Cuando vemos todos los días que hay grupos que se atreven a preguntar las razones, incluso a desobedecer a las directrices que marca Roma, El Vaticano, nos encontramos con tres o cuatro humildes monjes del Cister, que manteniendo su tradición histórica, obedecen sin rechistar lo más mínimo a la, nosotros pensamos, injusta decisión de echarles fuera del Monasterio de Valdediós. El Arzobispo Carlos Osoro ordena y los monjes obedecen sin protestar.
Los que si protestan, y con razón, somos los fieles y feligreses del Monasterio de Valdediós, donde la labor del Padre Gilbert junto a sus Hermanos cisterciences, una vez restaurado el monasterio y recuperado los valores tradicionales permitió todo tipo de actividades culturales de la comarca a través del Círculo Cultural Valdediós, abierto a todas las ideologías, sin censuras ni restricciones. Todo esto devolvió al monasterio la actividad de años ya olvidados, alentando el acercamiento de amigos, curiosos y necesitados de ese movimiento cultural que alrededor del monasterio tuvo el renacimiento que todos pudimos ver.
Ahora, un arzobispo, Carlos Osoro, aprovechando que se marcha de Asturias, nos quita del Monasterio, de nuestra vida, a esos humildes monjes cistercienses, sin explicación alguna, casi con alevosía. Aprovecha su marcha para dejarnos huérfanos de nuestra referencia cultural y religiosa, espiritual, en Valdediós, donde sí es verdad que vendrán nuevos monjes, de otra Orden, que en un principio están reacios a venir y que son de una Orden casi recien creada en comparación con la Orden del Cister, (se creó San Juan en 1.975. No hay comparación posible con la trayectoria cisterciense), pero de los que no estamos seguros dejen caer por no saber, al monasterio otra vez en la decadencia en la que estaba hasta que el Padre Gilbert y el resto de los monjes que lo acompañaron llegaron a Valdediós.
Arzobispo, usted no ha sabido nunca crear ese ambiente cultural que rodea Valdediós. Usted, ni de cerca se aproxima a la labor que han sabido crear los monjes cistercienses en Valdediós, y seguramente, sea por eso por lo que usted nos quita ahora al Padre Gisbert y al resto de los cistercienses, cambiándolos por los de otra Orden, y lo hace ahora que usted se marcha para no tener que darnos ninguna explicación, explicación que nos debe, aunque seamos pueblo, aunque seamos simplemente vulgo y no lleguemos desde su punto de mira más que a poder besarle el anillo, pero desde su altura debe oir nuestro clamor, nuestra petición de explicaciones, porque no se olvide que, usted es el Arzobispo, pero nosotros, el pueblo, el vulgo, somos los fieles, somos los Hijos de Dios; quizás usted piense que somos menos que su eminencia, pero somos los que arropamos al Padre Gilbert y al Cister en Valdediós, somos los que en nuestra creencia, asistimos a las misas que han dado durante todos estos años en el monasterio los encargados de ello, es decir, los cistercienses, y creemos que tenemos derecho a una explicación de su eminencia, de tan alto y eminente cargo eclesial como es usted, Arzobispo Osoro.
EL ARZOBISPO CARLOS OSORO
Sabemos y conocemos que desde su punto de vista, no entiende que personas tan por debajo de usted se atrevan a pedirle a usted, eminentísimo arzobispo, explicaciones, pero permítanos decirle que no hacerlo significa que no tiene usted ninguna razón de peso para quitarnos a los monjes cistercienses, salvo los celos por lo que ellos han conseguido y la fenomenal soberbia que su eminencia tiene, unidas las dos circunstancias, los celos y la soberbia, a la oportunidad de marcharse por la puerta de atrás y de tapadillo para no hablar y tener que enfrentarse a los deseos de estos fieles y amigos del Monasterio de Valdediós y sus monjes cistercienses. Eso también se puede llamar miedo a enfrentarse a sus pecados de soberbia y envidia frente a los humildes y obedientes monjes cistercienses.
Usted verá lo que hace, alguna vez tendrá que dar cuenta ante quien no hay más alturas, ante quien no le valdrá de nada su anillo ni su consideración de eminentísimo. Usted algún día tendrá que enfrentarse ante ÉL, y ante ÉL no le valdrá de nada refugiarse en el silencio, ni aprovecharse de la obediencia de unos humildes monjes. A ÉL tendrá que rendirle cuentas, y usted verá si le salen. Dios es justo, usted parece ser que no.
por Fratertempli Asturias.