¿Porqué no pudo ser así?, podría haber sido de cualquier manera, nadie conoce como realmente sucedieron las cosas, nadie sabe donde fueron todos los Templarios que lograron escapar. Se conocen casos aislados, como el del miembro de nuestra rama de la Orden que demuestra con papeles su directa descencia desde que se escondieron en la Orden de San Juan pero manteniendo su filiación Templaria, sus ceremonias en la oscuridad y seguridad de la Cripta mientras los demás dormían. Guardando los cuerpos de los +Hermanos asesinados y sus secretos, que aún guarda el eterno Centinela Templario, donado a la Orden desde niño.
Luchando contra todos aquellos que han querido saquear su legado, los documentos que durante siglos han guardado sus antecesores y que ahora protege él.
Podría, habrá, seguramente más como él, en España, en Francia, ¿por qué no en Argentina? El de nuestro +Hermano no tiene porque ser un caso único, si extraño, no habitual, pero real como la vida misma de la Orden y su permanencia en el tiempo, no escondida, prudentemente al margen de la vil conjura contra ella que dura ya demasiado. Eso le gustaría a la Iglesia de Roma, que no quedara nada, a la Orden de San Juan, la de Malta, que tanto beneficio obtuvo de nuestra desarticulación oficial, y a tanto farsante como anda por ahí diciendo y proclamándose Templario descendiente de Templarios.
Como dice nuestro +Hermano, el que lo sea que saque los papeles, los documentos que lo prueban, al igual que él lo hizo, al igual que él los tiene. Mientras, o además, ¿porqué no Patagonia, Perú, o Dominicana?en cualquier sitio puede haber otro +Hermano o +Hermanos, pero me temo que el mundo tendrá que esperar.
NND, FTAT, +Anselmo de Crespi
Patagonia, el confín secreto del Santo Grial
Un grupo de investigadores privados argentinos sostiene la teoría de que los templarios escondieron hace mil años el Cáliz Sagrado en la zona que hoy es Río Negro. Y aseguran que todavía hay caballeros de la Orden que lo custodian. Creer o reventar.
El mar los trae desde lejos, empujados por un destierro impiadoso, por martirios, hogueras, persecuciones en nombre de un dios al que justamente alaban y temen. Sobre barcos de enormes velas blancas ensayan cantos, salmos, plegarias que se elevan como un secreto en el medio del vasto océano, mientras imaginan esas playas a las que han de llegar, ajenas aún al poder de reyes y papas. Hombres de cruces rojas, aceros en forma de espada, prestos para guardar en el Nuevo Mundo el secreto de un legado divino, el de esa copa que llevó la sangre por Él derramada.
Los libros de historia relatan que América fue descubierta para los ojos occidentales en octubre de 1492. Sin embargo, frente a esta verdad histórica supuestamente irrefutable, hay quienes afirman que la llegada de los primeros europeos al Nuevo Mundo es anterior a los tiempos de Colón. Esta teoría, sostenida por el investigador francés Jacques de Mahieu, señala que los primeros en poner pies en suelo americano fueron los templarios, mítica orden de monjes guerreros creada en el año 1118 y perseguida por la Inquisición hasta su supuesta desaparición, en el siglo XIV. La hipótesis, que fuera argumentada durante mucho tiempo apenas con ideas y conjeturas, parece haber encontrado una base donde afirmarse, a partir de los hallazgos arqueológicos de un grupo de investigadores privados argentinos pertenecientes a la Fundación Delphos.
Este grupo estuvo trabajando por más de una década en diferentes zonas de la provincia de Río Negro, en donde hallaron numerosos vestigios de presencia templaria, entre ellos un enorme bloque de piedra de casi un milenio de antigüedad tallado con una cruz y varias tejelas de forma triangular utilizadas para proteger fortalezas que guardan extraña similitud con otras de su tipo ubicadas en el fuerte de Tintagel, sitio en el que habría nacido el rey Arturo, legendario monarca de la Inglaterra medieval cuyo mito estuvo siempre ligado de alguna forma a la historia de los templarios. E incluso, yendo aún un poco más allá con las suposiciones, la gente de Delphos señala que el Santo Grial está escondido en el centro mismo de la Patagonia, en algún recóndito sitio bajo la superficie de la casi desértica meseta de Somuncurá.
