Estimados +Hermanos/as, miren la cara de este niño y piensen que son miles los que como él solo esperan dos cosas, o que reaccionemos a tiempo y puedan recibir ayuda médica y comida o la muerte.
Algo tenemos que hacer, no podemos continuar de brazos cruzados mientras en Somalia las personas están condenadas a muerte por la falta de alimentos. Estamos entrando en contacto con alguna de las ONGS que trabajan en la zona, y en breve les facilitaremos los teléfonos y cuentas de las que consideremos más cercanas a la hambruna para que puedan colaborar y que quizás consigamos que algún niño sobreviva a esta cruel masacre por el hambre. Pero de una cosa si estén seguros, algo haremos para colaborar en la medida de nuestras posibilidades. Sabemos que en España estamos pasando por una crisis bestial, en el que muchas familias hacen verdaderos sacrificios para llegar a fin de mes. Aún no hemos llegado al nivel de estas personas africanas, y entendiendo lo mal que familias españolas lo pasan para salir adelante, miren los ojos de este crío somalí, o la del otro nene doblado en el suelo, agotado, consumido, esperando el momento de morir, y luego reflexionen sobre si la decisión que hemos tomado de ayudar está más que justificada o no.
Reciban un FTAT, Fr. +Anselmo de Crespi, Gran Prior para España de la Orden del Temple, SMOTH-MIT.
Entre las tiendas de campaña del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y los residuos hay un cementerio. Allí, en el centro de la localidad etíope de Kobe, los empleados de la ONU descubrieron hace pocos días por casualidad 36 tumbas en el medio del campo de refugiados.
Algunos somalíes enterraron a sus familiares, que no sobrevivieron al hambre, la sequía y el complicado viaje hasta Etiopía. Lo terrible: La mayoría de los montones de tierra marcados con ramas y piedras son pequeños. Una señal inconfundible del horror que está viviendo Somalia actualmente. Porque las víctimas del hambre son sobre todo niños.
El coordinador de la ONU para ayuda humanitaria en Somalia, Mark Bowden, declaró este miércoles oficialmente la emergencia por hambre en partes del país afectado por la sequía. La situación es "desoladora y desesperada". Bowden llamó a hacer donaciones urgentes para los afectados. "Las personas en Somalia merecen toda nuestra atención", destacó.
Dehebe caminó cinco días con su marido Ibrahim y sus nueve hijos hasta alcanzar el campo de refugiados de Dolo Ado en Etiopía. Su madre y su hermana quedaron sepultadas en Somalia. No sobrevivieron al hambre.
"Perdimos nuestra granja y a todos nuestros animales y sólo nos quedan nuestros hijos", relata. "Ahora lucharemos porque ellos sobrevivan". Pero todos sus hijos están enfermos. Están desnutridos o padecen malaria. Dos de los varones están tan delgados y tan débiles que se quedan recostados inmóviles y cubiertos con harapos en la choza.
Y Dehebe tuvo suerte de haber recibido pronto un lugar en el campo de Kobe, abierto hace tan sólo pocas semanas. Desde el sábado pasado, el campo alcanzó su máxima capacidad. Unas 250.000 personas buscaron refugio allí en muy poco tiempo. "Pero otro campo, Haloweyn, está en marcha", aseguró a dpa el coordinador del ACNUR Jo Hegenauer en su visita a la región. Ofrecerá lugar para otros 35.000 somalíes.
Cómo llegar hasta el infierno
Aproximadamente el 99% de todos los refugiados no pueden permitirse ni siquiera un viaje en uno de los camiones repletos y cruzan la frontera a pie, explica Hegenauer. Los que sobreviven al viaje son registrados en el llamado "Reception Centre" y reciben una comida caliente. Además, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) reparte alimentos enriquecidos con vitaminas y minerales.
Desde allí se viaja en minibuses al "Transit Centre", que tiene un lugar para un máximo de 16.000 refugiados. En general, las personas permanecen una semana allí, hasta que les otorgan un lugar en uno de los campos y reciben también allí una comida por día.
Junto al ACNUR y el PMA, hay muchas otras organizaciones presentes en Dolo Ado, entre ellas Save the Children, varias ONGs etíopes y Médicos sin Fronteras.
En los centros mismos, a cada familia se le reparten víveres para un mes, así como mantas y utensilios de cocina. Aquel que no recibe un lugar en una carpa del ACNUR, se construye una choza de ramas y harapos. En los tres campos de Etiopía viven actualmente unas 120.000 personas.
Además, se analiza el estado de salud de los niños. Médicos sin Fronteras trata sólo en Kobe a 2.200 pequeños pacientes, que padecen desnutrición, diarrea u otras enfermedades. Reciben sobre todo el alimento especial "Plumpy's nut", una pasta de maní con muchas vitaminas, que devuelve la energía a los niños que pasaron hambre.
"A veces este trabajo es muy difícil. Sólo la semana pasada murieron dos niños", dice el enfermero de MSF Vassilis Takos. "Pero lógicamente la peor situación es la de ellos, porque yo en unos meses puedo volver a casa".
Dolor a largo plazo
Por el momento, el futuro de los refugiados es completamente incierto. "En algún momento la comunidad internacional decidirá sobre su destino, pero tradicionalmente los somalíes permanecen mucho tiempo en los campos de refugiados", comenta Hegenauer.
Mariam Gemale, de 19 años, no tiene previsto regresar alguna vez a su país natal. Acaba de registrarse como refugiada después de cinco días de marcha y está agachada, completamente sola. "Simplemente me puse a seguir a un grupo de gente porque necesitaba algo de comer", dice triste. "Si acá me dan algo de comer, me quedo hasta que me muera".
@DPA, (Dolo Ado, Etiopía)