31 de octubre Día de la Reforma Luterana: Lutero maestro
Por José Fernando Mikulas (*)
Por José Fernando Mikulas (*)
Un 31 de octubre del año 1517, en la víspera del Día de Todos los Santos, después que un vendedor de indulgencias llamado Juan Tetzel había abandonado la región, el Doctor Martín Lutero, siguiendo la costumbre de la época, decidió llamar la atención de los dignatarios eclesiásticos respecto de tales hechos, invitando a sus compañeros profesores a un debate. Por lo tanto puso sus pensamientos sobre papel. Al terminar, había redactado noventa y cinco tesis, o ideas. En las tesis objetaba el uso del dinero obtenido por la venta de indulgencias para construir la gran Catedral de Roma, y objetaba además la pretensión del papa de tener poder sobre las almas del purgatorio. Las tesis también presentaban el argumento que la religión era un asunto personal entre Dios y el hombre y que el evangelio del perdón en Jesucristo era de importancia exclusiva.
Las tesis que habían sido impresas en papel, para facilitar un debate académico, fueron clavadas por su autor en la puerta norte de la Iglesia del Castillo de Witemberg. No había nada fuera de lo común en las palabras iníciales del papel clavado en la puerta, que decía: “Por amor y por el celo de que la verdad quede clara, las siguientes tesis serán debatidas en Witenberg, presidiendo el reverendo Padre Martín Lutero, Bachiller en las Artes y la Sagrada Teología. El reverendo Padre (era monje católico romano), ruega que aquellos que no puedan estar presentes en la discusión oral, hagan llegar sus puntos de vista por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.”
Nadie hubiera pensado, que aquello, lo que un monje proponía para la simple discusión en un foro académico entre profesores universitarios, sería el detonante de la mayor reforma religiosa de la cristiandad. Estas tesis fueron reimpresas y distribuidas entre el pueblo común y en distintos, ámbitos por cuenta de los simpatizantes de Lutero y produjeron un impacto tal que fue imposible de detener, dando así origen a la Reforma y que todos conocemos por la historia.
Lo que deseo compartir a modo de homenaje y recordatorio, es un momento de la historia de la cristiandad, sin ánimo de lastimar u ofender la conciencia de algún lector. En algunos países latinoamericanos, como Chile, el 31 de Octubre es un feriado nacional, tal como el 8 de diciembre, que al mismo tiempo es una demostración de madurez y respeto a la diversidad o pluralidad del pensamiento religioso.
En este caso en especial, quiero transcribir un párrafo del Libro: “Lutero, Biografía de un Reformador” de Frederick Nohl, Editorial Concordia, 2005. En este párrafo el autor describe a Martín Lutero como educador. Tenemos que recordar, salvando las distancias, que esto se da en la cultura y en el contexto de aquella época. Podríamos decir, que Lutero fue un adelantado para su tiempo, en el sentido, que su trabajo, sienta las bases de la educación moderna. Lutero ya había traducido la Biblia al alemán. Para poder hacerlo tuvo que abarcar todos los dialectos existentes en Alemania, ya que cada región tenía el suyo y unificarlos, dando origen y carácter literario a lo que es el idioma alemán moderno. Tenía alma de docente. Lutero, ya hablaba de una educación igualitaria, obligatoria para todos, sin distinción de sexos, escalas sociales, etc., y luchaba por: más y mejores escuelas.
“La Biblia alemana, junto con los catecismos (mayor y menor) y los himnarios, eran utilizados asiduamente en las escuelas que surgieron por toda Sajonia y Alemania, particularmente después de las visitas a las iglesias sajonas en 1528. Muchas de las escuelas elementales y de enseñanza secundaria, como también algunas escuelas superiores y universidades, fueron el fruto de los esfuerzos de Lutero en pro de la educación, en especial la educación cristiana. Por supuesto, había habido escuelas de todas clases en Alemania, por muchos siglos. Lutero, por lo que sabemos, había sido uno de tantos que habían estudiado en ellas. Sin embargo, la mayoría de las escuelas tenían carencias, insuficiencias respecto a las cuales Lutero había llamado la atención de dignatarios eclesiásticos y del estado, con la finalidad de corregirlas. Lutero sabía que la Reforma no tendría éxito, a no ser que hubiese escuelas cristianas firmemente establecidas y capacitadas, a fin de formar a niños y jóvenes tanto de la iglesia como del estado, para ser ciudadanos temerosos de Dios.
