Estamos en el año 1.654. En el número 69 de la calle Mayor de Madrid, en el Palacio de Cañete se encuentran reunidos el marqués que da nombre al Palacio del que es propietario y el clérigo Antonio Amada, que sin poder evitarlo ve como una espada mataba instantáneamente al marqués, sin poder ver quien la empuñaba.
Detenidos todos los criados de la casa y el clérigo, sobre el que recaían todas las sospechas al no poder decir quien empuñó la espada que causó la muerte del Marques de Cañete, fueron llevados hasta la cárcel de la Villa y aunque la Iglesia se volcó en defensa de su clérigo, éste fue declarado culpable y sentenciado a morir en la horca.
Cuando la cuerda ya rodeaba el cuello del clérigo, antes de que la trampilla se abriera dejando caer su cuerpo, el entonces Obispo de Madrid con un numeroso grupo de frailes rescató al atribulado clérigo trasladándolo al Palacio Episcopal, donde de nuevo fue detenido y llevado preso a la cárcel de la Corte donde muere finalmente ejecutado en la horca.
Una vez muerto su mano derecha fue cercenada de su cuerpo y colgada de la puerta principal del Palacio de Cañete, según la costumbre del momento para escarmiento de todo el que la viera.
Entonces empiezan las apariciones. Por un lado el clérigo Antonio Amada se aparece a sus familiares y amigos comunicando que gracias a la Justicia Divina tan solo había pasado tres horas en el Purgatorio, y por otro, el espíritu del Marqués de Cañete empieza a vagar por los pasillos y dependencias del Palacio, donde los muebles se mueven solos, las velas se apagan y encienden, se escuchan gritos de ultratumba, gritos angustiosos y terribles pidiendo la detención del verdadero asesino.
La esposa del Marqués huye desesperada y presa del pánico, al igual que los criados y demás inquilinos que en los siguientes años intentaron vivir en ese Palacio en el que el espíritu del difunto Marqués no paraba de pedir justicia, aterrorizando a cuantos por allí pasaban.
Al paso de los años, un criado del marqués, cuando se encontraba ya en su lecho de muerte confesó ser el autor del asesinato en defensa de su honor, ya que el marqués intentaba seducir a su mujer. acto seguido se desclava lo que quedaba de la mano del clérigo y por fin pudo el espíritu del marqués descansar en paz.....
O no, porque aun hay quien dice que en las oscuras madrugadas madrileñas del Palacio apagado, ruidos de muebles y cadenas arrastrándose y susurros de palabras incomprensibles continuan escuchándose por los pasillos y dependencias del Palacio de Cañete. ¿el marqués no se marchó nunca? ¿continuan otros espíritus recorriendo el maldito palacio? los madrileños de pura cepa, cuando pasan por la noche andando por la calle Mayor a la altura del número 69 se cambian de acera, y aun así, muchos no pueden dejar de santiguarse mirando al suelo, nunca fijando su mirada en el lúgubre palacio desde donde el espíritu del marqués pudiera estar mirándolos a través de los cristales de sus balconadas.
Dios nos guarde.
@Fratertempli Madrid