Foto L. O. Z.
El Consejo de Gobierno de la Junta de Castilla y León aprobó en su reunión de ayer la adecuación a la categoría de Monumento, del Bien de Interés Cultural del Fuerte de San Carlos, en Carbajales de Alba, delimitando también su entorno de protección para preservar los valores del enclave.
Las actuaciones de excavación que se llevaron a cabo el año 2002 y la posterior consolidación de la edificación han permitido recuperar parte del singular monumento así como documentar las distintas fases constructivas.
Así, se consiguió sacar los niveles originales del foso, en el que se descubrió un pozo de suministro de agua, el glacis y el camino cubierto, el puente de acceso a la fortificación y la planta completa de los baluartes de Portugal y San Amaro. El fuerte contaba, además, con otros baluartes de Santa Engracia, y Peñas Coronas.
El fuerte de San Carlos está considerado como uno de los pocos ejemplos de instalaciones militares conservadas e implicadas en los acontecimientos bélicos dirimidos con Portugal.
La edificación, una planta rectangular con torreones, constituye un singular ejemplo de fortificación realizada entre los siglos XVII y XVIII relacionado con las fortalezas defensivas que se construyeron en la frontera hispanolusa.
Los documentos recogidos por los historiadores ponen de manifiesto que fue Felipe IV quien decidió a mediados del siglo XVII edificar una serie de fuertes a lo largo de la frontera de Portugal. Y son las propias crónicas de la época las que narran cómo se trató de contener en la provincia de Zamora la invasión portuguesa «haciendo plazas de armas fortificaciones y artilladas en los términos de Carbajales, Alcañices y Torregamones, guarneciéndolas con un tercio fijo de 800 hombres que con su nombre organizó y pagó la ciudad. También se fortificó la de Puebla de Sanabria». En estas circunstancias nació el Fuerte Militar de Carbajales, en torno a la antigua iglesia-fortaleza de los Templarios.
El fuerte de Carbajales, al igual que sucedió con el resto de las construcciones defensivas, jugaron un papel sobresaliente durante las guerras fronterizas, pero desempeñaron una función esencial en la Guerra de la Independencia. Las instalaciones defensivas se mantuvieron más o menos firmes hasta finales del siglo XIX, mientras acogían un pequeño destacamento de militares. Al marcharse los soldados, el fuerte fue objeto de pillaje de unos y de otros, llevándose de él hasta las piedras. El resultado del abandono y de la constante retirada de piedras dejaron la edificación en ruinas.
@J. A. G./Laopinióndezamora.es