Hoy se celebra algo que nunca tendría que celebrarase, lo que significaría que la violencia contra la mujer se habría acabado. No hay derecho ni razón alguna que ampare al maltratador. No son justificables de ningún modo los maltratos, ni físicos ni psíquicos.
El matrimonio no otorga patente de corso al marido para que golpee, ni moralmente ni físicamente a su pareja. La unión de una pareja debe darse dentro del máximo respeto hacia sus miembros, y nada, ni errores, ni enfados, ni adulterios, nada, absolutamente nada, justifica el maltrato.
En España ya son cincuenta y tantas las víctimas de este año, mujeres que se han visto cruelmente aesinadas por quienes convivían con ellas. Alguien en quien debían apoyarse, confiar, las quitó la vida. No es necesario saber el motivo, porque no hay motivo, no hay más derecho que el de la vida, el del respeto, el de no maltratar bajo ningún concepto a la pareja. Ese es el único derecho por el que debe mirarse, el que debe protegerse. No importan los motivos que llevan a un maltratador a creerse en el derecho a quitar la vida de su pareja, no hay motivo alguno que lleve a violar a una mujer, pues ni el de la locura temporal justifica el hecho repugnante y cruel de tan reprochable acto, que debe castigarse con leyes mucho más duras, con condenas de por vida, al tiempo que desde los colegios y las demás instituciones se procure educar a nuestros jóvenes en el respeto a la pareja, contra la crueldad que significa tener a una persona viviendo con miedo, con terror, bajo el mismo techo que debería protegerla.
Y en los maltratos entra todo, un insulto, un desprecio, una bofetada, una violación, un asesinato, todo lo que haga sentirse mal a la pareja. Todo eso es maltrato de género.
¿Sabían ustedes que las mayorías de las violaciones se producen dentro del matrimonio y no se denuncian? ¿Que derecho tiene nadie a forzar a su pareja? ¿Con qué pretexto? No hay pretextos, no hay motivos, no hay más causas que la de proteger a las posibles víctimas de esos depredadores, de esos bestias repugnantes y sin escrúpulos que causan terribles daños en sus parejas y en sus hijos que ven cada día como su madre se va asustando cada vez más hasta llegar a ser anulada por el monstruo de turno que no merece ser llamado padre.
Escuchaba hoy en la radio la cantidad de mujeres asesinadas diariamente en todo en mundo por sus parejas, y uno siente asco, vergüenza ajena, rabia. Es lo peor que puede ocurrir, defraudar la confianza de alguien que ha puesto sus esperanzas en una vida feliz en común, encontrando en cambio golpes, insultos, gritos, y al final la muerte, el asesinato atroz.
Deben todos los gobiernos radicalizar las condenas, extremar los cuidados preventivos y entregarse en una campaña educacional a todos los niveles para que esos horribles casos que vemos diariamente en los medios de comunicación dejen de suceder.
(Hablamos de mujeres porque son poquísimos los casos contrarios, pero en cualquier caso es igual, no importa el género cuando de lo que hablamos es de violencia contra la pareja, sea mujer u hombre).
CONTRA EL MALTRATADOR, TOLERANCIA CERO
Lean ahora el discurso de Ban Ki-Moon, secretario general de las Naciones Unidas, pronunciado para el día de hoy:Nueva York, 25 de noviembre de 2011
La violencia contra las mujeres y las niñas presenta muy diversas formas y afecta a muchas personas en todo el mundo. Incluye la violación, la violencia doméstica, el acoso en el trabajo, los abusos en la escuela, la mutilación genital femenina y la violencia sexual en los conflictos armados. En la mayor parte de los casos, es infligida por hombres. La proliferación de este tipo de violencia, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, debería escandalizarnos a todos. La violencia, y en muchos casos el mero hecho de amenazar con recurrir a ella, es uno de los mayores obstáculos a la plena igualdad de la mujer.
El derecho de las mujeres y las niñas a vivir sin sufrir violencia es inalienable y fundamental. Está consagrado en el derecho internacional humanitario y las normas internacionales de derechos humanos y es la piedra angular de mi campaña “ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres”. Desde su puesta en marcha en 2008, la campaña ha movilizado a los gobiernos, la sociedad civil, el sector privado, figuras del deporte, artistas, mujeres, hombres y jóvenes de todo el mundo. La plataforma de movilización social “Di NO – Únete” ha registrado más de dos millones de actividades en todo el mundo, desde marchas de protesta a campañas de concienciación pública o iniciativas de promoción en el ámbito legislativo en apoyo a las víctimas.
Muchas de estas actividades han recibido apoyo del Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas para poner fin a la violencia contra la mujer. Desde su creación hace 15 años, el Fondo ha concedido subvenciones por valor de 77 millones de dólares a 339 iniciativas en 126 países y territorios. Desearíamos el Fondo pudiera hacer más, pero la demanda de apoyo sigue siendo muy superior a los recursos disponibles. Solo este año, el Fondo recibió más de 2.500 solicitudes por un valor total de casi 1.200 millones de dólares. Hago un llamamiento a todos nuestros asociados para que nos ayuden a atender esta enorme necesidad pendiente.
Nos hemos propuesto asegurarnos de que el mensaje de “tolerancia cero” llegue a todos los rincones. Para lograrlo, hemos de implicar a toda la sociedad, y especialmente a los jóvenes. En particular, se ha de alentar a los niños y los jóvenes a ser los impulsores del cambio que necesitamos. Hemos de promover modelos de masculinidad saludables. Siguen siendo demasiados los jóvenes que crecen rodeados de estereotipos masculinos desfasados. Con solo hablar con sus amigos y compañeros sobre la violencia contra las mujeres y las niñas, y poner de su parte para acabar con ella, pueden contribuir a desterrar un comportamiento arraigado desde hace generaciones.
En este Día Internacional, insto a los gobiernos y asociados en todo el mundo a que aprovechen la energía, las ideas y el dinamismo de los jóvenes para ayudarnos a poner fin a esta pandemia de violencia. Solo entonces viviremos en un mundo más justo, pacífico y equitativo.
Ban Ki-moon