Queridos hermanos:
Deseo trasmitir la visión de la Orden de un peregrino, cuyo nombre se perdió en el tiempo, visitó Jerusalén poco antes de 1187 y del poeta Guiot de Provins quien en su Bible, escrita entre 1203 y 1208 describió a nuestros hermanos.
El peregrino describe así a los templarios:
“Los templarios son los más formidable de los soldados. Llevan mantos blancos con una cruz roja, y cuando van a las guerras un estandarte de dos colores llamado balzaus es enarbolado ante ellos. Marchan en silencio. Su primer ataque no puede ser más terrible. Al ir son los primeros, al volver los últimos. Aguardan las órdenes de su Maestre. Cuando creen adecuado hacer la guerra y ha sonado la trompeta, cantan a coro el Salmo de David: ‘No a nosotros Señor…’, arrodillados sobre la sangre y los cuellos de sus enemigos, a menos que hayan obligado a las tropas del enemigo retirarse por completo, o que hayan despedazado hasta el último de ellos. Si alguno vuelve la espalda al enemigo por la razón que sea, o sale con vida (de una derrota), o empuña las armas contra los cristianos, es severamente castigado: el manto blanco con la cruz roja, que es el signo de su caballería, le es arrebatado con ignominia y él es expulsado de la sociedad de los hermanos, y come su comida en el suelo sin una servilleta por el espacio de un año. Si los perros lo molestan, no osa ahuyentarlos. Pero al fin del año, si el Maestre y los hermanos piensan que su pena ha sido suficiente, le devuelven el cinturón de su antigua condición de caballero. Estos templarios viven bajo una estricta regla religiosa, obedeciendo humildemente, no teniendo propiedad privada, comiendo con frugalidad, vistiéndose parcamente y morando en sus tiendas.”
El poeta Guiot de Provins deseaba hacerse monje. Estudió las distintas órdenes monacales de su tiempo, tenía preferencia por el Temple, pero había un obstáculo:
“Los templarios son grandemente honrados en Siria; los turcos los temen terriblemente; defienden los castillos, los baluartes: en la batalla nunca huyen. Pero eso es precisamente lo que me inquieta. Si perteneciera a esa Orden se muy bien que yo debería huir. No esperaría a que asestaran el golpe, pues no me gustan nada tales cosas. Luchan demasiado valerosamente. Yo no deseo que me maten: preferiría pasar por un cobarde y seguir viviendo que experimentar la muerte más gloriosa del mundo. De buena gana iría a cantar las horas con ellos; eso no me molestaría en absoluto. Sería muy exacto en el servicio, mas no en la hora de la batalla; allí se me encontraría completamente insatisfactorio.”
Más de 800 años después, salvando las distancias y las condiciones, en los desafíos de hoy como templarios ¿Somos caballeros templarios o hijos de Provins? ¿Cuál es y cómo vivo mi compromiso y mi dignidad de caballero?
NND
++Ramiro
Prior
Deseo trasmitir la visión de la Orden de un peregrino, cuyo nombre se perdió en el tiempo, visitó Jerusalén poco antes de 1187 y del poeta Guiot de Provins quien en su Bible, escrita entre 1203 y 1208 describió a nuestros hermanos.
El peregrino describe así a los templarios:
“Los templarios son los más formidable de los soldados. Llevan mantos blancos con una cruz roja, y cuando van a las guerras un estandarte de dos colores llamado balzaus es enarbolado ante ellos. Marchan en silencio. Su primer ataque no puede ser más terrible. Al ir son los primeros, al volver los últimos. Aguardan las órdenes de su Maestre. Cuando creen adecuado hacer la guerra y ha sonado la trompeta, cantan a coro el Salmo de David: ‘No a nosotros Señor…’, arrodillados sobre la sangre y los cuellos de sus enemigos, a menos que hayan obligado a las tropas del enemigo retirarse por completo, o que hayan despedazado hasta el último de ellos. Si alguno vuelve la espalda al enemigo por la razón que sea, o sale con vida (de una derrota), o empuña las armas contra los cristianos, es severamente castigado: el manto blanco con la cruz roja, que es el signo de su caballería, le es arrebatado con ignominia y él es expulsado de la sociedad de los hermanos, y come su comida en el suelo sin una servilleta por el espacio de un año. Si los perros lo molestan, no osa ahuyentarlos. Pero al fin del año, si el Maestre y los hermanos piensan que su pena ha sido suficiente, le devuelven el cinturón de su antigua condición de caballero. Estos templarios viven bajo una estricta regla religiosa, obedeciendo humildemente, no teniendo propiedad privada, comiendo con frugalidad, vistiéndose parcamente y morando en sus tiendas.”
El poeta Guiot de Provins deseaba hacerse monje. Estudió las distintas órdenes monacales de su tiempo, tenía preferencia por el Temple, pero había un obstáculo:
“Los templarios son grandemente honrados en Siria; los turcos los temen terriblemente; defienden los castillos, los baluartes: en la batalla nunca huyen. Pero eso es precisamente lo que me inquieta. Si perteneciera a esa Orden se muy bien que yo debería huir. No esperaría a que asestaran el golpe, pues no me gustan nada tales cosas. Luchan demasiado valerosamente. Yo no deseo que me maten: preferiría pasar por un cobarde y seguir viviendo que experimentar la muerte más gloriosa del mundo. De buena gana iría a cantar las horas con ellos; eso no me molestaría en absoluto. Sería muy exacto en el servicio, mas no en la hora de la batalla; allí se me encontraría completamente insatisfactorio.”
Más de 800 años después, salvando las distancias y las condiciones, en los desafíos de hoy como templarios ¿Somos caballeros templarios o hijos de Provins? ¿Cuál es y cómo vivo mi compromiso y mi dignidad de caballero?
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