Jacques de Molay ingresó en la Orden durante el año de 1.265, en Beaune, Francia, de las manos del Visitador Magistral de Francia y del Portu, Imbert de Perand, y desde 1292 hasta la fecha de su muerte, 18 de Marzo de 1.314 fue el último Gran Maestre, (¿visible?), de la Orden del Temple, llegando según algunos historiadores a batallar bajo su mando contra los musulmanes entre 1.293 y 1.303 en varias expediciones comandadas por él mismo, llegando, siempre según esos historiadores, a estar ante las puertas del mismísimo Jerusalem en el año 1.298, como todo el mundo sabe sin éxito, al igual que también si éxito alguno lanzó a la Orden a una incursión en Alejandría, en un intento de recuperar Tortosa en la costa Siria en el año 1.300.
Años más tarde, como todos sabemos, el criminal rey francés, apoyándose en las acusaciones, falsas acusaciones de tres falsos y resentidos templarios resentidos, Esquieu de Floyran, Prior de Montfaucon, Ferdinand Pelet Prior de Mas d´Agenais y Gerard de Byzol, Caballero de Gisors, se monta la parodia de juicio contra la Orden deteniendo a la mayoría de sus miembros.
Quien pensó que de esa criminal y asesina manera acababa con la Orden del Temple se equivocó de tal manera que no solo no consiguió borrar la memoria de la Orden, sino que en el mismo momento que la tea comenzó a prender la húmeda madera para que ardiera más lentamente, por orden del criminal Capeto, empezó a levantarse la Leyenda Templaria, una leyenda que hace que hoy en día continuemos con la tradición y el respeto que merecen los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Jerusalem.
+Hermanos, hoy es el aniversario de la muerte en la hoguera de Jacques de Molay y cincuenta y cuatro Caballeros más que le acompañaron en la pira criminal. Hoy más que nunca es necesario que todos los +Hermanos, por todo el mundo eleven una oración por sus almas, y el que pueda, como haremos en el Bailiazgo de Madrid, encargue una misa por ellos y pensemos que desde las estrellas, al lado de Nuestro Señor, velen por nosotros.
IN MEMORIAM
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén