A comienzos del XX todavía había testimonios de robos de piratas en la costa de Mijas
Documento de 1516 que da fe de un rapto de los piratas. Arciniega
El loro al hombro era más propio de los piratas del Caribe pero aún desprovistos de loro y seguramente sin parche, los piratas del Norte de África se convirtieron en el problema más serio de la costa malagueña y andaluza desde finales del siglo XIV hasta el siglo XIX, aunque se escucharon historias de robos menores de cabras y gallinas en la costa de Mijas incluso en los inicios del XX.
El curtido catedrático de Historia Medieval de la UMA José Enrique López de Coca navegó ayer por el Mar de Alborán durante la charla que sobre los piratas y Málaga ofreció en el Archivo Histórico Provincial a un grupo de archiveros de la ciudad.
El motivo fue la presentación del documento del mes, un acto que todos los meses organiza el Archivo Histórico Provincial para dar a conocer su contenido y que en abril está dedicado a los piratas. En esta ocasión se trata de un documento del 1516 en el que cuatro testigos dan fe de que el hijo de la sevillana Teresa Gómez, el peón de albañil Pedro Cerón, fue secuestrado por piratas de Tetuán cuando trabajaba en Benagalbón. Este testimonio era necesario para obtener la licencia que autorizaba a la madre a pedir limosna en Málaga para reunir el rescate de su hijo.
Un segundo documento, datado en 1799, refleja otra modalidad del problema: es el poder especial que otorga en Málaga el capitán de un navío danés al haber sido apresado por tres corarios franceses.
Episodios de acoso pirata
No debe sorprender que los piratas fueran tan osados como para llegar tierra adentro hasta Benagalbón. El profesor López de Coca recuerda el caso, en 1613, de un pastor capturado en las afueras de Casabermeja.
«La actividad económica se justificaba con la yihad contra los cristianos y tras la conquista del Reino de Granada, la conversión forzada de los musulmanes al cristianismo y la huida de muchos de ellos al norte de África, habrá un nuevo ímpetu porque estos se identificarán con las actividades corsarias», explica.
Los huidos del reino colaborarán por tanto en estos secuestros. «Conocían el litoral, los pasos para ir al interior del país y les facilitan la tarea». De paso, hasta la expulsión de los moriscos en 1609 los ataques de los piratas sumarán al robo y el secuestro, «el librar de su cautiverio, entre comillas, a sus correligionarios que querían marchar al Norte de África, o aunque no quisieran», detalla el profesor.
Así, pone de ejemplo de ataques de antiguos vecinos musulmanes la repoblación cristiana de Sierra Bermeja en 1502 y cómo un año más tarde, corsarios de Tetuán y Vélez de la Gomera, «y entre ellos vecinos de estos antiguos lugares, se llevan a todos los cristianos y queda despoblada».
A los cristianos les esperaba el cautiverio en enclaves como estos dos puntos mencionadas, Orán o Argel, el mercado de esclavos más importante. No es de extrañar que, con esta cadena de refugios piratas, el rey Fernando El Católico apoyara al cardenal Cisneros en su conquista de parte de estas ciudades, una de ellas por cierto, Trípoli, tomada el 25 de agosto de 1510 por Pedro Navarro.
De mediar con los cautivos se ocupaban, aparte de los comerciantes, los frailes mercedarios y trinitarios, dos órdenes fundadas para redimir a los presos que trabajaban como esclavos hasta que eran liberados (o no). «Los cautivos se encargaban de tareas como machacar el grano e incluso le ponían un freno en la boca para que no se comieran el trigo. De hecho, no los alimentaban bien para acelerar el contacto», cuenta.
José Enrique López de Coca, que destaca que fueron «miles y miles» los cautivos españoles –en parte por la escasa eficacia de las torres de la costa por la falta de medios– describe la estampa usual de familias malagueños oteando la playa por si llegaba el llamado «navío de la limosna con el cautivo».
Málaga capital, ciudad bien defendida por murallas, no sufrió ataques directos pero en época musulmana desembarcaron piratas portugueses en Torremolinos y se llevaron cautivos, en este caso a musulmanes. No hay que olvidar que también hubo piratas malagueños que hicieron el recorrido inverso en la Berbería. A esta actividad la llamaban «cosa de aventura».
@ALFONSO VÁZQUEZ. MÁLAGA/La Opinión de Málaga.es