Antes de ayer estuvimos en Barcelona, en la Capilla de la Victoria, la capilla templaria de la que ya no queda casi nada que recuerde a nuestros +Hermanos, salvo la memoria, que no puedo borrarse por mucho que lo intentaron.
Triste imagen la que esta capilla ofrece a quien vaya buscando la impronta templaria, pues desde el altar, invertida su posición, en el lugar que estaba originalmente ahora la entrada, dos hornacinas a los lados recuerdan dicha situación, conservando aún los restos de unas pinturas que la mano profanadora no pudo borrar, escondidas las del techo a la vista de los visitantes por otro falso techo pintado de blanco, y en las paredes, salteadas, cruces paté NEGRAS, no rojas, quizás en recuerdo del alma negra y cobarde del Papa Clemente V.
Algún grabado en piedra en el suelo, con indicios de haber sido machacado aposta en un intento de hacer desaparecer también la obra de aquellos canteros que obedeciendo los deseos de quienes los protegían marcaron la piedra con la fuerza de sus manos y el conocimiento aprendido de generación EN generación a través de las diferentes logias.
Pero bueno, afortunadamente los Templarios, cuando les quitaron los templos supieron adecuarse y promover su propio templo en ellos mismos, aquel templo del que ya nos habló Nuestro Señor y que pese a todas las calamidades por la que hicieron pasar a la Orden en los siglos pasados, nunca pudieron quitarles a los que sobrevivieron a los encarcelamientos, a la tortura y al crimen y asesinato, aunque en ocasiones, hasta después de muertos se les intentó vejar profanando sus tumbas y expoliando lo que en ellas quedaba, tirando después los restos a vertederos inmundos destinados a acrecentar la extensión de una finca, como pasó en el deshonroso pueblo de Belver de los Horrores, donde pese a la lucha desde la fecha de las profanaciones en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, profanaciones amparadas y promovidas entre otros por el párroco del lugar, Isidro Berenguer, al día de hoy continuan los restos entre escombros y basura mientras las autoridades, tanto políticas como judiciales y eclesiásticas ocultan los delitos y protejen a los delincuentes de esas mafias expoliadoras.
Ya les llegará su tiempo, entre otras cosas porque pese a las amenazas, intentos de compra, etc. nosotros continuamos exigiendo la entrega de esos, para nosotros, sagrados restos de los Caballeros defensores de los castillos de Monzón y Chalamera, al tiempo que exijimos JUSTICIA y que a los delincuentes se les siente en un banquillo de un juzgado no contaminado por prevaricaciones y complicidades.