La historia cisterciense del monasterio de Valdediós durante la que ha sido su segunda fundación (1992-2009) ha finalizado. El ex prior Jorge Gibert Tarruell no llevará el caso ante las altas instancias canónicas del Vaticano, de modo que el decreto de supresión del 26 de enero es ya completamente firme.
Cabe ahora hacerse la pregunta final: ¿por qué se ha suprimido el priorato Cisterciense de Valdediós? Por más vueltas que le hemos dado, cuesta trabajo encontrar la respuesta. Y nos referimos a respuestas sólidas, concluyentes, no a las basadas en las peripecias y miserias de los hombres.
Valgan algunos apuntes. El futuro de Valdediós era desde hace tres o cuatro años una preocupación compartida por el arzobispo Osoro y por el prior Gibert. Sin embargo, ambos dejan de ir de la mano cuando la mitra pisa el acelerador hacia la sustitución del Císter por la Comunidad de San Juan. ¿Por qué la prisa? No hay respuesta. Cierto es que la Orden Cisterciense se desentendió por completo de Valdediós, y cierto que la comunidad era muy pequeña.
Pero respecto a esto último, valga la analogía: un poco de Císter era mucho. La comunidad cumplía fielmente la Regla de San Benito, la liturgia se celebraba regular y hondamente, y la hospitalidad y la hospedería estaban a disposición del peregrino.
Y en lo que concierne al desdén cisterciense hacia Valdediós quedaba una última intentona: esperar a que el capítulo general de los Trapenses -tras petición de la comunidad de Gibert- estudiara incorporar a su Orden el monasterio asturiano, mediante un proceso de tránsito canónico que se ha utilizado en otros cenobios rescatados por la Trapa.
No era sencilla la operación, pero un empujón de la Santa Sede hubiera sido influyente. Sin embargo, la información que Roma recibía del Arzobispado sería determinante: sólo se contemplaba la supresión y la sustitución. ¿Existían los aludidos motivos sólidos para ello?
¿Fueron motivos concluyentes las exclaustraciones de 1999, y tanto que la sombra de aquella desgracia todavía se prolongaba? ¿Era causa concluyente que el temperamento de uno u otro monje fuera de ésta o de la otra manera? Seamos serios: en la vida religiosa también existe la ley de la entropía. Puede haber dificultades, deterioros, pero si se cumple una regla de vida y la Iglesia -y sus delegados- actúa como Madre y Maestra, las comunidades resisten.
Sumemos otra consideración. Cerrar un cenobio puede ser asunto de meses, pero, ¿nos damos cuenta de lo que cuesta instaurar y consolidar un monasterio, y de lo que se tarda en formar y afianzar a un monje? Tiempo y más tiempo, pero sobre Valdediós sobrevino la prisa.
¿Por qué se ha suprimido el priorato conventual Cisterciense de Valdediós, único recinto monástico masculino en Asturias? Nos entristece no encontrar respuesta.
@Javier Morán
@La Nueva España
Enviado por Fratertempli Asturias