Hemos recibido de un miembro de la Orden del Temple, por email, este artículo que ahora subimos para lectura de todos los +Hermanos, +Hermanas, amigos/as y demás lectores/as del blog, agradeciendo públicamente el envío y la autorización para compartirlo a través del blog con los demás.
NND, FTAT, +Anselmo de Crespi
El Evangelio nos relata varias decenas de hechos extraordinarios que realiza Jesús para restablecer la salud de las personas, porque Jesús le daba una importancia fundamental, ya que de ella depende el bienestar o sufrimiento de las mismas. Jesús curaba a toda clase de personas: niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos, incluso hasta el punto de devolverles la vida: hija de Jairo, hijo de la viuda de Naín, o Lázaro.
El pasaje de este domingo nos cuenta la curación de un criado de un centurión (militar) romano. Seguro que a Jesús no se simpatizaban nada los militares, porque El vino a traer paz y no guerra. Aquel militar, aunque estaba absorbido por el sistema político-militar romano, tenía buenos sentimientos, y a pesar de que el enfermo era su criado lo quería bien, y por eso acude a Jesús para que lo cure. Tiene fe en Jesús, que se lo cura ya antes de llegar a su casa.
Hoy hay muchas enfermedades y sufrimientos perfectamente evitables y prevenibles. Estando en Guatemala en 2011, vimos con dolor y hasta desesperación a miles y miles de hombres, incluso familias enteras y por tanto también niños, trabajando en la zafra de la caña de azúcar para obtener azúcar o biodiesel. Una enfermedad mortal, llamada ERC (enfermedad renal crónica) deteriora irreversiblemente el riñón acabando prematuramente con la vida de estos trabajadores, extenuados además por el calor, la sed, y el trabajo a destajo, explotados por las multinacionales, que les pagan una miseria, no por el tiempo trabajado, sino por la cantidad de caña cortada. De ahí que trabajen de sol a sol con temperaturas entre 35 y 40 grados. Este problema afecta a los siete países de Centroamérica, donde este cultivo va en aumento. Una fábrica en Nicaragua produce más de 18 millones de litros de etanol al año. En el primer mundo lo utilizamos porque contamina mucho menos que el petróleo porque no queremos respirar aire contaminado, pero detrás quedan muchos miles de vidas prematuramente perdidas para producirlo. El valor de esta producción en los siete países citados alcanzaba en 2009 la cifra de 1.294.485.000 $. Las multinacionales se hacen con el derecho a la tierra, que queda en manos de grandes monopolios, apoyados incluso por paramilitares y sicarios, desplazando a un campesinado empobrecido y sin tierra, que queda obligado a trabajar como peones de las empresas a las cuales se la tuvieron que vender.
Estos días pasados hemos tenido noticia de lo que pasa en la India con las fábricas de confección que se derrumban o incendian con varios cientos de muertos, donde también empresas españolas elaboran prendas que nosotros vestimos, dando ganancias cuantiosísimas a sus dueños, pero hay innumerables casos de trabajo injusto e indigno en muchos más países, como el que acabamos de relatar.
La salud es un derecho fundamental del ser humano. Detrás de ese azúcar que echamos en la taza de café que tomamos al desayuno, o en la coca cola que bebemos hay mucho dolor, sufrimiento y muerte. Pues también el café es cosechado en condiciones muchas veces cruelmente inhumanas: conocimos a un joven que venía de la zona de la costa occidental de Guatemala, enfermo de tuberculosis de cosechar café por trabajar mojado, estar mal alimentado y dormir a la intemperie, mientras un terrateniente cafetalero tenía tres latifundios de más de 1000 hectáreas cada uno y al lado de su casa un helipuerto para uso particular y los 2000 obreros en una sola finca, dormían en "galeras", sobre la pura tierra y encendían hogueras por la noche para ahuyentar el frío y posibles animales. Cuando un obrero enfermaba se negaba a llevarlo al hospital: "si muere que se muera, hay muchos más que desean trabajar aquí". Esta terrible frase se la oí yo mismo. ¡Qué diferencia tan grande con Jesucristo!
CONCLUSIÓN: Usemos menos el coche, andemos más que es más sano, endulcemos con miel de las maravillosas abejas (responsables del 30 % de los alimentos que comemos), infinitamente más sano que el azúcar, compremos el café en tiendas de comercio justo, desechemos los alimentos transgénicos de Monsanto, la Bayer y otras multinacionales, que negocian con nuestra salud. Hagamos objeción de conciencia a los gastos militares y a la carrera de las armas, que se fabrican en el Norte pero matan en en el Sur, es decir, asesinan a los más pobres.
Hoy estamos en una etapa de la historia en que es posible acabar con el hambre en el mundo con tal de acabar con la voracidad infinita de los depredadores del hombre y la tierra, que solo quieren dinero y más dinero a costa de los demás. Al final son tan pobres, tan pobres que solo tienen dinero, porque no tienen justicia, ni sentimientos, ni amor, ni fraternidad, ni solidaridad, ni misericordia, ni bondad, ni amistad, ni comprensión, ni humanidad... Ese no es el camino para ser feliz.