Uno de cada tres robos de arte se comete en la región.
El 65% del pillaje tiene lugar en iglesias y la tendencia delictiva repunta desde 2007 en todo el país. La Policía alerta del expolio en yacimientos arqueológicos
Una ermita en pleno monte con el portón forzado y su interior desvalijado de madrugada, un visitante de museo mudado de pronto en ladrón que burla controles y logra sacar una pieza de un museo sin ser detectada, un yacimiento arqueológico expoliado por una banda organizada de delincuentes con ayuda de un detector de metales en una fría y neblinosa noche de invierno... El robo de obras de arte ha nutrido guiones de un montón de películas y Castilla y León podría ser manantial de ideas e inspiración, pues es el territorio más frecuentado, por vulnerable, por los ladrones de arte en España. Con más de dos mil quinientos municipios en los que no faltan iglesias, yacimientos arqueológicos ni museos, el patrimonio artístico de la región es un poderoso imán que atrae a ladrones, peristas, coleccionistas e inversores en arte, toda una red de tráfico de patrimonio que ha visto repuntar su actividad desde 2007 en el conjunto del país y a la que no es ajena la crisis.
Un informe de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil sitúa a Castilla y León como la comunidad «más atacada por este tipo de criminalidad, debido principalmente a la gran presencia y dispersión patrimonial de la Iglesia». Las cifras reflejan que del total de robos cometidos en España en la última década, en torno al 33% tienen como escenario las nueve provincias de la región, en particular las zonas más alejadas y desprotegidas del ya de por sí despoblado medio rural.
En una región con once diócesis propietarias del 70% de los Bienes de Interés Cultural catalogados, no resulta extraño que siete de cada diez robos registrados se produzcan en inmuebles religiosos, donde la pintura y la escultura figuran en la lista de botines artísticos más codiciados.
Aunque las estadísticas reflejan que en el período 2000-2010 los delitos contra el patrimonio histórico muestran en España una tendencia a la disminución, esta se quiebra a partir de 2007, año del inicio de la crisis económica. Así, en 2008 el robo en inmuebles religiosos registra un aumento del 40% y del 22% en 2010. La incidencia media de delitos contra el patrimonio en España es de unos cincuenta anuales denunciados en el medio rural, territorio en el que mayoritariamente patrulla la Guardia Civil.
El circuito clandestino
La Brigada del Patrimonio Histórico del Cuerpo Nacional de Policía, con las capitales de provincia como principal eje de despliegue, también da fe del alza de episodios de robo de arte registrado en territorio nacional y coincide con la Guardia Civil en situar a Castilla y León en la lista de regiones más perjudicadas por este tipo de delincuencia. «Es un delito que no causa gran alarma social pero la tendencia del expolio arqueológico espoleada por la crisis es creciente; quien antes acudía dos noches al mes a picar a un yacimiento, ahora lo hace cinco», explica José Enrique Carrera Tellado, inspector jefe del Grupo Operativo II.
El de la arqueología es uno de los ámbitos que más está sufriendo la visita de ladrones. El robo y destrozo en diciembre de un valioso mosaico en la villa romana de Baños de Valdearados (Burgos) es el último episodio que ha vuelto a recordar la indefensión del disperso patrimonio regional.
La inmensa mayoría de los yacimientos se ubican en campo abierto, alejados de núcleos de población, desprotegidos y sin vigilancia; son pieza fácil y apetecible para merodeadores con una certeza: el riesgo de que sean sorprendidos 'in fraganti' es muy bajo. «Además cuentan con una ventaja», apunta Carrera Tellado. «Hay gente con mucho dinero y adquiere arte como forma de inversión. El coleccionista suele ser alguien con posibles».
La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil cifra en unos dos mil los objetos robados y no recuperados desde 2005 en Castilla y León. De todos ellos queda constancia en Dulcinea, la base de datos que aglutina información referida a más de ocho mil pinturas, esculturas, elementos arquitectónicos o arqueológicos que siguen en busca y captura nacional e internacional.
Desde la Guardia Civil se reseña que una parte importante de las piezas sustraídas se recuperan. El tiempo que lleva esta tarea es variable y está al albur del recorrido que realice el codiciado objeto por el circuito clandestino. «Normalmente, con posterioridad al robo, hay que negociar el precio del bien para obtener un beneficio económico. Es habitual que las piezas se mantengan ocultas durante un periodo de tiempo variable hasta que se produce la venta a un particular o se introduce el objeto en el mercado de compraventa legal, normalmente mediante engaño o contando con la complicidad de comerciantes desaprensivos».