Una de las preocupaciones de Lutero tenía que ver con la escasa asistencia de niños a la escuela. Se daba el caso particularmente con las niñas. Ya en 1520 Lutero había instado a los príncipes a establecer escuelas para niños y niñas en cada ciudad, donde los alumnos pudiesen aprender el Evangelio y a leer y escribir, además de la aritmética. Sin embargo, no todos estaban de acuerdo con Lutero, por ejemplo, hombres como los profetas de Zwickau. Y hubo padres que estaban disconformes, con el argumento de que necesitaban a sus hijos en el hogar y que ellos podían enseñarles todo lo que debían saber.
Pero Lutero tenía otra opinión. En su famosa "Carta a los Intendentes y Concejales de todas las ciudades de Alemania en cuanto a las escuelas cristianas", escrita en 1524, recordaba a sus lectores que muchísimos padres eran negligentes en impartir la enseñanza a sus hijos, porque no querían ser molestados con esa responsabilidad, no sabían cómo ejercerla, o no disponían de tiempo. En cuanto a que los niños no tenían tiempo de ir a la escuela, dijo Lutero: "Yo pienso que los niños deben estar una o dos horas en la escuela y el tiempo que resta dedicarlo al trabajo en el hogar, a aprender un oficio, y hacer lo que sea necesario. Ahora utilizan diez veces más tiempo en patear sapos, jugar a la pelota, correr, y retozar por ahí. Del mismo modo, una niña dispone del tiempo necesario para ir a la escuela una hora por día y aun así cumplir con las tareas del hogar. Porque duerme, danza, y juega mucho más tiempo que esto."
Lutero tenía un concepto tan elevado de la necesidad de impartir enseñanza a los niños, que en 1526 le recordó al elector Juan: "Es deber de los ministros de gobierno obligar al pueblo a enviar sus hijos a la escuela, en particular a los niños que dan muestras de capacidad. Porque nuestros gobernantes ciertamente tienen el deber de proveer los oficios y vocaciones espirituales y seculares, de modo que siempre haya predicadores, abogados y jueces, pastores, escritores, médicos, maestros, y quienes fueren necesarios."
La deficiente formación cristiana impartida en muchas escuelas era otra de las preocupaciones de Lutero. En una ocasión interrogó a un niño acerca del Padrenuestro. Al ver que el chico tenía dificultad en entender de qué estaba hablando, le pidió que le dijera quién era el "Padre" en el "Padrenuestro". El muchacho estaba completamente perdido, incapaz de responder.
Incidentes como éste hicieron que Lutero trabajase con especial empeño por mejorar la enseñanza religiosa en las escuelas. Su traducción de la Biblia al alemán, sus catecismos e himnos proveyeron algunos de los elementos necesarios. Pero también bregó continuamente, mediante palabras, con la finalidad de mantener al pueblo consciente y convencido de la necesidad de emplear con sabiduría ésta y otras clases de ayuda, como la de brindarles a los maestros el apoyo que merecían. En su sermón acerca del "Deber de enviar a los niños a la escuela", Lutero expresó lo siguiente respecto del maestro cristiano: "Un maestro de escuela laborioso y piadoso, quien forma y educa a conciencia a los niños, nunca podrá ser recompensado o resarcido suficientemente con dinero. Si yo tuviera que renunciar a la predicación y mis otros deberes, no quisiera desempeñar otro oficio que no fuera el de maestro de escuela. Porque sé que además de la predicación, es el oficio más útil, es lo más grande y lo mejor. En realidad, no estoy seguro de cuál de los dos es el mejor."
Las luchas de Lutero en pro de mejores escuelas obtuvieron grandes victorias. Y en 1530 pudo, con gran alegría, hacerle llegar la siguiente nota al elector: "Los niños y niñas crecen tan bien instruidos en el catecismo y las Escrituras, que me hace sentir muy bien observar cómo la juventud, tanto niños como niñas, pueden ahora orar, creer, y hablar de Dios y de Cristo.
Y las escuelas secundarias y las universidades estaban a la misma altura, porque de ellas egresaba un número creciente de pastores, maestros, abogados, escritores, administradores y otros, listos para ocupar sus puestos como guías en la iglesia y el estado, preparados también para ayudar a consolidar y difundir la Reforma Luterana en Sajonia, Alemania, Europa y, posteriormente, por el mundo entero”.
(*) José Fernando Mikulas es pastor de la Iglesia Evangélica Luterana Argentina.
@José Fernando Mikulas/Diario El Argentino.com.ar