No seré yo quien lamente la muerte de Bin Laden; ni mucho menos. Uno vivió de cerca los atentados de los trenes en Madrid, los muertos mutilados, los mutilados con vida, los heridos, las colas para donar sangre, la solidaridad de los madrileños a la hora de trasladar a los heridos, a los familiares, tanto de los muertos a los depósitos provisionales en el Parque Juan Carlos I como de los heridos a los distintos hospitales.
Lo dicho, no seré yo quien lamente la muerte de ese asesino criminal, pero si me hubiera gustado que hubiera sido juzgado, que hubiera sido un tribunal el que lo hubiera condenado, a muerte, pero un tribunal, no la bala de un arma militar, porque además, en este día del dos de mayo, cuando en Madrid celebramos el levantamiento del pueblo madrileño contra el invasor francés de 1.808, cuando el pueblo, pueblo, con navajas, garrotes, palos, hierros, tijeras, etc. en la mano se levantó contra el entonces ejército más fuerte del mundo mientras los políticos y militares, a excepción de Daoiz y Velarde que desobedeciendo órdenes se unieron al levantamiento popular contra el gabacho invasor, uno se pregunta, precisamente en este día, quien le otorga el derecho a EEUU a intervenir en un pais que no es el suyo y sin comunicar nada al gobierno de ese pais, (PAquistán), utilizar a su ejército contra alguien, que por muy terrorista y criminal que sea, está en un pais soberano e independiente del gobierno de EEUU, o al menos así debería ser.
Pero no es solamente esa intervención militar yanqui en un pais extranjero sin permiso de nadie lo que me causa estupor; los miles de estadounidenses en la calle gritando y riendo por la muerte de unas personas, que por muy criminal que fueran el tristemente famoso Bin Laden y sus acompañantes en la muerte, como que no me veo yo brindando por la muerte de nadie, y al ver las imágenes en la televisión de lo que ocurría en EEUU, me vino a la cabeza las risas y los festejos de los talibanes cuando sus atentados, con sus disparos al aire y quema de banderas incluidas y oigan, no veo diferencia alguna. Es la misma barbarie, la misma crueldad.
Claro que para barbarie la de ETA en este pais, pero parece que se busca que no dehjen nunca las armas, de otra manera no entiendo la ilegalización de las listas del nuevo partido arbetzale, Bildu o como se llame el nuevo invento, y no lo entiendo porque hay una contradicción: si, como según los jueces de la sala del Supremo que han anulado las listas electorales de Bildu por ser una estrategia de ETA, es de suponer entonces que los integrantes de esas listas son colaboradores con el terrorismo etarra, de manera que según la legislación española, todo colaborador de banda armada, de banda terrorista, comete delito, y como tal deberían detener y juzgar a todos los ciudadanos que van en esas listas y cuyos nombres tiene el gobierno.
No comparto para nada las aspiraciones nacionalistas de nadie, ni vascos, ni catalanes, ni de nadie, incluido las españolistas, no me gustan los nacionalismos, me huelen a radical, a separación, a discriminación, pero nunca dejaría de defender que todo el mundo puediera decir lo que quiera, cuandoquiera y donde quiera, de una manera libre, y si encima es alguien que deja la lucha armada para acogerse a la lucha dialéctica, mejor que mejor para no prohibir ese cambio y facilitar que el pueblo hable, aunque sea en contra de nuestras ideas. No compartir no significa que haya que prohibir. No comparto las ideas de Bildu, pero si quiero que hablen, que participen en el proceso democrático y que de una vez por todas dejen las armas los que aún defienden esa criminal postura. Claro que con sentencias como la del Supremo, "molt malament", que diría un +Hermano nuestro catalán, animamos a que defiendan sus ideas de una manera democrática, dejando que sea el pueblo quien opine.
Se que ahora, entre lo de Bin Laden y lo de Bildu, uffff, habrá salvapatrias y "mata sietes" que me dirán de todo. Les pido disculpas anticipadas si les sienta mal lo que escribo, pero quizás sea que un día como hoy, mis paisanos de hace 203 años, en contra de sus gobernantes, de sus empresarios, de los militares, de todas las administraciones, sencillamente como pueblo salió a la calle contra el francés, siendo machacado con crueldad, pero encendiendo una chispa que con el tiempo prendió en España obligando al invasor extranjero a abandonar el pais con las orejas gachas. Que buen pueblo y que malos dirigentes, casi como ahora.