EL vigésimo aniversario del crimen en la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA), la masacre a sangre fría del padre Ellacuría sus cinco compañeros jesuitas, la trabajadora Elba y su hija Celina Ramos por un batallón especial del ejército en plena guerra civil en este país, se cumple hoy cuando parecen abrirse paso la verdad y la justicia de aquellos crímenes aun impunes. El reconocimiento gubernamental del sacrificio de los jesuitas y de la gran aportación a la paz del carismático defensor de la Teología de la Liberación que se formalizará en la concesión de la más alta condecoración de El Salvador supone un cambio radical de las autoridades hacia los mártires de la Universidad Centroamericana. Pero rescatar del olvido a quienes llevaron a Centroamérica el mensaje social del cristianismo elevando a rango oficial lo que ya pertenecía al acerbo religioso, popular e intelectual en toda Latinoamérica repara solo parcialmente uno de los crímenes mas abominables de las convulsas guerras internas de Latinoamérica a finales del siglo pasado.
Una resolución del congreso estadounidense el pasado octubre para recordar y conmemorar la vida y obra de los sacerdotes asesinados constituye un positivo indicio sobre la disposición de Washington a cooperar en la depuración de responsabilidades y aportar testimonios documentales sobre el papel del ejército salvadoreño que contó con su apoyo durante la guerra. Si en paralelo continua avanzando la investigación que mantiene abierta la Audiencia Nacional para esclarecer el caso después de la querella interpuesta por la Asociación Pro Derechos Humanos podemos estar más cerca de alcanzar el digno cierre de este martirologio que en voluntad de los herederos morales del testimonio de Ellacuría y sus compañeros requiere: verdad, justicia y perdón.
@IDEAL
Una resolución del congreso estadounidense el pasado octubre para recordar y conmemorar la vida y obra de los sacerdotes asesinados constituye un positivo indicio sobre la disposición de Washington a cooperar en la depuración de responsabilidades y aportar testimonios documentales sobre el papel del ejército salvadoreño que contó con su apoyo durante la guerra. Si en paralelo continua avanzando la investigación que mantiene abierta la Audiencia Nacional para esclarecer el caso después de la querella interpuesta por la Asociación Pro Derechos Humanos podemos estar más cerca de alcanzar el digno cierre de este martirologio que en voluntad de los herederos morales del testimonio de Ellacuría y sus compañeros requiere: verdad, justicia y perdón.
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