Una certeza preocupante impera en Washington: tarde o temprano, Estados Unidos estará obligado a intervenir militarmente en México. La denuncia sobre el involucramiento de la banda de Los Zetas en el complot iraní para perpetrar atentados terroristas contra las embajadas de Israel y Arabia Saudita en la capital norteamericana fue la gota de agua que colmó el vaso. Lo que hasta entonces era evaluado como posible se tornó inevitable.
La DEA, la CIA y el FBI coinciden en que la perspectiva de convergencia entre el narcotráfico mexicano y las redes del terrorismo transnacional constituye una amenaza real contra la seguridad nacional. La experiencia histórica indica que en esas situaciones límite, las administraciones estadounidenses no vacilan en pagar el costo político que sea necesario para adoptar decisiones tan drásticas como el empleo de la fuerza militar.
La Evaluación de Amenazas 2011, elaborada por el Centro de Inteligencia de Houston, auspiciado por el FBI, señala que los cárteles aztecas tienen una activa presencia en 17 condados de Texas, erigidos en un corredor para la distribución de estupefacientes. A la inversa, la mayor parte de las armas empleadas por los narcotraficantes provienen de Houston.
El explosivo informe de 51 páginas consigna que en esa región de Texas operan 461 células de narcotraficantes. Advierte también que las bandas mexicanas han comenzado a reclutar a jóvenes estadounidenses y, en una nueva fase de su escalada de penetración, buscan infiltrar los poderes locales.
El titular del Departamento de Seguridad Pública de Texas, Steven C. McCraw, señaló que “los cárteles mexicanos han corrompido a casi toda una generación de jóvenes que viven en el norte de México y buscan corromper a nuestra juventud para promover sus operaciones de contrabando”. Agregó que “estos cárteles son extremadamente violentos: torturan y matan a miles de personas en México, utilizan a los integrantes de las pandillas transnacionales de Texas para sus actos criminales en México y Estados Unidos”.
Texas, uno de los tres distritos electorales más importantes de Estados Unidos, es el estado norteamericano que tiene la frontera más extensa con México, que asciende a 3.185 kilómetros. Su gobernador, Rick Perry, precandidato republicano a la Casa Blanca, no cesa de alertar sobre un peligro que no está focalizado únicamente del otro lado de esa frontera.
Amenaza territorial
El informe del centro de inteligencia texano pone de relieve que precisamente Los Zetas tienen una activa participación en esta estrategia de penetración. Según el director de Inteligencia de la DEA, Rodney Benson, el avance de esta organización ha sido tan extraordinario que los tres cárteles tradicionalmente más fuertes (del Golfo, Sinaloa-Pacífico y La Familia) se vieron obligados a forjar una alianza para enfrentarlos en una guerra sangrienta que está en pleno desarrollo.
Originariamente formados a fines de la década del 90 como una fuerza de sicarios que actuaba a las órdenes de Osiel Cárdenas Guillén, entonces jefe del cártel del Golfo, la especificidad que distingue a Los Zetas de las otras bandas es el hecho de haber sido constituida por oficiales del Ejército y la Policía mexicanas.
Con el tiempo, Los Zetas ganaron independencia y configuraron una red extendida desde México hacia varias ciudades norteamericanas y europeas, a toda Centroamérica y a varios países de América del Sur, entre ellos la Argentina. En ese recorrido, sus actividades criminales se expandieron hacia el contrabando, la trata de personas, la extorsión y el lavado de dinero.
Una reciente orden ejecutiva de Barack Obama encuadró a Los Zetas como una organización similar a La Camorra italiana, la Yakuza japonesa y el ascendente Círculo de los Hermanos, que funciona desde la Unión Soviética. Este encuadramiento caracteriza a la organización como una mafia diversificada más que como un cártel exclusivamente circunscripto al tráfico de drogas.
Un interesante trabajo publicado por el investigador estadounidense Steven Dudley revela que la estrategia de Los Zetas otorga enorme importancia al control efectivo de zonas territoriales que le sirvan de retaguardia. En Guatemala, Los Zetas desarrollan incluso planes de “acción social”, como la financiación de jardines de infantes en zonas muy humildes. Para garantizar el ejercicio de ese control territorial, el cártel prioriza el reclutamiento de personal militar y policial.
Conviene anotar que un documento enviado al Congreso mexicano por el presidente Felipe Calderón señala que en los últimos cinco años han desertado 44.000 efectivos militares. El informe aclara que esa cifra es menor que la registrada durante el gobierno de Vicente Fox, cuando la cifra de desertores había trepado a 80.000. Para dimensionar el impacto de estas cifras, basta apuntar que el Ejército mexicano tiene 206.000 efectivos y la Armada 56.000.
De mal en peor
Pero debajo de Los Zetas y los cárteles tradicionales, ha emergido una nueva generación de narcotraficantes, nucleada en organizaciones mucho más pequeñas, que reclutan a pandillas juveniles a través de la utilización proselitista de un ritual de alto contenido simbólico, signado por el empleo de tatuajes. Un ejemplo ilustrativo es la irrupción de los “Caballeros Templarios”, formados a imagen y semejanza de la legendaria orden medieval. En bares y confiterías de la ciudad de Michoacán, pueden encontrarse ejemplares del “Código de los Caballeros Templarios”. Entre sus máximas figura: “Donde hay debilidad, allí el templario debe llevar su fuerza. Donde no hay voz, allí el templario debe llevar la suya. Donde están los más pobres, allí el templario debe distribuir su generosidad”.
En este contexto, cayó como una bomba la propuesta de Fox de “legalizar el consumo de todas las drogas en el país y dialogar de frente con los jefes del narcotráfico”. El antecesor de Calderón sugirió inclusive la creación de una “mesa de diálogo” similar a la conformada la década pasada entre el Gobierno mexicano y el subcomandante Marcos y los guerrilleros de Chiapas.
La respuesta de Calderón fue fulminante: “No nos parece correcto entrar en pactos con el narcotráfico. No podemos ser tolerantes con el crimen. Debemos aplicar la ley y no estamos de acuerdo con la posibilidad de una tregua”. Sin embargo, el mandatario embistió también contra Enrique Peña Nieto, candidato del PRI y favorito para las próximas elecciones presidenciales, a quien acusó de fomentar bajo cuerda una propuesta similar a la de Fox, con quien había sostenido días atrás una sugestiva entrevista privada.
Demás está decir que estas crecientes fisuras en el máximo nivel del sistema de poder azteca no pueden sino reflotar en Washington una hipótesis de pesadilla relacionada con el peligro de la conversión de México en un “Estado fallido” integrante del Nafta y limítrofe con Estados Unidos.
@PASCUAL ALBANESE, Vicepte. del Instituto de Planeamiento Estratégico/El Tribuno. com.ar