El itinerario que sigue el botín comienza con el ladrón intentando colocarlo en el mercado a través de peristas, que se valen de otros «más introducidos y de mejor reputación» para hacerlo llegar hasta anticuarios, «que unas veces ignoran su procedencia ilícita y otras muestran escaso interés en averiguar de dónde vienen». El último eslabón, según la Guardia Civil, son los coleccionistas que, en caso necesario, «exhiben la factura que acredita la procedencia legal del objeto».
Cuantificar el dinero que mueve el tráfico de obras de arte es «prácticamente imposible», según los investigadores, no tanto por la dificultad de tasar el valor real de la mercancía apropiada como por la cifra oculta de objetos sustraídos y no denunciados. Con todo, el cálculo de la Guardia Civil oscila entre los 2.000 y 5.000 millones de euros al año. El botín preferido por los desvalijadores de templos, que supone el 65% de los delitos contra el patrimonio en la región, son las esculturas, principalmente tallas policromadas de imágenes religiosas y partes de retablos. Siguiendo este patrón, la Guardia Civil cita dos robos ocurridos en 2010: uno, en la iglesia de Sardón de los Frailes (Salamanca), donde los asaltantes se llevaron una talla del niño Jesús vestido con túnica bordada con hilo de oro del siglo XVII. El otro, la desaparición de dos relieves policromados del retablo mayor de la iglesia de Melgar de Abajo (Valladolid), que representan la Adoración de los Reyes Magos y los pastores, también del siglo XVII.
Que parte de las obras se recuperan, aunque sea años después, es algo que sucede con cierta frecuencia. A uno de esos episodios se refiere la Operación Alejandro: La Guardia Civil localizó en la localidad madrileña de Valdemoro siete pinturas robadas en la localidad abulense de Maello, entre las que figuraban cuadros de Dalí, Sorolla, Rosen Roses, Gustavo Doré, un retrato de Hernán Cortés del siglo XVI y un dibujo de Nicanor Piñole, valorados todos ellos en unos cuatro millones de euros.
Hasta 2002 se remonta la investigación de este caso, cuando un ciudadano denunció el robo en su domicilio. Finalmente, en junio de 2011 un cotejo de huellas dactilares condujo a la detención de cuatro personas.
En cuanto a templos que han sufrido expolios en los últimos años, la Benemérita cita la capilla del Hospital Simón Ruiz, de Medina del Campo. «Dicho inmueble y su contenido fueron declarados Bien de Interés Cultural en 1991, si bien al encontrarse en estado de abandono durante varios años los saqueadores accedieron a la capilla practicando butrones en las habitaciones contiguas que en su día fueron utilizadas por los enfermos, siendo sustraídos gran cantidad de objetos», se reseña en un informe.
Investigaciones del Grupo de Patrimonio Histórico de la UCO durante una inspección en la Feria Internacional de Arte y Antigüedades celebrada en Madrid permitieron recuperar 22 piezas procedentes de la capilla medinense.
En este episodio fueron imputadas dos personas como supuestas autoras de los delitos de robo, daños y receptación de bienes integrantes del patrimonio histórico. Con todo, aún existen objetos desaparecidos sobre los que se han emitido alertas nacionales e internacionales.
El uso de Internet en el tráfico de arte obliga a los investigadores a estar muy pendientes de la pantalla del ordenador, haciendo el seguimiento de páginas web donde se realizan subastas de arte, sobre todo de otros países donde suelen recalar piezas arqueológicas que gozan de gran predilección entre coleccionistas e inversores en objetos histórico-artísticos.
Después del deterioro causado por el paso de los siglos, el robo es otra de las amenazas del patrimonio que se intenta mitigar mediante planes institucionales que incentiven la colocación de alarmas, la realización de inventarios y la toma de fotografías de los bienes que se custodian. En el ámbito internacional, las fuerzas de seguridad valoran la estrecha colaboración con otros países en la lucha contra un tipo de criminalidad del que, dicen, cada vez existe más conciencia entre la ciudadanía y más medios para que el robo no quede impune. Un idea esperanzadora que no acaba de aplacar temores ante tanta obra dispersa y expuesta en Castilla y León.
@Jesús Bombín/El Norte de Castilla