Ahora el Papa ha llamado a los obispos irlandeses, bueno, pues pensamos que deberían ir a la cárcel por complicidad todos aquellos de esos obispos que taparon los delitos del sirvengüenza de la fotografía de abajo y de tantos otros, por complicidad intencionada, y que el propio Papa debería ordenar entregarlos a la Justicia e incluso personarse como acusación en los casos que conozca y que aún no hayan salido a la luz. Ahora lean el artículo sobre la vil manera de abusar con la tapadera de una sotana. (Fratertempli)
Con cuentagotas, pero algunos de los sacerdotes irlandeses implicados en el escándalo de abusos sexuales a menores han empezado a desfilar por los juzgados.
Maeliosa O’Hauallachain abusaba de una niña de 13 años y después le hacía rezar diez avemarías como penitencia.
Uno de los casos más escalofriantes por el cinismo, la doble moral y la manipulación que revela el comportamiento de su autor, es el del cura Maeliosa O’Hauallachain.
Ante un Tribunal de Primera Instancia Penal de Dublín, la víctima del sacerdote, una mujer que ahora tiene 42 años pero que fue sometida a abusos por O’Hauallachain cuando sólo tenía trece, ha relatado lo sucedido el 31 de julio de 1981, cuando empezó su calvario. Cuando la niña acudió a confesarse a la parroquia, se arrodilló en el en el confesionario y dijo: "Bendígame, padre, porque he pecado". El sacerdote la escudriñó a través de la celosía y dijo: "Ah, pero si eres tú" y la metió dentro de su cubículo. Sentada en sus rodillas, la niña empezó a contarle sus pecados pero él la sujetó por los hombros y la besó en los labios. "Entonces", ha recordado la víctima, "metió mi mano dentro del bolsillo de su hábito y me obligó a jugar con su pene". Cuando todo hubo terminado, el sacerdote, ni corto ni perezoso, administró la absolución a su víctima no sin antes ponerle la penitencia: "Me dijo que rezara 10 avemarías y no contara a nadie lo que había pasado», recuerda, «y yo como una idiota salí y recé mis avemarías. Me sentía avergonzada por lo que había hecho en casa de Dios…".
Los abusos continuaron hasta que la niña tuvo quince años y se desarrollaron en la sacristía, donde el cura la metía cuando ella volvía del colegio, obligándola a masturbarle. La mayoría de las veces, O’Hauallachain no llevaba calzoncillos debajo de la sotana, lo que sin duda facilitaba la tarea.
"Me sentía terrible, sucia, sentía que había un olor de mi cuerpo. Mi comportamiento se deterioró un poco. Yo sabía que estaba mal", ha dicho la mujer al tribunal. Además de empezar a bañarse en una crema antiséptica, todo esto la empujó hacia el alcoholismo.
El sacerdote se ha declarado culpable de tres cargos de asalto indecente por los abusos perpetrados entre el 31 de julio 1981 y el 2 de agosto de 1982. El jucio continúa.
Maeliosa O’Hauallachain abusaba de una niña de 13 años y después le hacía rezar diez avemarías como penitencia.
Uno de los casos más escalofriantes por el cinismo, la doble moral y la manipulación que revela el comportamiento de su autor, es el del cura Maeliosa O’Hauallachain.
Ante un Tribunal de Primera Instancia Penal de Dublín, la víctima del sacerdote, una mujer que ahora tiene 42 años pero que fue sometida a abusos por O’Hauallachain cuando sólo tenía trece, ha relatado lo sucedido el 31 de julio de 1981, cuando empezó su calvario. Cuando la niña acudió a confesarse a la parroquia, se arrodilló en el en el confesionario y dijo: "Bendígame, padre, porque he pecado". El sacerdote la escudriñó a través de la celosía y dijo: "Ah, pero si eres tú" y la metió dentro de su cubículo. Sentada en sus rodillas, la niña empezó a contarle sus pecados pero él la sujetó por los hombros y la besó en los labios. "Entonces", ha recordado la víctima, "metió mi mano dentro del bolsillo de su hábito y me obligó a jugar con su pene". Cuando todo hubo terminado, el sacerdote, ni corto ni perezoso, administró la absolución a su víctima no sin antes ponerle la penitencia: "Me dijo que rezara 10 avemarías y no contara a nadie lo que había pasado», recuerda, «y yo como una idiota salí y recé mis avemarías. Me sentía avergonzada por lo que había hecho en casa de Dios…".
Los abusos continuaron hasta que la niña tuvo quince años y se desarrollaron en la sacristía, donde el cura la metía cuando ella volvía del colegio, obligándola a masturbarle. La mayoría de las veces, O’Hauallachain no llevaba calzoncillos debajo de la sotana, lo que sin duda facilitaba la tarea.
"Me sentía terrible, sucia, sentía que había un olor de mi cuerpo. Mi comportamiento se deterioró un poco. Yo sabía que estaba mal", ha dicho la mujer al tribunal. Además de empezar a bañarse en una crema antiséptica, todo esto la empujó hacia el alcoholismo.
El sacerdote se ha declarado culpable de tres cargos de asalto indecente por los abusos perpetrados entre el 31 de julio 1981 y el 2 de agosto de 1982. El jucio continúa.
@NuevaTribuna.es