Ayer recibimos un email de la +Hermana Nuria Gonzalvez que demuestra que el respeto en todo momento por cualquier religión, hasta en las ocasiones en que nada parece apuntar a que nuestras decisiones serán la semilla de algo grande, ni tan siquiera conocidas por nadie, es siempre necesario.
Eso ya lo llevaban los antiguos Caballeros Templarios hasta sus últimas consecuencias, es decir, que quizás uno de los detonantes del intento de desarticulación de la Orden en 1.314, independientemente del importante factor económico que despertó la envidia y la ambición del maldito Capeto Felipe IV, fuera el respeto y conocimiento de las tres religiones más representativas y su intento en hacerlas una, chocando frontalmente con la política del momento de la Iglesia Católica.
Fuera lo qu efuera, en el email de la +Hermana Nuria se ve claramente como nuestras justas decisiones pueden acarrear sorpresas como la bella anécdota que nara el email y que tanta importancia tuvo a la hora de un acercamiento entre la religión hebrea y la católica como el protagonizado por sus respectivas cabezas rectoras.
Vean y lean ahora el email que reproducimos al tiempo que agradecemos a la +Hermana Nuria Gonzalvez el detalle de enviárnoslo para conocimiento de todos:
El amor a Dios debe reflejarse en el amor al prójimo.
Ecumenismo no es obligar a que todos tengan tu misma religión,
sino aceptar a quienes aman a Dios de corazón y obran el bien,
tratando de ver más lo que nos une que lo que nos separa.
Disfruta esta vivencia de Juan Pablo II y un Rabino de Israel.
Dios te bendiga.
Eso ya lo llevaban los antiguos Caballeros Templarios hasta sus últimas consecuencias, es decir, que quizás uno de los detonantes del intento de desarticulación de la Orden en 1.314, independientemente del importante factor económico que despertó la envidia y la ambición del maldito Capeto Felipe IV, fuera el respeto y conocimiento de las tres religiones más representativas y su intento en hacerlas una, chocando frontalmente con la política del momento de la Iglesia Católica.
Fuera lo qu efuera, en el email de la +Hermana Nuria se ve claramente como nuestras justas decisiones pueden acarrear sorpresas como la bella anécdota que nara el email y que tanta importancia tuvo a la hora de un acercamiento entre la religión hebrea y la católica como el protagonizado por sus respectivas cabezas rectoras.
Vean y lean ahora el email que reproducimos al tiempo que agradecemos a la +Hermana Nuria Gonzalvez el detalle de enviárnoslo para conocimiento de todos:
El amor a Dios debe reflejarse en el amor al prójimo.
Ecumenismo no es obligar a que todos tengan tu misma religión,
sino aceptar a quienes aman a Dios de corazón y obran el bien,
tratando de ver más lo que nos une que lo que nos separa.
Disfruta esta vivencia de Juan Pablo II y un Rabino de Israel.
Dios te bendiga.
IMPACTANTE HISTORIA
El Papa Juan Pablo II, en una solemne sala del Vaticano, recibe a una de las más altas autoridades religiosas del judaísmo, el gran Rabino del Estado de Israel, Meir Lau.
La formal entrevista se llevó a cabo en fraternal marco y quedó espacio para el relato anecdótico.
Entonces, el religioso judío narró al Sumo Pontífice un hecho acaecido hace largas décadas en una ciudad europea.
Le contó que terminada la Segunda Guerra Mundial, una mujer católica se dirigió al párroco de su pueblo, para hacerle una consulta.. Ella y su esposo, tenían a su cuidado, desde los días de la guerra, a un pequeño niño judío que le habían encomendado sus padres poco antes de haber sido enviados a un campo de concentración.
Los padres del niño, desaparecidos en el trágico infierno de la masacre nazi, habían previsto para él un futuro en la tierra de Israel, soñaban con ello.
La mujer se encontraba ante una encrucijada y pedía al sacerdote católico un consejo, ya que su intención era bautizar al niño en agradecimiento por haber sobrevivido a la masacre.
El párroco tuvo una pronta y comprensiva respuesta:’Se debe respetar la voluntad de los padres’. El citado niño judío fue enviado al entonces naciente Estado de Israel, donde se criaría y educaría.
La anécdota resultó muy interesante para Karol Wojtyla, y pasó a ser más conmovedora aún, cuando el Gran Rabino le aclaró la identidad de aquellas personas:
‘Usted, Eminencia, era ese párroco católico. Y ese niño huérfano… era yo‘.