“Los miembros de la Orden del Temple fueron los encargados de custodiar el Cáliz Sagrado, el mismo que Jesús utilizara en la Última Cena y en el que luego José de Arimatea recogiera las gotas de sangre y agua que manaban del cuerpo de Jesús al bajarlo de la cruz”, explica el ingeniero Fernando Fluguerto Martí, coordinador general de Delphos y motor principal de las investigaciones que el grupo viene llevando a cabo en tierras patagónicas. Este cáliz sería, como sostiene la mayor parte de las teorías bíblicas, una copa realizada a partir de una esmeralda ahuecada y adornada con algunas piedras preciosas, algo que echaría por tierra las conjeturas que llevara al cine la popular novela El Código Da Vinci, al identificar al Grial con la descendencia divina de María Magdalena.
En poder de José de Arimatea tras la muerte de Jesús, habría sido llevado por éste al oeste de Inglaterra, en donde se escondió y protegió hasta el año 1307, cuando los templarios pasaron por allí para llevarlo hasta las costas patagónicas. “Hoy, el Grial está físicamente ubicado en una ciudad subterránea bajo la meseta de Somuncurá, a unos mil metros de profundidad y protegida por miembros de la Orden que tienen contacto con la superficie a través de túneles ascendentes y descendentes”, asegura el ingeniero Fluguerto Martí.
Somuncurá. La meseta de Somuncurá es una enorme planicie asentada a más de mil metros sobre el nivel del mar en la que los vientos y la soledad se adueñan de casi todo. Allí arriba, perdidos en medio de la geografía desértica, los pequeños pueblos de El Caín, Gan Gan y Gastre son los únicos asentamientos humanos dignos de mención en los mapas, los tres con poblaciones que no llegan a las 200 personas. En esas aldeas, mimetizados con las gentes locales, habitan algunos de los modernos caballeros templarios encargados hoy de custodiar el Santo Grial. “Ellos no se hacen notar, no dicen ser templarios, porque su misión es secreta”, explica Fluguerto Martí sobre este grupo, conformado por un centenar de miembros que también viven en otras localidades del sur rionegrino y el norte chubutense, como Tecka, Telsen y Valcheta. Reclutados en su gran mayoría desde Europa, guardan con extremo celo la entrada a la ciudad secreta que esconde el Santo Grial, que poseería larguísimos túneles subterráneos que conectan las aguas del océano Pacífico y el Atlántico, todo a más de mil metros de profundidad. Aunque usted no lo crea.
“En la superficie de la meseta es posible encontrar unos pozos que aspiran y expiran aire en ciclos de 36 horas. Resulta muy particular el hecho de que el aire expirado tiene una muy baja temperatura y una alta humedad, lo que indicaría que estos pozos están en contacto con el mar, distante cientos de kilómetros de la meseta. Además, el ciclo de 36 horas estaría ligado a la interacción de las mareas de ambos océanos”, señala el ingeniero Martí, ensayando una explicación para la existencia de esta ciudad subterránea, conectada al Atlántico y el Pacífico a través de arcanos laberintos.
Contacto en la meseta. Orientados a sentar las bases para el conocimiento de signos y ritos con el fin de viabilizar el tránsito de nuestro mundo hacia la próxima era, los miembros del grupo Delphos llevan realizadas más de treinta expediciones a la región patagónica, varias de ellas específicamente a la zona de la meseta de Somuncurá. “En uno de estos viajes tuvimos el primer contacto con los caballeros templarios encargados de la custodia del Santo Grial. Uno de ellos, se acercó a nosotros, conociendo los estudios que estábamos haciendo en la región. Luego vinieron varios otros, siempre bajo juramento de respetar el secreto de su identidad”, relata Fluguerto Martí, que no revela casi nada y sonríe, sintiéndose conocedor de uno de los misterios más oscuros de nuestra humanidad. O, al menos, de parte del camino que lleva hasta él. “No sabemos aún dónde está la entrada a los túneles que llevan a la ciudad, pero esperamos que en algún momento nos lo digan. Una vez, casi finalizando uno de los contactos, nos preguntaron si queríamos que nos abrieran. Es decir, posibilitar el acceso a los túneles, pero para que ello ocurra es necesario hacer méritos y aguardar a que ellos nos inviten”, cuenta y se ilusiona. Sabe que la llave a la copa sagrada la tienen ellos. Sabe que, algún día y cuando ellos así lo decidan, puede ser uno de los elegidos. Mientras tanto, y según esta teoría, allá abajo, en el corazón mismo de la Patagonia, el Santo Grial sigue oculto a los ojos profanos. Por los siglos de los siglos.