Los Reyes de España, Juan Carlos I y Sofía, estuvieron presentes en la solemne misa que dedicó el Pontífice a Dios la construcción aun no acabada. Un acto que contó además con la presencia de una inmensa confluencia de gente española: unas 8.000 personas dentro del edificio y más de 50.000 en sus alrededores. El procedimiento comenzó con la presentación del agua para su consagración. Tras este paso, el Papa dirigió su palabra a los feligreses en castellano:
"Queridos hermanos, al dedicar a Dios nuestro Señor esta santa iglesia de la Sagrada Familia, supliquémosle que bendiga esta agua, criatura suya, con la cual seremos rociados en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo, y con la cual se purificarán los muros y el nuevo altar".
Después Benedicto XVI roció con agua bendita al pueblo y el altar, a la vez que seis sacerdotes hicieron lo mismo con los muros de la iglesia. Tras la liturgia y la lectura del Evangelio, en esta ocasión de San Lucas, y al pronunciar la homilía, los curas asistentes procedieron a orar por la dedicación y a cantar las letanías de los santos.
El templo de la Sagrada Familia. © AFP/Jesús Diges
A partir de ahora todo tipo de oficios religiosos podrán celebrarse en la iglesia, que también se hará con su propio clero y sus parroquianos, lo que produjo una gran alegría de los fieles católicos de la capital catalana. Asimismo les deleita el hecho de que el proceso de beatificación del autor de esta maravilla arquitectónica por el Vaticano ya está en curso.
Un flashmob con besos simultáneos de una centena de personas homosexuales organizada en la plazoleta adyacente al templo que se manifestaban de este modo contra el rechazo del matrimonio gay por parte de la iglesia católica, no pudo sombrear esta atmósfera de alborozo vinculado con el cambio de estatuto del símbolo máximo de Barcelona.