Cristianos en Pakistán
En Pakistán, es suficiente el testimonio de una presunta profanación del Corán o de una presunta blasfemia contra Mahoma para provocar la enésima violencia de los musulmanes contra la comunidad cristiana. Quien osa levantar la voz y denunciar la injusticia, termina siendo objetivo de los extremistas. Lo confirman las noticias originadas en la agencia Fides y difundidas por la agencia internacional Zenit.
Como cuenta la agencia Fides (18 de abril), en la ciudad de Gujranwala, al norte de la capital de la provincia del Punjab, Lahore, una multitud de musulmanes exaltados realizó, el domingo 17 de abril, un ataque contra la Iglesia Pentecostal Unida impidiendo a la “comunidad aterrorizada” celebrar el Domingo de Ramos.
Mientras que muchos fieles fueron golpeados y maltratados en el ataque, que concluyó, paradójicamente, con el arresto de 12 cristianos, el objetivo, según Fides, era el pastor de la iglesia, Eric Issac, culpable de haber pedido la liberación de dos cristianos arrestados el viernes 15 de abril en el pueblo cristiano de Aziz Colony, en los alrededores de Gujranwala. Se trata de Mushtaq Gill, miembro de la iglesia presbiteriana, y de su hijo Farrukh Gill, diplomado y dependiente del Banco Central de Pakistan.
Mientras que el sábado 16 de abril sucedieron otros incidentes vinculados al asunto, según la reconstrucción de los hechos publicada el lunes 18 de abril por el Compass Direct News, el caso de los Gill explotó el viernes después de la oración, cuando un grupo de musulmanes se reunió ante la casa de la familia, acusando a Farrukh Gill de haber profanado el Corán y blasfemado contra Mahoma.
La prueba de la presunta profanación eran algunas páginas quemadas de un ejemplar del libro sagrado del Islam y una nota, en la que el mismo Farrukh habría confesado haber profanado el libro. La carta habría sido encontrada -casualmente- por un joven musulmán frente a la casa de la familia cristiana.
La manifestación ante la casa de la familia Gill estuvo a punto de degenerar. La intervención de la policía, que arrestó y puso en custodia “para protegerlos” a los dos cristianos, evitó lo peor.
Como cuenta el Express Tribune (17 de abril), algunos manifestantes intentaron quemar la casa. Según el periódico pakistaní, que también habla de la huida de varios centenares de familias cristianas del pueblo de Aziz Colony, las acusaciones realizadas contra Mushtaq y Farrukh Gill, no son nuevas. La historia de las hojas quemadas del Corán, afirma el periódico, ya fue usada hace dos o tres meses.
Todo esto hace pensar que se trata de una puesta en escena. El mismo inspector de policía que está investigando el asunto, Muhammad Nadeem Maalik, admitió que las acusaciones eran infundadas. “Las investigaciones preliminares demuestran que el señor Gill y su hijo Farrukh son inocentes”, dijo a Compass. “Parece un asunto bien orquestado, porque los responsables eligieron la hora de la oración para llevar a cabo su plan”, continuó Maalik, que explicó que podría tratarse de “envidias y viejas enemistades”.
De esto también está convencido el pastor local, Philip Dutt, que conoce a la familia desde hace varios años y vive en el mismo barrio. “Las acusaciones son completamente infundadas”, destacó a su vez el pastor. “Alguien ha conspirado claramente contra la familia Gill”, afirmó Dutt según Compass.
Aunque se sabe que los dos son inocentes, la policía elevó un informe en el que denuncia la violación de la infame ley sobre la blasfemia que prevé la pena capital para los culpables de ultraje al Profeta.
Los dos miembros de la familia Gill fueron liberados más tarde por la policía, para ser arrestados de nuevo tras las protestas enérgicas de la comunidad musulmana.
Mientras tanto, se creó una comisión de 8 personas (6 musulmanes y 2 cristianos) para resolver la cuestión. Todo este asunto demuestra que la ley pakistaní de blasfemia en manos de los extremistas, constituye un arma muy peligrosa contra las minorías religiosas.
Por fortuna esta infame estrategia no siempre funciona. La policía liberó este fin de semana a otro cristiano, Arif Masih, arrestado el 5 de abril en el pueblo de Chak Jhumra, en la diócesis de Faisalabad, y trasladado a un lugar secreto por motivos de seguridad.
Acusado falsamente de haber arrancado páginas del Corán, fue la Fundación Masihi la que consiguió su liberación; esta fundación también asiste a Asia Bibi, la primera mujer pakistaní condenada el pasado noviembre a la pena de muerte por una presunta blasfemia.
Como informaron las fuentes, la Fundación Masihi consiguió reunir 50 testimonios bajo juramento de personas -la mayoría fieles musulmanes-, que confirmaron la inocencia de Arif.
Detrás de la denuncia de blasfemia se sospecha -con la complicidad de la policía local- la venganza personal por parte de un musulmán, cuya familia había perdido recientemente la batalla legal por una cuestión de propiedad de un territorio contra la familia.
Según reveló el Pakistan Christian Post, la organización de Defensa de los Derechos Humanos de Pakistan está denunciando esta situación “crítica” de los cristianos en el país. Los casos de blasfemia -destacó el grupo pro derechos humanos- no culpan sólo a las personas imputadas, también a sus familias, a sus pueblos, incluso a toda la comunidad cristiana. “Las leyes sobre blasfemia -dice la entidad- son totalmente discriminatorias”.
@AICA