Asistían a los funerales de la condesa de Valois, quizás sabedores de lo que les esperaba, porque eran muchos los que debían favores a la Orden, y seguramente ésta también tuviera su servicio de inteligencia para conocer los secretos y manejos del rey francés. Y fue a la salida de los funerales cuando el ambicioso e indigno rey Felipe IV contempló como sus tropas detenían al +Gran Maestre, Fr. +Jaques de Molay y a los +Hermanos que le acompañaban.
Fue en un día como ayer, nefasto y triste día, 12 de Octubre de 1.307. Pretendieron acabar con la Orden, con su historia, con sus señas. No pudieron, ya que no solamente su historia continuó hasta nuestros días, sino que además, empezó la leyenda.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y asi ha sido, Tanto el +Hermano Jacques de Molay como el resto de +Hermanos criminalmente asesinados unos, tenazmente perseguidos otros, tienen su lugar en la historia como lo que fueron, como lo que realmente fueron y que la Iglesia ha dado a conocer por fin en la actualidad, liberándolos de toda culpa, mientras que el criminal y asesino rey francés Felipe IV y el simoniaco y cobarde Papa Clemente V tienen el suyo como cobardes criminales a los que la ambición y el deshonor los llevó a la mayor de las ignominias, asesinar en nombre de Nuestro Señor Jesuscristo, y precisamente a sus más fieles soldados, a la Blanca Milicia, aquella que ni en esos momentos osaron enfrentarse a quien al representar a Dios en la Tierra debían obediencia plena.
A buen seguro Dios, en su Justicia, siempre mantuvo a los Caballeros Templarios, a la milicia de su Hijo, a su diestra, y hoy, aniversario del día que empezó la persecución de nuestros +Hermanos, me gustaría no condenar, como católico, a aquellos que los llevaron a la muerte, pero no puedo, antes bien, si pido, independientemente de la oración por el alma y el eterno descanso que a buen seguro Dios les habrá concedido, otra para que Nuestro Señor haga que la Iglesia, independientemente de haber publicado la sentencia absolutoria reconozca abiertamente a la Orden y/o eleve a los altares a Fr.+Jacques de Molay y al resto de +Hermanos como mártires que fueron, sufriendo tortura, prisión y muerte por Amor a Cristo, a María, y al Padre.
Creo que Dios ya ha hecho Justicia, esa Justicia Divina a la que, según la leyenda, apeló el +Gran Maestre antes de entregar su alma a Dios. Ahora, aunque tarde, al reconocer su absolución, le corresponde a la Iglesia subir a los altares que les corresponde a los que tanto la amaron y por ella, injustamente, murieron.