Los falsos marqueses, duques y demás morralla que intoxica la red desde sus contaminadas páginas que pretenden engañar a quien caiga en sus redes con la pretensión de hacerse pasar por Templarios nunca conocerán ni la dignidad de un trabajo honrado ni la dignidad del personal que se dedica a seguridad, entre otras cosas porque no son más que pequeños estafadores que buscan la manera de estafar a quien cae en sus manos unos cientos de euros. A eso dedican su vida mientras +Hermanos verdaderos se dedican a levantarse cada día en un intento de mantener a este pais un poco más seguro.
Hoy he leido un escrito que me han hecho llegar de un Vigilante de Seguridad de Andalucía, y lo subo al blog como homenaje a todos los Vigilantes de Seguridad, escoltas, policías, guardias civiles y demás personal de seguridad que dignamente gastan sus días en el servicio a los demás, lejos del deshonesto comportamiento de quienes los critican bajo esos kilos de medallas y epidemias de titulitis que embargan a los estafadores antes comentados.
Ahora lean el escrito del vigilante andaluz y cuando vean a uno de ellos, a un vigilante en su puesto, piensen en lo que ahora van a leer y reflexionen sobre la labor que desempeñan y la seguridad que ustedes disfrutan por su dedicación y trabajo.
NO SOMOS PERFECTOS, LO SIENTO.
Todos los humanos cometemos errores, y yo he pagado por cada uno de ellos.
En veinte años he visto más de lo que usted nunca verá, más de lo que nadie debería ver nunca.
He intervenido armas de fuego, drogas, cuchillos y navajas, defensas, bates y un sin fin de artilugios semejantes que podían haber resultado mortales para alguno de sus seres queridos o incluso para usted mismo, pero nunca lo sabrá porque estuve allí para evitarlo.
He visto borrachos, drogadictos, gamberros, carteristas e hijos de puta de todas las edades que hubieran sido peligrosos para cualquiera, si yo no hubiera estado ahí para impedírselo.
En muchas ocasiones he puesto mi vida en riesgo en intervenciones en las que la gente te presiona e increpa, y nunca se para a ofrecerte ayuda.
He recogido cuerpos destrozados en las vías pero también he ayudado a personas a no suicidarse.
He estado en más peleas de las que puedo contar y en alguna catástrofe que nunca hubiera deseado.
Las llamas de un incendio han quemado mi piel y la sangre de una víctima o incluso de un compañero, han manchado mi uniforme demasiadas veces.
He visto casi cada tipo de muerte que pueda existir y más de las que puedan imaginar.
Debido a mis servicios, casi he muerto en varias ocasiones y he perdido amigos y colegas.
He aguantado la agonía verbal e incluso las amenazas de la gente fustrada y marginal que no puede aguantar su horror y lo proyecta contra la primera persona que intenta garantizar el orden publico.
He visto el maltrato y la violencia entre personas que un día se prometieron amor, entre padres e hijos, entre hermanos y entre amigos.
He visto los resultados de la droga y de la violencia en los mismos ojos de la muerte.
He visto los actos más crueles y mezquinos del ser humano.
He visto la enfermedad y la vejez, he ayudado a levantarse al caído y he socorrido al enfermo.
He sufrido como la administración pública y la clase política permiten un intrusismo feroz de mi profesión y como la prensa lincha a diario un colectivo del que viven más de 100.000 familias en España.
He escuchado a viajeros y comerciantes que con derecho se quejan sobre su indefensión ante los delincuentes.
He escuchado los problemas de los viajeros sufridos durante años, que esperan que yo lo solucione en 5 minutos.
He perdido a mi compañero canino. Un pastor alemán que dejó su último aliento defendiendo mi integridad física porque me la querían arrebatar ocho jóvenes graffiteros, en su deseo de destrozar lo que es de todos, detrás de un hipócrita sentido de la inquietud artística que les esconde la desdicha del desorden familiar.
Si fallo en mi trabajo, o aún sin fallar, puedo ser fácilmente denunciado ante una justicia que no me ampara, poniendo en riesgo mi trabajo, mi familia y mi propia vida. Puedo incluso perder mi libertad, por una mala situación que puede requerir una decisión en pocos segundos, que a un Juez le llevara años tomar.
He acudido a llamadas de “disparos, robos, violaciones, peleas de bandas” y cualquier posible crimen que puedas nombrar o imaginar.
He visto los ojos de un padre cuando la droga se ha llevado a su hijo.
He vivido situaciones con las que nunca soñaría y nunca verá en series ni películas de televisión.
Como un compañero una vez me dijo: “Los vigilantes viven los veinte peores minutos de las vidas de otros”. Sí.
Puede que le haya pedido la documentación alguna vez mientras le indicaba que sacara las manos de los bolsillos. O haberle sacado de un tren en plena noche mientras le indicaba que mantuviera las manos a la vista. Incluso haberle pedido que extendiera los brazos y haberle cacheado, todo ello sin motivo aparente para usted. Pero usted no ha sido apuñalado en un descuido por no cachear a un ciudadano aparentemente normal, ni ha visto como un compañero caía al suelo de un navajazo por no tomar medidas de seguridad, tampoco ha ido a visitar a un vigilante al hospital por haber sido linchado por un grupo de punkis antisistema.
He sido insultado y menospreciado por ciudadanos simplemente por no aparecer en menos de 30 segundos cuando me han necesitado, a pesar de no haber podido acudir antes por estar socorriendo a una chica a la acababan de intentar violar en un pasillo.
He escuchado de amigos y familiares como “los vigilantes no hacen nada” como “nos quedamos con la mercancía requisada de la venta ambulante” como “maltratamos y torturamos a los detenidos” o como “llegamos tarde a propósito”…
He visto a mi esposa escatimar intentando sacar adelante a los niños con el sueldo de un vigilante de seguridad.
He visto a mis chicos aguantarse cuando se dieron cuenta de que no podía ir a sus actos escolares porque “Papá no tiene un horario normal”.
He visto también a mis chicos llevar una carga que no deberían haber llevado, cuando uno de sus compañeros o amigos ha dicho que “Todos los seguratas son unos hijos de puta y deberían estar muertos”.
He trabajado noches, fines de semana y vacaciones, noche vieja, navidad, mientras usted estaba cómodo y seguro en su casa con su familia.
Mi familia completa caminó sin mí demasiado tiempo… demasiado tiempo…
He visto las caras de niños que estaban perdidos y que mis colegas y yo tuvimos el privilegio de devolverles a los brazos de su desesperada madre.
He recuperado documentaciones importantes, objetos valiosos sentimentalmente, y así he ayudado a los viajeros a continuar un importante viaje que había sufrido un contratiempo inesperado.
He visto hemorragias que he sido capaz de parar, corazones a los que he sido capaz de dar una segunda oportunidad para volver a empezar y a las víctimas del crimen que mis compañeros y yo hemos sido capaces de proteger.
Tengo grabadas en mi mente las caras de las personas cuyas vidas mis compañeros y yo salvamos.
Sí, tengo historias de éxito… y de fallos.
Tengo noches en las que no puedo dormir, simplemente porque veo las caras de los que no pude ayudar, porque no llegue a tiempo o simplemente porque pienso en un “y sí…” para cada caso en que fracasé.
Y si usted nunca ve una milésima parte de esto, es porque la seguridad privada ha hecho su trabajo…
Si cometo el más mínimo fallo lo pagaré dos veces y aún así me pondré mi uniforme, mis defensa, mis grilletes y mi placa y saldré de nuevo a intentar dar lo mejor de mi preparación profesional.
SALUDOS DE UN AGENTE DE SEGURIDAD PRIVADA.