La localidad flamenca de Geraardsbergen espera recuperar hoy su querida estatua del 'niñoquemea', secuestrada el lunes para reivindicar que es más vieja que la de Bruselas
La escultura desapareció a media mañana del lunes. Horas después, el autodenominado Frente de Liberación del Manneken Pis reivindicaba la autoría del particular secuestro y explicaba sus motivos: reivindicar que su niño es el más antiguo del país. Data de 1499, es decir, es 160 años más viejo que el que acapara todas las miradas de los turistas cerca de la Grand Place de Bruselas.
Un programa de promoción turística de la televisión flamenca, Vlaanderen Vakantieland, afirmaba lo contrario, dando veracidad a una versión que varias investigaciones históricas han refutado (que fue Bruselas quien regaló a Geraardsbergen una réplica de su estatuilla). “No sentó bien que volvieran a sacar esa historia, pero las relaciones entre las hermandades de los manneken pis de Bruselas y de nuestro Geraardsbergen son buenas”, explica su alcalde por teléfono.
El Ayuntamiento puso los hechos en manos de la policía desde el primer momento, pero están convencidos de que no es más que una acción lúdica. De Chou acudirá hoy a su cita con desconocidos acompañado de un concejal y espera que los secuestradores les devuelvan la estatua, o al menos les informen de su paradero, sin más condiciones.
La historia es una más de esas anécdotas de tintes surrealistas que de verdad merecen la etiqueta de only in Belgium (sólo en Bélgica), la marca promocional que trata de anular la negativa percepción internacional del país, que hoy cumple 248 días sin gobierno. Pero si lo que el Frente de Liberación del Manneken Pis pretendía era más atención para su querida estatua, lo ha logrado. Es posible que a partir de ahora más turistas se acerquen por el pueblo para contemplar la estatuilla con otros ojos. Descubrirán también que esta localidad flamenca, conocida entre los aficionados al ciclismo por sus cuestas empedradas, tiene una rica tradición folklórica capaz de eclipsar la historia de su niño meón.
Cada año, cientos de personas recorren las calles y bosques del pueblo vestidos de druidas, diablillos y caballeros medievales para celebrar el paso del invierno a la primavera con una ceremonia que termina arrojando al público miles de galletas con forma de lazo. A pesar de la intensa batalla librada por los ecologistas, la fiesta incluye un ritual de raíces precristianas que ha recibido el sello de la Unesco: la ingesta de una copa de vino con pececillos vivos. El pueblo espera que este año su manneken pis no falte a la cita
@Menos de la fotografía: Beatriz Navarro (Bruselas Corresponsal)/La Vanguardia.es