Ayer subimos el video ese de los asesinos islamistas y ya dijimos que era fuerte, aunque como me dijo D. Miguel Fox durante una conversación telefónica mantenida durante la tarde, aquí deberiamos estar acostumbrados a cosas fuertes, si no con vivos si con muertos, pues lo de Belver de los Horrores también es fuerte, mjuy fuerte.
A quien se le diga que un sacerdote, el párroco, de una iglesia de un pueblo, responsable de la misma, DE TODOS LOS ASPECTOS DE LA MISMA, DE TODOS SUS COMPROMISOS, se desentendienda de ellos y puesto de acuerdo con políticos, jueces, bancarios y demás fauna depredadora que por ahí operaba, profane las tumbas por las que la Iglesia ya había cobrado sus buenos dineros en su momento, las expolie y tire los restos de los parroquianos que habían confiado en la misma iglesia para el descanso de sus restos, es fuerte.
Que un pueblo, Belver de los Horrores, que había demostrado su valentía cuando la invasión francesa, escondiendo con los miembros de la Casa Fox los restos de los últimos Templarios defensores de los Castillos de Monzón y Chalamera, trasladándolos de la Cripta de Nuestra Señora de Gracia, (Casa Fox) a la Iglesia de la Asunción del pueblo para evitar la profanación gabacha, en el siglo XX sufra una epidemia de cobardía y no quedando ya nada de esa valentía demostrada ante el invasor francés permita sin decir nada y mirando para otro lado la terrible profanación y expolio con el posterior y sacrílego vertido de los restos humanos en una zanja/vertedero entre basuras y escombros en la finca La Sardera, es fuerte, muy fuerte.
Posiblemente a los antecesores de estos cobardes de hoy no les hubiera temblado la mano a la hora de defender las tumbas de sus vecinos y de los Templarios enterrados en la iglesia parroquial de la Asunción. Les hubiera dado igual el párroco, el obispo, el juez, el político, el banquero y el sumsum corda, a los muertos no se les hubiera tocado y en paz, pero eran otros tiempos, eran otras gentes, eran tiempos de honor y respeto, de ley y justicia. Ahora no, ahora es tiempo de sinvergüenzas, de gentuza mafiosa y expoliadora, de gente acobardada, de sotanas negras con el alma más negra aún que las togas de algún que otro sinvergüenza que se dedica a prevaricar en vez de hacer justicia. Son, verdaderamente, otros tiempos, infinitamente peores, infinitamente asquerosos.