso de tiempo artístico puede alargarse hasta la actualidad: la pasarela que se ha construido para unir el complejo con el futuro museo –un singular puente colgante de 80 metros– ya ha sido distinguida con cinco premios internacionales.
El cambio de nombre del conjunto se debe a que, aunque la historia del complejo empieza con testimonios de la época íbera (siglo IV a. C.) y es muy conocido por las dos construcciones románicas que alberga, su momento de máximo esplendor fue durante los años en que acogió la sede del obispado de Ègara.
DE IRINEO A JUAN DE ÈGARA / A mediados del siglo V, Nundinario, obispo de Barcelona, dividió su diócesis en dos y nombró a Irineo primer obispo de Ègara, una prelatura que se extendía desde el Penedès hasta el Montseny. La sede eclesiástica duró hasta el siglo VIII y su rastro se pierde durante la invasión sarracena. Lo único claro de esa etapa es el nombre del último obispo: está documentada la presencia de Juan de Ègara en el Concilio de Toledo (693), y que durante la época carolingia el obispado de Ègara, junto con el de Empúries, habían desaparecido.
La prelatura se ubicó en un espacio donde ya existía una basílica, construida sobre las ruinas de una residencia romana y de la cual se conserva el pavimento de mosaico, y fue creciendo en diferentes fases. En el momento de máxima expansión, el recinto albergaba una catedral de tres naves, un edificio funerario, una iglesia parroquial y la residencia episcopal. Los restos más importantes de este período que se conservan son unas pinturas murales, el baptisterio de la catedral y todo el edificio funerario, actualmente la iglesia de Sant Miquel. Sobre los vestigios de esta época se erigieron dos construcciones románicas que figuran entre las más destacadas de Catalunya: Sant Pere y Santa Maria. Y de una etapa posterior, del gótico, son los retablos de Lluís Borrassà, Jaume Huguet y Cirera-Talarn.
ALBERT EINSTEIN
La restauración que ahora acaba y que ha costado 11,5 millones de euros, sufragados por las administraciones catalanas y Caixa Terrassa, no es la única que ha sufrido el conjunto. Los primeros trabajos de reforma datan de 1610. Pero la gran actuación previa a la actual la hicieron Puig i Cadafalch y Martorell a principios del siglo XX.
El conjunto siempre ha funcionado como parroquia –desde la primera basílica construida–, y como referente cultural. Para ilustrarlo, una anécdota: Albert Einstein durante su visita a Barcelona, en 1923, solo se intereso por dos sitios: el monasterio de Poblet y las iglesias de Sant Pere de Terrassa.
@Natalia Farré/elPeriódico.com