Uno de los beneficios que reportó el Camino de Santiago a la posteridad fue el desarrollo de distintas manifestaciones artísticas a lo largo de los cientos de kilómetros que lo conforman. La afluencia de peregrinos desde distintos rincones de Europa, supuso la llegada a la Península Ibérica de nuevos conceptos artísticos que quedaron plasmados en innumerables esculturas, pinturas, catedrales, basílicas, iglesias, monasterios y demás lugares de culto que jalonan el trayecto. En el próximo Xacobeo 2010 tiene la oportunidad de contemplar estas maravillas...
El auge y desarrollo del Camino de Santiago, tras difundirse la noticia del descubrimiento del Apóstol a comienzos del siglo IX, supuso una ruptura saludable frente al inmovilismo de aquella sociedad demasiado estratificada de la Alta Edad Media.
Cientos de peregrinos, ansiosos de descubrir nuevos horizontes y hartos del sometimiento a los señores feudales, se echaron a los senderos que llevaban hasta Santiago de Compostela y, durante el interminable recorrido lleno de penalidades y peligros, por aquellos parajes ibéricos se toparon con unos nativos agobiados tanto por el problema de la subsistencia diaria como por las campañas de Reconquista contra el infiel del califato Omeya, impulsadas por los reyes cristianos.
La religión actuó en aquellos tiempos remotos en el Viejo Continente como elemento de unidad y solidaridad entre los adeptos al cristianismo, lo cual permitió abrir varios frentes de renovación social: las cruzadas para recuperar los Santos Lugares, las peregrinaciones a Roma y el Camino de Santiago.
Los peregrinos procuraban lograr el sustento para soportar los recorridos en cenobios y recintos monacales que eran prácticamente los únicos lugares donde casi siempre había reservas de alimentos.
Los religiosos que habitaban estos lugares de paz y sosiego, lo cual les permitía cultivar el intelecto y convertirse en depositarios del saber de su época, eran en general muy receptivos a las nuevas corrientes de pensamiento y de arte.
Una vez que lograban comunicarse con los caminantes que llegaban allende los Pirineos, el intercambio de pareceres llevaba a esos depositarios del saber a impulsar nuevos proyectos arquitectónicos y artísticos, casi siempre orientados a mayor gloria de Dios.
La primera consecuencia positiva de este intercambio fue la llegada del arte románico a distintos lugares del Camino.
Antes de cruzar los Pirineos, los peregrinos habían pasado por el puente de Saint Benezet en Aviñón, o en su mente traían imágenes de la Abadía del Mont Saint Michel, del monasterio de Cluny, del templo de Saint Gilles du Gard, de la iglesia de San Zenón de Verona, de la catedral de Durham, de la Abadía de Santa Maria Leach, y de tantos otros lejanos monumentos del románico primitivo, un movimiento artístico que se extendería como mancha de aceite por otros puntos del territorio que no estaban precisamente en las rutas jacobeas.
El Camino de Santiago supuso también la apertura del comercio y el inicio de la industrialización de la zona por donde discurrían los caminantes.
Este tráfico de mercancías permitió el flujo de riqueza necesario para emprender espléndidas obras civiles que se levantaron en distintos puntos del recorrido, como puentes, hospitales y albergues, elementos señeros de protección de los fatigados caminantes.
A lo largo de la Alta y Baja Edad Media miles de peregrinos, provistos de sus cayados y de sus calabazas, acudieron hasta la capital gallega procedentes de toda Europa tras atravesar los Pirineos por Roncesvalles.
Pero hasta que sus ojos pudieron contemplar la majestuosa catedral de Santiago y la imagen del Apóstol en el Pórtico de la Gloria, tuvieron que cubrir largas y duras etapas y atravesar paisajes muy diferentes.
Aunque las rutas jacobeas son numerosas, la más conocida sin duda es la que corresponde al llamado “Camino Francés”, cuyo punto de partida se halla en la localidad francesa de Saint Jean Pied de Port. Otro camino muy utilizado fue el del norte y comienza en San Sebastián, pasando por Bilbao, Santander, Oviedo y Ribadeo.
El recorrido del Camino Francés parte de la calle de la Ciudadela de Saint Jean de Pied de Port, una villa de sabor medieval, que conduce hasta al Arco de San Juan y al puente de España que cruza el río Nive.
El primer alto importante en el camino se localiza en Roncesvalles, en pleno Pirineo de Navarra, donde se encuentra la Colegiata de Nuestra Señora, una iglesia gótica mandada construir por Sancho el Fuerte en 1194 y terminada en 1215.
La Colegiata, inspirada en la catedral de Notre Dame de París, es de planta rectangular con tres naves cubiertas con una bóveda de crucería, y en su interior se encuentra una talla gótica de la Virgen de Roncesvalles, que data del siglo XIV.
En la segunda etapa llegamos a Pamplona, de cuya catedral gótica destacamos la crujía del claustro y el sepulcro de Carlos el Noble y Leonor de Castilla, obra de Janin de Lome y fechado en el siglo XV.
A 24 kilómetros de la capital de Navarra se encuentra Puente la Reina, donde confluye otra variante del Camino que llega desde Arlés, en el sur de Francia, atraviesa los Pirineos, y pasa por Jaca, San Juan de la Peña y Sangüesa.
Puente la Reina debe su nombre al majestuoso puente construido por una iniciativa de una reina de Navarra en el siglo XI, para que pudiesen sortear los peregrinos el río Arga y que hoy se mantiene en uso.
