El cementerio romano, con tumbas desde el siglo I a. C., estaba cerrado desde 1992
Primeros visitantes de la renovada necrópolis paleocristiana de Tarragona. / JOSEP LLUIS SELLART
La necrópolis paleocristiana de Tarragona, cerrada desde el año 1992, vuelve a estar abierta al público desde este fin de semana. El Departamento de Cultura de la Generalitat organizó ayer la primera visita al recinto en veinte años, coincidiendo con el Día Internacional de los Museos. El espacio renace con un nuevo itinerario por los recovecos de lo que es considerado como el conjunto funerario tardorromano a cielo abierto más importante del Imperio en Occidente. Las obras de puesta de largo, iniciadas en enero, han sido financiadas por Cultura con un coste de 225.000 euros. “Cataluña recupera una de sus joyas, es increíble que aún no estuviese realizada la restauración”, afirmó ayer el consejero de este departamento, Ferran Mascarell.
Los trabajos, realizados por un equipo multidisciplinar, se han centrado en recuperar la imagen que podría haber tenido el vestigio en época romana y en trazar por él un recorrido coherente. También se han protegido enterramientos degradados, puesto de relieve restos de interés y delimitado visualmente las diferentes áreas con pavimentos cromáticos. La funcionalidad del cementerio es clave para entender el proceso de implantación del primer cristianismo en la urbe, explicaron ayer Jacqueline Pacheco, arquitecta de los Servicios Territoriales del Departamento de Cultura en Tarragona, y Josep Anton Remolà, arqueólogo del Museo Nacional Arqueológico de Tarragona (MNAT). Ambos han sido los encargados de pilotar las actuaciones.
La revitalización del yacimiento, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 2000, era una exigencia de la localidad por su valor histórico: Está ubicado en lo que un día fue una extensa zona suburbial de la antigua Tarraco, donde coexistían edificaciones residenciales, talleres y entierros. Los restos arqueológicos están vertebrados por un vial romano paralelo a la orilla del río Francolí, que conectaba el suburbio portuario con las principales salidas de la ciudad, como la Vía Augusta. Al este del vial se encuentran los restos de una antigua casa romana (domus) y al oeste se conserva un sector de la necrópolis paelocristiana. Esta abarca restos romanos de un periodo muy extenso de tiempo, desde el siglo I a. C. hasta el siglo VII d. C. En el área del cementerio se han recabado unas 2.051 inhumaciones que abrazan desde el siglo III d. C. hasta el periodo visigodo. “Pero continúa habiendo tumbas sin excavar”, explicó Remolà.
Los restos fueron depositados en ataúdes de madera, humildes losas, ánforas o sarcófagos de mármol, plomo y piedra e incluso mausoleos, dependiendo de la clase social a la que pertenecían. También se celebraron entierros colectivos en el lugar, que abarca 2.000 metros cuadrados. Además, los arqueólogos manejan la hipótesis de que los restos se encontraban colocados tanto alrededor como en el interior de una basílica. En ella se ha querido identificar una tumba con inscripciones alusivas a tres mártires de Tarraco, Fructuoso, Augurio y Eulogio, quemados vivos en la arena del Anfiteatro. Ballesteros recordó ayer otro hallazgo en los terrenos; el de la conocida como muñeca de Ivori, que data del siglo IV d. C. Aparecida dentro de un sarcófago junto a los despojos de una niña de seis años, que sobrepasa los 20 centímetros de altura y, además, su espalda, codos y rodillas están articuladas.
La necrópolis, recordó Remolà, fue descubierta en 1923. El hallazgo ocurrió durante la construcción de una factoría de la Compañía de Tabacos en la orilla de río. El sacerdote Joan Serra i Vilaró se dedicó con intensidad durante una década a excavar los terrenos. Por eso el espacio encierra otra curiosidad: Tanto apego sentía por la necrópolis el canónigo de la catedral de Tarragona que ordenó ser enterrado en ella. Hoy su tumba preside el espacio. “Su cuerpo fue embalsamado y colocado en una especie de búnker de hormigón”, narró Remolà.
Mascarell aseguró que la intervención de la necrópolis sigue siendo el paso previo de otro proyecto más ambicioso; el de trasladar a La Tabacalera el MNAT, la Biblioteca Pública de Tarragona y el Depósito Nacional Arqueológico. Pero la promesa tendrá que seguir aguardando porque la operación, que debería contar con la implicación del Estado, la Generalitat y la administración local, permanece paralizada. “Estamos centrados en definir bien el proyecto porque es fundamental para articular todo el sistema museístico arqueológico de la ciudad de Tarragona y del futuro del país”, concluyó el consejero.
@Mercè Pérez Pons, (Tarragona)/El Pais