La muestra sobre el Camino de Santiago invita al visitante a viajar al pasado
Dice la tradición que el origen de El Camino de Santiago es difícil de precisar, unas veces por el carácter legendario de los relatos, otras por la incertidumbre de los cronistas de la época. A pesar de ello, la historia del descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago en el siglo IX fue rápidamente divulgada y aceptada por la sociedad de la Alta Edad Media. Ahora, coincidiendo con el año Xacobeo, esa historia llega a Bilbao abriendo un túnel del tiempo que traslada, directamente a la peregrinación a Santiago en la Edad Media, a todo aquel que pase por la exposición Europa fue camino inaugurada el pasado jueves por la Fundación Obra Social la Caixa en la plaza del Teatro Arriaga.
Cuenta también la leyenda que el ermitaño Pelayo, que residía en el bosque, fue testigo de una revelación divina que le mostró el lugar exacto donde se localizaba la tumba del apóstol Santiago mediante una música celestial y la luz de las estrellas. Una vez que los ojos se acostumbran a la tenue luz de la estancia, son los oídos los que comienzan a percibir los cantos. La música sacra se mezcla con el arpa y los cantos de los juglares. Dentro de la exposición se visualiza, en primer término, un scriptorium como los que había en los monasterios y que empleaban los escribanos.
En un momento, el recorrido da un giro inesperado, los olores, los colores, los materiales recrean los lugares y ambientes que encontraba el peregrino medieval a lo largo del camino. Es cuando el visitante se encuentra con los símbolos del peregrinar: el bordón, el moral, la vieira y, por supuesto, la cruz de Roncesvalles. La gran cruz abre paso a la primera parada, la reconstrucción de un mercado medieval, donde se pueden ver los alimentos, productos manufacturados, herramientas o incluso los instrumentos y la música que circulaban a través de la ruta.
celda y botica La cuidada ambientación en las escenificaciones no acaba aquí. Otra de las estancias, calificada por una de las espectadoras como "el rincón de los olores", es digna de ver. En el interior de un hospital de peregrinos, el visitante topa primero con una celda de descanso para el caminante y, luego, la botica donde se elaboraban los remedios del Camino de Santiago con plantas medicinales. "Se mezclan los aromas del romero, el tomillo, la siempreviva y el resto de plantas curativas. Todo está al detalle, los olores, los sonidos, la sala de la botica está muy bien ambientada", comentaba la bilbaina Lucía, una de las visitantes a la exposición.
El viaje para los peregrinos del tiempo finaliza en la Catedral románica de Santiago que merece un capitulo aparte. El último espacio de la muestra está presidido por una reproducción del altar que primitivamente se hallaba colocado sobre el sepulcro del santo. Se completa con una guía audiovisual que reconstruye el aspecto que debía tener el templo en la Edad Media. Y lo que no pueden perderse los espectadores, la ilusión óptica, lograda con un juego de luces y espejos, de encontrarse entre las enormes columnas del interior de una catedral románica.
@shaila pérez/Deia.com
Dice la tradición que el origen de El Camino de Santiago es difícil de precisar, unas veces por el carácter legendario de los relatos, otras por la incertidumbre de los cronistas de la época. A pesar de ello, la historia del descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago en el siglo IX fue rápidamente divulgada y aceptada por la sociedad de la Alta Edad Media. Ahora, coincidiendo con el año Xacobeo, esa historia llega a Bilbao abriendo un túnel del tiempo que traslada, directamente a la peregrinación a Santiago en la Edad Media, a todo aquel que pase por la exposición Europa fue camino inaugurada el pasado jueves por la Fundación Obra Social la Caixa en la plaza del Teatro Arriaga.
Cuenta también la leyenda que el ermitaño Pelayo, que residía en el bosque, fue testigo de una revelación divina que le mostró el lugar exacto donde se localizaba la tumba del apóstol Santiago mediante una música celestial y la luz de las estrellas. Una vez que los ojos se acostumbran a la tenue luz de la estancia, son los oídos los que comienzan a percibir los cantos. La música sacra se mezcla con el arpa y los cantos de los juglares. Dentro de la exposición se visualiza, en primer término, un scriptorium como los que había en los monasterios y que empleaban los escribanos.
En un momento, el recorrido da un giro inesperado, los olores, los colores, los materiales recrean los lugares y ambientes que encontraba el peregrino medieval a lo largo del camino. Es cuando el visitante se encuentra con los símbolos del peregrinar: el bordón, el moral, la vieira y, por supuesto, la cruz de Roncesvalles. La gran cruz abre paso a la primera parada, la reconstrucción de un mercado medieval, donde se pueden ver los alimentos, productos manufacturados, herramientas o incluso los instrumentos y la música que circulaban a través de la ruta.
celda y botica La cuidada ambientación en las escenificaciones no acaba aquí. Otra de las estancias, calificada por una de las espectadoras como "el rincón de los olores", es digna de ver. En el interior de un hospital de peregrinos, el visitante topa primero con una celda de descanso para el caminante y, luego, la botica donde se elaboraban los remedios del Camino de Santiago con plantas medicinales. "Se mezclan los aromas del romero, el tomillo, la siempreviva y el resto de plantas curativas. Todo está al detalle, los olores, los sonidos, la sala de la botica está muy bien ambientada", comentaba la bilbaina Lucía, una de las visitantes a la exposición.
El viaje para los peregrinos del tiempo finaliza en la Catedral románica de Santiago que merece un capitulo aparte. El último espacio de la muestra está presidido por una reproducción del altar que primitivamente se hallaba colocado sobre el sepulcro del santo. Se completa con una guía audiovisual que reconstruye el aspecto que debía tener el templo en la Edad Media. Y lo que no pueden perderse los espectadores, la ilusión óptica, lograda con un juego de luces y espejos, de encontrarse entre las enormes columnas del interior de una catedral románica.
@shaila pérez/Deia.com