En Jaca se ubica la catedral más antigua de España. Iniciada en el siglo XI por mandato de Ramiro I, hijo de Sancho el Mayor, este templo de la ciudad oscense es considerada como el punto de partida de la instauración del arte románico en el país.
Se trata de un edificio armónico, con una planta de 60 por 20 metros y una cúpula de 8 metros de diámetro y 15 de altura. Conviene destacar añadidos de etapas posteriores, como la Capilla de San Miguel (1523), obra de Giovanni Moreto, y el retablo de la Trinidad (1575), de Juan de Anchieta.
Muy cerca de Jaca, en pleno Pirineo, se encuentra el monasterio de San Juan de la Peña, otra joya del románico ubicada en un escenario sobrecogedor e impulsada por los monarcas navarros, en el que se aprecian las sucesivas formas artísticas que lo conforman, desde el arte primitivo de los primeros peregrinos, hasta el barroco más tardío, y las reformas que hubieron de acometerse a consecuencia de voraces incendios en los siglos XV y XVII.
No puede dejar de admirarse al pasar por Sangüesa la iglesia románica de Santa María la Real, un templo promovido por Alfonso el Batallador, cuya construcción se inició a mediados del siglo XII y hasta bien entrado el XIV no se concluyó. Su portada es una de las más importantes del arte medieval, tanto por la disposición de sus figuras como por sus relieves.
Tras retomar el Camino Francés en Puente la Reina seguimos hasta Estella, Logroño y Nájera, donde la huella del paso de los peregrinos es evidente. Un poco más adelante nos encontramos con Santo Domingo de la Calzada, uno de los puntos más emblemáticos del trayecto.
Esta localidad riojana cuenta con un puente para el paso de los caminantes, así como un albergue y un hospital de peregrinos, además de una hermosa catedral dotada de una imponente torre exenta, si bien ésta fue construida entre 1762 y 1767. En el interior del templo destacan la capilla mayor y otras menores, como la de la Magdalena y San Andrés. En muchas de ellas hay sepulcros dignos de ser contemplados, como el de Santo Domingo, quien siete años antes de su muerte se hizo labrar su sarcófago de piedra, y el del obispo López de Zúñiga, elaborado en alabastro.
El camino llega a Castilla donde hay que destacar por encima de todo las catedrales de Burgos y León, y la iglesia de San Miguel de Frómista.
El templo burgalés es uno de los más impresionantes de toda España. El exterior está coronado por tres cuerpos con dos extraordinarias torres del más puro estilo gótico, a imitación de las catedrales de París y Reims, y en su interior hay que detener el tiempo ante las capillas del Condestable y de Santa Ana, la reja de la capilla mayor, el sepulcro de los condestables de Castilla, la bóveda y el retablo de la capilla de Santa Tecla, el sepulcro del arcediano Pedro Fernández de Villegas, o la majestuosa escalera de Diego de Siloé.
A la actual catedral gótica de León le precedieron una de origen visigodo y destruida por Almanzor en el siglo X y otra románica. Considerado como uno de los templos más perfectos, a la hora de conjugar los diferentes estilos arquitectónicos, la elegancia de sus muros parece desafiar las leyes de la gravedad.
De la catedral de León destaca la majestuosa decoración de sus vidrieras que, como recuerda el historiador Pedro Navascués, “crean una atmósfera lumínica de carácter mágico” en sus clarisorios, naves bajas, triforios y hastiales. Del exterior destacaríamos su claustro del siglo XIII y el portal de la Virgen Blanca con la insuperable representación del Juicio Final.
La iglesia de San Martin de Frómista, erigida en 1066, es un claro paradigma de la llegada a España del arte románico a través de los peregrinos hacia los siglos X y XI. Muros macizos, escasos vanos, estrechos arcos de medio punto y bóvedas de cañón son los rasgos más característicos de esta arquitectura primitiva cristiana.
Siguiendo el Camino por tierras leonesas, Hospital de Órbigo es paso obligado. Los peregrinos atraviesan allí el imponente puente del Paso Honroso y muy cerca se encuentran las ruinas de un antiguo hospital.
La siguiente etapa es Astorga, donde encontramos una catedral de estilo gótico tardío levantada sobre las ruinas de una primitiva iglesia románica. Además del retablo mayor de Gaspar Becerra, lo más interesante de este templo es su museo catedralicio donde se guardan joyas únicas como una cruz de filigrana del siglo XIII y el arca del tesoro de Alfonso III el Magno.
El castillo templario de Ponferrada, ya en los límites con Galicia, la iglesia prerrománica de Santa Maria en O Cebreiro y la iglesia románica de Vilar de Donas, constituyen los últimos monumentos dignos de destacar antes de arribar a Santiago donde a los peregrinos les aguarda el ritual del botafumeiro, los relajantes empedrados de sus calles y su basílica metropolitana de tres naves ocupando una extensión de 8.000 metros cuadrados.
El punto final del recorrido lo pone la contemplación del arco central y tímpano del templo compostelano, donde el Maestro Mateo ubicó el Pórtico de la Gloria, entre 1168 y 1188, con un Cristo en el centro mostrando sus llagas de pies y manos, y rodeado de los cuatro evangelistas, de los profetas del Antiguo Testamento y de los Veinticuatro Ancianos del Apocalipsis afinando sus instrumentos, para el concierto del fin del mundo.
Y en el parteluz aparece la imagen serena y majestuosa del Apóstol sujetando su cayado con la mano izquierda que marca el fin del largo trayecto.
El año 2010 es año Xacobeo, anímese a hacer alguno de sus recorridos, aunque sólo sea para apreciar la gran afluencia de arte que recorre sus principales rutas.
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