Entre los documentos que hay en la mezquita de Al Aksa se encuentran un Corán que perteneció a Fátima, hija de Mahoma, una colección de manuscritos mamelucos y el registro civil de Jerusalén de hace cuatro siglos.
JERUSALEN.- Entre muros de piedra del siglo XVI, rodeados de bisturíes y papeles con olor a tiempo, dos jóvenes palestinos trabajan meticulosamente para restaurar una de las más importantes colecciones de literatura islámica: los manuscritos de la mezquita de Al Aksa.
Coranes de más de mil años de antigüedad, tratados de astrología islámica, gramáticas árabes centenarias y textos filosóficos de algunos de los más importantes pensadores del mundo árabe han ido degradándose a lo largo de los siglos en la biblioteca del tercer lugar más sagrado para el Islam.
Con ayuda de la UNESCO y del Gobierno jordano, un par de expertos clasifican los documentos, tapan agujeros, refuerzan cubiertas y acaban con las bacterias para garantizar la pervivencia de obras que recogen los mandatos de una religión, la musulmana, la historia de un pueblo, el palestino, y la vida de una ciudad, la disputada y sacralizada Jerusalén.
"La biblioteca de Al Aksa es única en el mundo. Contiene más de 4.000 volúmenes de entre mil y dos mil años de antigüedad que proceden de donaciones hechas a lo largo de la historia desde todo el mundo islámico", explica a Efe Najeh Bkerat, director del Centro de Restauración de Manuscritos tutelado por el Waqf (autoridad islámica).
Entre los documentos más valiosos se encuentran un Corán que perteneció a Fátima, hija de Mahoma, una colección de manuscritos mamelucos y el registro civil de Jerusalén, donde se recoge la vida de los habitantes de la ciudad desde hace cuatro siglos.
Poner en marcha el centro ha llevado más de una década y ha requerido superar trabas de todo tipo pero, finalmente, los primeros manuscritos restaurados han empezado a ver la luz.
Aprendieron a restaurar en Florencia
En 1999 cinco jóvenes palestinos fueron enviados a Florencia con una beca para aprender a restaurar obras en papel.
A su regreso, tuvieron que esperar durante años para poder empezar a trabajar, entre otros problemas porque el Gobierno israelí retuvo tres años en la aduana el equipo enviado por la UNESCO para la restauración y no lo liberó hasta que hubo “una intervención directa del rey jordano Abdalá II".
El generador de nitrógeno para desinfectar el papel, pero también las mesas, sillas y lámparas del centro, fueron consideradas peligrosas por Israel por “motivos de seguridad” y no se entregaron hasta el año pasado.
No todos los jóvenes pudieron esperar tanto y, hoy, sólo dos de los cinco se enfrentan cada día a la ingente tarea de devolver la vida, página a página, a los libros guardados en Al Aksa.
Uno de ellos es Jader Shihabi, que considera que su trabajo "sirve para salvar escritos que nos han dejado hace cientos de años y, de ese modo, conservar la historia de Jerusalén".
"Los manuscritos son nuestra última arma, porque los judíos quieren destruir todos los restos del Jerusalén musulmán y conservarlos nos permitirá demostrar en el futuro que llevamos aquí más de 1.300 años", asegura.
Su compañero, Isam Nagev, añade que los documentos de Al Aksa, y en concreto los 600 tomos del registro civil de la ciudad, sirven para “probar el derecho de los palestinos sobre este país y el hecho histórico de que estamos aquí desde siglos antes que los israelíes".
El Centro de Conservación de Manuscritos se ubica en la antigua Escuela Mameluca Al Ashrafea, considerada la tercera joya de la Explanada tras las mezquitas de Al Aksa y Omar (Templo de la Roca), y en él se apilan decenas volúmenes con páginas llenas de agujeros cuyo papel se rompe con sólo mirarlo.
"Muchos libros tienen letras y dibujos muy hermosos, con una escritura y unas ilustraciones como ya nadie hace en la actualidad", explica Nagev.
Él y su compañero coinciden en que la restauración de documentos islámicos es más gratificante pero también más difícil que la de los textos de Occidente, puesto que los libros fueron escritos con tinta de carbón (en lugar de metálica), lo que impide utilizar agua en el proceso de limpieza.
Además de los 4.000 documentos de Al Aksa, distintas bibliotecas privadas de la ciudad albergan otros alrededor de 10.000 volúmenes que también es necesario restaurar.
"Ni en una vida terminaríamos el trabajo", dice Shihabi, que guarda la esperanza de que algún día haya más restauradores en los territorios palestinos que ayuden a conservar la historia de su pueblo y el legado que el mundo árabe ha enviado a lo largo de los siglos a la sagrada Jerusalén.
@efe