Vecinos de Limanes denuncian al cura por destrozar tumbas del cementerio.
El párroco alega que el Arzobispado le dio el visto bueno para adecentar la zona y que no se tocaron sepulturas.
Navidad Cuesta, Juan Fernández, la denunciante Margarita Fernández y Juan Manuel Fernández, ayer, ante la tumba de sus familiares en el cementerio de Limanes . :: M. ROJAS
Los afectados han recogido «200 firmas» para pedir otro cura, aunque otros están a su favor.A Margarita Fernández Rodríguez la avisó por teléfono una prima de su marido el domingo 17 de julio. Casi le da un desmayo al acudir al cementerio de Limanes. La lápida donde está enterrada su madre y otros familiares había desaparecido. «Allí no había nada», recordó. Otras contiguas también habían sido retiradas: «Había varias sepulturas levantadas. Tiraron al contenedor trozos de lápidas, restos humanos y ladrillos. Y olía fatal por haber estado removiendo».
Acto seguido, acudió a la comisaría de la Policía Nacional de General Yagüe para interponer una denuncia. Acusa al párroco de las iglesia Santa María de la O de Limanes y de Colloto, José Manuel Pidal Cardeli, de destrozar la tumba e intentar reunir los restos en una fosa común para hacer un jardín.
El párroco José Manuel Pidal. :: M. R.
En total, Fernández y su familia estiman que se retiraron o rompieron al menos una docena de lápidas de la parte antigua del camposanto cercano al templo, todas anteriores a 1986. Si la obra hubiera avanzado más, «se iban a sacar otras 70», asegura Juan Fernández, el hijo de la denunciante.
Desde aquel día, lo ocurrido pasa de casa en casa, aunque hay opiniones contrarias: las de los afectados, que están que echan humo y recogen firmas para que el Arzobispado sustituya al párroco, y otros a favor de él y del arreglo. Incluso recuerdan que ya avisó en misa a sus feligreses de la actuación.
Ayer mismo, el párroco defendió por teléfono que sólo quería adecentar la zona y que las sepulturas «no se tocaron». «Había una escombrera. Se soterraron lápidas porque había sensación de abandono. Si alguien reclamaba las podían quitar, pero desde luego que las sepulturas no se tocaron y al contenedor no se tiró nada», alegó.
Además, ha colgado del tablón del templo una carta donde asegura que cuenta con el «visto bueno del Arzobispado, cuyo representante estuvo personalmente viendo el estado del cementerio y las obras que se están realizando». También recuerda la doble intención de los trabajos. Por un lado, «retirar los escombros de las antiguas sepulturas»; y por otro, continúa, «soterrar las lápidas donde no se haya enterrado en los últimos 25 años y cuyos familiares no acrediten la titularidad». La oficina de prensa del Arzobispado eludió ayer hacer declaraciones.
Margarita Fernández muestra parte de las firmas recogidas. :: M. R.
Desde Funeraria San Mateo, encargada del mantenimiento y limpieza de zonas comunes, también desmienten que se tocaran restos humanos. «La zona vieja del cementerio estaba muy mal. El cura ordenó retirar los escombros por encima de la superficie, y echar camiones de tierra vegetal para que naciera césped». La idea, continúan las mismas fuentes, era «hacer algo guapo», pero no levantar tumbas ya que para eso se necesita autorización expresa.
A la espera de aclarar versiones, y tras el follón montado, el lunes día 18 se paralizaron los trabajos. Ayer al mediodía, cuando Margarita Fernández, su marido Juan Manuel Fernández, su hijo Fran y su suegra, Natividad Cuesta, acudieron de nuevo aún había parte de la tierra removida, ladrillos y restos de mármol entre los escombros de esta zona ya despejada del cementerio. Incluso se observaba un hueso al aire libre y se veía que algunas lápidas habían sido sepultadas con una fina capa de tierra.
La familia denunciante aún se lamentaba por el estado del cementerio donde lleva toda la vida colocando flores. Caminaba con cuidado por esta parte antigua y ha acordonado la zona de su lápida con cuatro palos de madera en la esquinas y una cinta para evitar que «la gente pase por encima» de los féretros de su madre, que murió cuando Margarita tenía cinco años, su bisabuelo, un tío abuelo y un hermano, además de otras dos personas que descansan allí. Insisten en que el anuncio del arreglo fue insuficiente, ya que son pocos los feligreses que acuden a misa, y que muchos no pudieron acreditar la propiedad de los nichos por carecer de las antiguas escrituras.
Prueba de ADN
El problema añadido a lo ocurrido es que, tras el paso de la pala, la vecina desconfía de que realmente sigan ahí los restos. Cree que incluso pudieron acabar en la basura. «El día que los saque haré una prueba de ADN», desconfía.
Lo ocurrido ya es conocido por todos los residentes de esta pequeña localidad que se fusiona con el concejo de Siero, pero hay muchos familiares de los enterrados que viven fuera y aún no son conscientes de lo sucedido. Los afectados tratan de localizarlos para ponerlos al corriente y que se sumen a su protesta. En cualquier caso, aseguró Fernández, «mucha gente no se enteró, pero cuando llegue el día de Los Difuntos (el 1 de noviembre) va a haber más de un desmayo, como casi me pasa a mí».
Uno de los huesos encontrados en el cementerio. :: M. R.
A la espera de que haya más denuncias, Fernández continuará con la recogida de firmas iniciada por varios vecinos de la localidad. Llevan ya «más de 200» y tienen un objetivo claro, según figura en la hoja que pasa de unos a otros: «Que el Arzobispado cambie de párroco por los continuos atropellos que comete con los feligreses». También piden que aunque haya mejoras, las tumbas continúen a la vista y no se trasladen a otra zona del cementerio ni se soterren.
@S. NEIRA / A. SALAS,(Oviedo)/El Comercio.es